Debemos ser sinceros con nosotros mismos, y descubrir las verdaderas motivaciones que conducen nuestros actos. No tengamos miedo a conocernos porque solo el conocimiento propio nos llevará a la libertad y al amor. Lo que nos puede pasar es que hasta la vida espiritual la hemos materializado y nos comportamos con Dios o con los demás como si fueran maquinas expendedoras.Metemos una oración en la máquina y a cambio obtenemos lo que queremos.Si a la primera no sale, metemos más oraciones, no tenemos muy claro el precio pues no viene explicado en la máquina, es una máquina sin instrucciones lo cual complica las cosas.Igual nos pasa con los demás. Podemos pensar que les queremos pero si somos sinceros muchas veces descubriremos que hay detrás de este “amor”. Tal vez necesidad, deseo de ser queridos, pero no AMOR de verdad. ¿Acaso conocemos el Amor Incondicional, ese que no pide nada a cambio? Debemos comprender que ni Dios ni los demás están ahí para satisfacer nuestras necesidades que muchas veces se derivan del egoísmo, de la inmadurez y de no saber para nada lo que nos conviene. Por lo tanto será mucho más sabio por nuestra parte fomentar el Amor Incondicional por Dios o más bien dejarnos amar así por El, y todo lo demás se nos dará por añadidura