Para aliviar las penurias nada como una fiesta: la fiesta de las “carnes tolendas” las carnes quitadas. El jolgorio se asocia al consumo de lo que quede del tocino, de los chicharrones y, en Cataluña, la morcilla de huevo. Y a los disfraces.
El disfraz que oculta la identidad que, por un día, permite a uno parecer lo que no es. Tradiciones centenarias que nunca gozaron del acuerdo de los poderosos porque el disfraz permitía la crítica anónima. Los totalitarios como Franco, los prohibieron donde pudieron.
Por suerte se ha mantenido como celebración infantil o mucho más amplia en algunos lugares notorios, como Cádiz, Venecia, Sitges o Rio de Janeiro. Conviene fomentar que los niños aprendan que la burla y la chanza forman parte de la realidad. Pero también es bueno explicárselo.
X. Allué (Editor)