Francisco Franco
“El arresto de varias decenas de mercenarios que traicionan a su patria… y la pena capital a delincuentes comunes que con una pistola y cinco armas blancas secuestraron una embarcación de pasajeros en la Bahía de La Habana, fueron consecuencia de una conspiración urdida por el gobierno (de Estados Unidos) y la mafia terrorista de Miami”.
Fidel Castro
(Paco Soto para Poloniaconacentoespanol, Varsovia)
El lector de este artículo quizá se extrañe al ver que lo encabezo con palabras de dos dictadores, Francisco Franco y Fidel Castro. Las del caudillo español corresponden a un discurso que pronunció en La plaza de Oriente de Madrid, pocas semanas antes de su muerte, tras las protestas internacionales por las cinco ejecuciones capitales del 27 de septiembre de 1975. Las palabras de Fidel son un extracto del discurso que llevó a cabo el Comandante en Jefe en la televisión de su país con motivo de la detención y condena a muerte de un grupo de personas que secuestraron una embarcación en la Bahía de La Habana, en 2003. Los dos discursos se parecen en un punto clave: la retórica nacionalista y victimista, el buscar culpables en el extranjero y el justificar la fuerza bruta del Estado. Los españoles que tuvieron la desgracia de vivir bajo la dictadura franquista nunca podrán olvidar los discursos del generalísimo, sus ministros y otros altos cargos políticos contra la alianza judeo-masónico-izquierdista que, supuestamente, pretendía subvertir o romper España, o la presunta estrategia de Moscú destinada a que los comunistas del PCE derrocaran al régimen. Para el franquismo, los opositores a Franco, todos los opositores, eran rojos, separatistas o masones al servicio del extranjero, pero por fortuna el sabio y sano pueblo español nunca se dejó engañar por las hordas marxistas y liberales antiespañolas. El régimen castrista utiliza la misma retórica, exactamente la misma: los disidentes, o los que simplemente están hartos de tanta mentira institucionalizada, tanto engaño y tantas dificultades para sobrevivir, son tildados de terroristas y lacayos del imperialismo yanqui, gusanos antipatriotas al servicio de la mafia de Miami, pero, por suerte, todo el pueblo cubano, como un solo hombre, puño en alto y bajo las rojas banderas de la revolución, apoya sin fisuras a Fidel, y ahora a su hermano Raúl. Cambian algunos términos políticos, ciertos adjetivos, pero la esencia totalitaria de los discursos de Franco y Fidel es la misma, desde luego porque todos los dictadores se parecen, pero también porque ambos regímenes comparten puntos comunes: odio a la democracia, la diversidad social y cultural y la pluralidad política e ideológica, fascinación por el ordeno y mando y pasión por el poder absoluto. Como dice el refranero popular español, “Dios los cría y ellos se juntan”.
Fascismo de izquierda
En rigor, creo que, aunque existen similitudes entre el castrismo y el franquismo, el régimen del Comandante en Jefe y sus secuaces políticos se acerca más al fascismo, que, en palabras del politólogo catalán Vicenç Navarro, “es ante todo un nacionalismo exacerbado que identifica tierra, pueblo y estado con el partido y su líder”. El politólogo y filósofo norteamericano Roderick Long, en ‘Liberalismo contra fascismo’, señala que “el fascismo y sus variantes apelan al sentimiento popular y las masas como las protagonistas del régimen, especialmente por la virilidad exaltada en el trabajo manual y obrero (obrerismo); a pesar de ello no reconoce la libertad de asociación por motivos de clase (libertad sindical) sino la identificación de los trabajadores como "súbditos" del Estado, "pueblo" y "patria", por ello su símil con el populismo”. Por su parte, los historiadores españoles Miguel Artola y Manuel Pérez Ledesma, en ‘El fascismo, en el Mundo de entreguerras. Historia del mundo contemporáneo’, apuntan que “el fascismo es un movimiento totalitario en la medida en que aspira a intervenir en la totalidad de los aspectos de la vida del individuo. El fascismo se legitima afirmando la dependencia del individuo respecto al Estado, su individualidad no tiene sentido, porque la realización de una persona sólo se entiende dentro de los vínculos sociales de los que el Estado es la culminación. Cualquier forma de acción individual o colectiva ajena a los fines del Estado es rechazada. No existen derechos individuales ni colectivos.” Por lo tanto, ¿se puede comparar al régimen cubano con un poder fascista? ¿O tiene, al menos, muchas similitudes con el fascismo? Pienso que las semejanzas entre ambos sistemas son muchas. El fascismo italiano es un totalitarismo centrado en El Estado; el pueblo es la esencia, el cuerpo del Estado, y el Estado es el espíritu del pueblo. “Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”, decía Benito Mussolini. En el sistema castrista, no existe el individuo, el ciudadano responsable; el ser humano real se funde en el sujeto pueblo, o clase obrera, que a su vez es sustituido por el Partido-Estado que lo representa y lo lleva por la senda de la victoria final contra el capitalismo y el imperialismo. “¡Atrás, atrás el espíritu egoísta, atrás el individualismo! El hombre solo no tiene fuerza; sólo la sociedad tiene fuerza; sólo el pueblo tiene fuerza”, dijo Fidel en un discurso oficial pronunciado en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1962. Antonio Fernández, en su libro ‘Historia del mundo contemporáneo’, afirma que “cualquier idea emanada del jefe es un dogma indiscutible, y una directriz a seguir ciegamente, sin discusión ni poder ser sometida a análisis”. Parece que haya escrito esta frase pensando en Fidel o Mussolini. Tanto el régimen cubano, o si se quiere el comunismo en sus diversas variantes, como el fascismo rinden culto al líder infalible, niegan categóricamente la libertad de expresión y asociación fuera del marco oficial del Estado; obligan a sus súbditos a desfilar en la calle como prueba de lealtad, reprimen a los opositores y tienen a su servicio una maquinaria de adoctrinamiento ideológico implacable. En los dos sistemas, sólo la voz del líder es la autorizada, y sus émulos se dedican a defenderla devotamente. Quien no lo haga es enemigo. En el castrismo y el fascismo, el desacuerdo es traición. El castrismo y el fascismo se basan en lo que algunos politólogos llaman “populismo cualitativo”. Los individuos no cuentan, el pueblo es una categoría monolítica que expresa la voluntad común. La propaganda oficial, los textos escolares y buena parte de la creación artística y literaria, tanto en el castrismo como en el fascismo, pero también en otros sistemas como el franquismo, el nazismo y, en general, el ‘socialismo real’, se basan en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, cuya finalidad es limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. El pensamiento está categóricamente prohibido en aras del catecismo ideológico y político, la consigna, el dogma. El politólogo venezolano Alberto López Núñez, basándose en estudios de Umberto Ecco, sostiene “que detrás de todo régimen y de su ideología hay una manera de pensar y de sentir (los hábitos culturales)… De esta manera, así se haya derribado un régimen, sobrevive en la población, y aún más, por supuesto, en los líderes de esa corriente, una idiosincrasia como instintiva subyacente a la naturaleza del régimen en cuestión. Se me ocurre, que esto se podría aplicar a América Latina, que aunque ya se ha pasado la decimonónica era de las dictaduras, persiste el ansia inconsciente del mesianismo y del ‘gendarme necesario’”. En Cuba, la dictadura sigue en pie, aunque ya no goza de tan buena salud como en el pasado, y los estragos que ha provocado en la mente de una población acostumbrada a seguir la manada sin objetar son tremendos. El régimen castrista se identifica bastante bien con muchos presupuestos del fascismo, aunque tiene también diferencias y sus propias características. Quizá sea una suerte de ‘fascismo de izquierda’ que, por desgracia, todavía cuenta con apoyos entre la intelectualidad, los jóvenes y los trabajadores supuestamente progresistas y rebeldes de muchos países.
Las víctimas son culpables
Tanto es así que los defensores del castrismo han sustituido el análisis serio y riguroso por la propaganda chusca y atacan, insultan y denigran a cuantos se oponen a este sistema, cualesquiera sean sus posiciones políticas concretas. Las víctimas del castrismo suelen ser sujeto de mofa, cuando no insultadas en los soportes oficiales del poder o agredidas físicamente en el espacio público por grupos de fanáticos sin medio gramo de cerebro, o bien cínicos y oportunistas carentes de vergüenza que defienden a Fidel Casto y su régimen contra viento y marea. Orlando Zapata, un preso de conciencia cubano que murió el pasado 23 de febrero tras una larga huelga de hambre, es un claro ejemplo de lo que digo. Toda la pléyade de amigos del castrismo, radicales y moderados, ha salido en defensa del régimen y ha transformado a la víctima de un sistema dictatorial en un vulgar delincuente y en el culpable de su propia muerte. José Manzaneda, en ‘Cuba Información TV’, afirma que Orlando Zapata era “un delincuente convertido en mártir por los estrategas de la guerra contra Cuba”. Sostiene Manzaneda que “el motivo de su huelga de hambre: conseguir lo que los medios han calificado como ‘mejoras carcelarias’, en realidad son privilegios sobre el resto de reclusos, como tener televisor, cocina y teléfono en su celda, algo impensable en cualquier centro penitenciario del mundo”. Asegura, sin demostrar, que “Orlando Zapata fue un violento delincuente común procesado, entre 1993 y 2002, por delitos como violación de domicilio, estafa y por las graves lesiones a un ciudadano tras un ataque con machete”, y “en 2003 fue condenado a tres años de cárcel, pero esta sentencia se amplió a 24 años por diversos cargos de agresión violenta a funcionarios de prisión… Es en prisión donde fue captado por Oswaldo Payá y Marta Beatriz Roque, representantes de la contrarrevolución cubana más fiel a Washington. Su familia comenzó entonces a recibir ingresos económicos de organizaciones de la mafia de Miami”. J.M. Álvarez, en ‘Kaos en la Red’, parafraseando a Raúl Castro, escribe que la muerte del preso Orlando Zapata, “es el resultado de la política agresiva de Estados Unidos contra Cuba”. Pero Álvarez va aún más lejos que Raúl cuando dice: “Discrepo con el presidente cubano en una cosa: No siento emoción alguna ante la desaparición de cualquiera que sirva al capitalismo”. Es lo mismo que diría o escribiría un fascista; hay desprecio por la vida humana, odio y sectarismo. A este coro gozoso de malandrines se han unido algunos ‘pijos-progres’ españoles como el actor Guillermo Toledo. “Este señor, al que se llama disidente, no era más que un delincuente común, que ha sido forzado y manipulado por otras personas parece ser que para ponerse en huelga de hambre y llegar al extremo de dejarse la vida”, manifestó Guillermo Toledo, Willy, para los amigos. Como buen hipócrita a quien todavía le debe quedar un poco de caridad cristiana en el ventrículo izquierdo del corazón, Willy añadió que lamenta “absolutamente” la muerte “de cualquier ser humano, y mucho más la de alguien encarcelado y en huelga de hambre, que es algo terrible”. Los ‘pijos-progres’ a la española no tienen remedio. Tampoco el ‘bueno’ de Willy, muy aficionado a defender causas lejanas que acaban siendo rentables para su carrera profesional y no entrañan riesgos personales, como su oposición a la guerra de Irak o su apoyo a la activista saharaui Aminatou Haidar durante el mes y medio que mantuvo una huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote, después ser devuelta por las autoridades marroquíes de El Aaiún (capital del Sáhara occidental) a España. En fin, allá cada uno con su conciencia, aunque la conciencia de los pijos-progres de la piel de toro, y especialmente los del ramo del séptimo arte, suele tener una dosis de mucha jeta y otra dosis de afán por el redondeo de la cuenta corriente gracias al sistema capitalista al que tanto critican y condenan. Los cantamañanas de ‘la gauche caviar’ son bastante hipócritas y la doble moral es la brújula que guía sus vidas. Los políticos de izquierda que no se han atrevido a condenar abiertamente el régimen del Comandante en Jefe canoso y en desuso después de la muerte de Orlando Zapata son tan repugnantes y falsos como esos políticos de la derecha española que no tienen el coraje de condenar abiertamente la dictadura de Franco o esos sectores del conservadurismo chileno que sintonizan con lo que ellos califican de “aspectos positivos” del militarismo pinochetista.
¿Dónde están?
La periodista catalana Pilar Rahola, que tiene como virtud la de cabrear a casi todo el mundo, en un artículo publicado tras la muerte de Orlando Zapata en el diario barcelonés ‘La Vanguardia’, ‘El silencio clamoroso’, se pregunta: “¿Dónde está Cayo Lara estos días? Lo pregunto porque como es uno de los líderes políticos que hablan de Cuba con más pasión, y como siempre que habla de los Castro parece que hable de santa Teresa, una esperaba, en su ingenuidad, que tuviera unas palabras para Orlando Zapata Tamayo… ¿Dónde está Jordi Miralles, el diputado que tan sonoramente clama por la Cuba de Fidel en las tribunas catalanas?... ¿No es Orlando Zapata el paradigma de la discriminación, de la brutalidad del poder ante el débil, de la causa de la libertad? ¿No debería ser la causa de Miralles? Y, sin embargo..., el silencio. ¿Dónde está el ministro Miguel Ángel Moratinos, avalador del diálogo europeo con Cuba y máximo sustento socialista del régimen castrista?... La muerte de Zapata ¿no debería arañar en el corazón de su conciencia, no debería hurgar en sus palabras y en sus intenciones? Y, sin embargo..., sus pocas palabras sobre Orlando, ¡qué desprecio! ¿Dónde está Joan Tardà, protagonista de una bochornosa sesión en la comisión de Exteriores del Congreso donde avaló la dictadura castrista, defendió el eje con Hugo Chávez y despotricó sonoramente contra la maldad yanqui y la bondad de los pueblos oprimidos?... ¿Dónde están los ruidosos de las pancartas, los gritones contra la opresión, los monopolizadores de la palabra libertad? ¿No es Orlando el paradigma de la víctima? Y, sin embargo..., todos en silencio. Un silencio clamoroso, pesado, cómplice..., culpable”. Las preguntas de Rahola son muy oportunas, pero quedarán sin respuesta, porque los representantes de la izquierda reaccionaria, populista y manipuladora de los buenos sentimientos de muchos ciudadanos no están dispuestos a quitarse la careta que oculta su cara siniestra, no quieren ni pueden renunciar a la farsa ideológica tras la que esconden sus patéticas ideas. Esta izquierda, eso sí, seguirá saliendo a la calle para defender los derechos de los trabajadores, esos mismos derechos de los que carecen los asalariados cubanos. Los más radicales se movilizarán contra la prepotencia del Estado, los malos tratos policiales o la explotación de los más desfavorecidos de la sociedad, pero siempre y cuando estos atropellos a los derechos humanos y las libertades públicas se cometan en el “infierno capitalista”. No moverán un dedo ni expresarán una sola palabra de repulsa contra el castrismo o el régimen nacionalista, populista y fascistoïde de Hugo Chávez en Venezuela. Es lo que hicieron, en el pasado, los padres y abuelos políticos de esta izquierda cobarde y reaccionaria con la URSS, China, los países de Europa central y oriental, Vietnam, Camboya, Corea del Norte… Cambian los tiempos históricos y los contextos sociopolíticos, pero los miserables de ayer y de hoy, y los tontos útiles que los acompañan, se parecen como dos gotas de agua. Los sistemas dictatoriales también. “¿Qué buscan en mi casa/ estos señores?/¿Qué hace este oficial/leyendo la hoja de papel/en la que he escrito/las palabras ambición, liviana y quebradiza?/ ¿Qué barrunto de conspiración/le anuncia la foto sin dedicatoria de mi padre en guayabera (lacito negro)/en los predios del Capitolio Nacional?/¿Cómo interpreta mi certificado de divorcio?, escribió el poeta y disidente cubano Raúl Rivero después de un registro policial en su casa, en 1997. Durante el franquismo, la cantautora mallorquina Maria del Mar Bonet escribió una canción, ‘¿Esta gente qué querrá?’, en homenaje al estudiante madrileño Enrique Ruano, torturado y asesinado por la Brigada Político-Social (BPS) de Franco. Dice el texto: “Llamaron de madrugada/ Toda la casa está en calma/ La madre les sale a abrir/arrebujada en la bata./ ¿Esta gente qué querrá/que llaman de madrugada?/ Preguntaron por el hijo./El hijo duerme en la cama/y al oír las fuertes voces/de golpe se despertaba/ ¿Esta gente qué querrá/ que llaman de madrugada?...” ¿Se da cuenta el lector de las semejanzas entre los dos textos, que reflejan situaciones políticas distintas pero con muchas similitudes. Durante el franquismo, Lluís Llach convirtió su canción ‘L´Estaca’ en un himno a la libertad. La censura y las porras de la Policía armada franquista persiguieron a los que cantaban la canción de Llach durante años. En Polonia, el cantante y músico Jacek Kaczmarski adaptó ‘L´Estaca’ a la realidad polaca. Esta canción catalana pasó a llamarse ‘Mury’ (Muro) y se convirtió en el himno del sindicato Solidaridad y de la oposición a la dictadura comunista. Fue prohibida por el régimen durante los años 80 del siglo XX. Castrismo, franquismo, fascismo, nazismo, ‘socialismo real’ a la polaca, estalinismo, maoísmo… “Dios los cría y ellos se juntan”.
(Nestor Tazueco para Poloniaconacentoespanol)
Según el Statistical Yearbook de las Naciones Unidas de 1960, la Cuba pre-revolucionaria era el tercer país latinoamericano en consumo de calorías diarias per cápita de 11 estudiados (teniendo en cuenta, además, que la ONU solo disponía de datos de 1948-1949 para Cuba, una década antes del período al que corresponden los datos de los otros países). En 1995, según la FAO, Cuba era el peor de los 11 países latinoamericanos de la misma serie, con un suministro de comida más precario que Honduras. La FAO calculó que para el período 1999-2001 un 11% de la población estaba desnutrida.
El ratio de crecimiento de la energía eléctrica en Cuba es el más bajo del hemisferio junto con el de Haití, y el número de líneas telefónicas por habitante a finales de los 90 permanecía estancado en los niveles de 1958. De los 25 mayores productores de azúcar del mundo, Cuba es el único cuya producción en 1997 fue inferior a la de 1958. También es el único país de Latinoamérica cuya producción de arroz fue a finales de los 90 inferior a la de 1958, cuando era el cuarto país productor. En 1996 su producción de leche era solo un 11% superior a la de 1958, de lejos el progreso más precario de Latinoamérica y el Caribe.
Cuba es el único país de Latinoamérica con menos coches por habitante que hace medio siglo. En los años 50 los cubanos tenían más coches per cápita que los japoneses, los griegos o los españoles. En Latinoamérica solo Venezuela estaba por delante de Cuba. Hoy muy pocos cubanos pueden comprarse un coche de segunda mano y el parque automovilístico apenas se renueva (a lo sumo se "restaura").
De acuerdo con datos de la ONU la renta per cápita cubana era la quinta más alta de Latinoamérica en 1958, sólo por debajo de la de Venezuela, Argentina, Uruguay y Chile. Según el 2005 World Factbook de la CIA la renta per cápita cubana en 2003 fue de 3000 dólares, lo que sitúa a Cuba en la cola de Latinoamérica, solo por delante de países como Honduras, Bolivia, Nicaragua y Haití.
Para los 20 países de la región de los que hay datos del FMI comparables, Cuba es el que registra el crecimiento más bajo de la exportaciones, solo por delante de Haití (período 1964-1997). Cuba y México, por ejemplo, tenían un volumen similar de exportaciones en 1958 (a pesar de tener México una población mucho mayor). Cuatro décadas después las exportaciones de México se han multiplicado por 130, mientras que las de Cuba solamente se han doblado.
La Cuba pre-revolucionaria recibía un influjo masivo de inversión extranjera, sobre todo americana, siendo ésta una fuente importante de trabajo para los cubanos y una de las causas del aumento de la productividad, la prosperidad y la modernización de la isla. El valor de la inversión directa de Estados Unidos en Cuba era mayor que su inversión directa en México, Argentina o Chile, y solo el Reino Unido recibía en Europa más inversión directa estadounidense que Cuba (Alemania y Francia recibían menos). La inversión estadounidense no se circunscribía a las materias primas como el azúcar. Según cifras oficiales, el 41% de la inversión se concentraba en "utilities" (electricidad, agua etc.). También había inversiones en manufactura, petróleo, químicas y farmacéuticas, y comida. En la década de 1950 la inversión estadounidense en sectores distintos al azúcar se dobló.
Antes de 1950 había en Cuba 58 periódicos, 28 estaciones de televisión y 160 estaciones de radio, que ofrecían una diversidad de visiones políticas. A pesar de su pequeño tamaño, Cuba tenía un mercado de comunicaciones muy dinámico. Contaba con más periódicos que casi todos sus vecinos, más estaciones de televisión que cualquier otro país latinoamericano (por delante de países mucho mayores como México), y más estaciones de radio que Austria, el Reino Unido o Francia (todo según el Stadisticial Yearbook de Naciones Unidas). Hoy el Estado cubano opera los dos principales periódicos nacionales, los cuatro canales de televisión y todas las estaciones de radio.