Fue así, que en el momento que estaban por llevar el cajón hacia el cementerio, y después de haber llorado toda la noche por la pérdida del ser más querido, recuerdo que me dije:
“…no voy a llorar más, ¡no quiero llorar más! Ella no hubiera querido esto. Ella hubiera querido que la recordara por todo lo que fue y no que me lamentara por todo lo que me va a faltar. Ella hubiera querido que encuentra la felicidad y me reponga lo más rápido posible de esto”.
Desde ese momento y para siempre me he propuesto, con su acompañamiento espiritual siempre a mi lado, como una guía que me muestra los caminos, he decidido, que iba a vivir cada instante de mi vida al máximo. Que no iba a dejar pasar un solo día en que me levantara, agradeciera por seguir vivo y me proponga a disfrutarlo todo lo que más pueda. Que iba a elegir que cosas quería hacer y cuales no, sin ningún condicionamiento o excusa. Que iba a dedicarle más tiempo a mi familia, a mis amigos, a mi pareja, pero que también me iba a dedicar tiempo a mí. Que no iba a desperdiciar un día de sol, ni tampoco iba a desperdiciar un día de lluvia. Aunque me quedara adentro de mi casa, solo con mis pensamientos, acostado en la cama, leyendo un libro, o no haciendo nada, ese día había sido creado solo para ser disfrutado de la manera que sea. La premisa siempre sería disfrutar y ser feliz.
Creo, y espero no haber defraudado a nadie, ni haberme defraudado a mí, que vengo cumpliendo con aquella promesa que hice hace ya 8 años atrás. Es por eso que ahora me encuentro cumpliendo uno de mis más grandes y subsistentes sueños que tuve toda mi vida, que es conocer el mundo, descubrir que hay más allá de mi hogar, más allá de mi ciudad, más allá de mi país, más allá de mis fronteras… siempre con la premisa de disfrutar y ser feliz.