Hace más de cincuenta años se estableció el objetivo de detectar de modo directo un curioso fenómeno que Albert Einstein denominó "ondas gravitacionales" y que buscaba abrir una nueva ventana al universo para entenderlo de una forma más precisa.
Pues bien, en el año del centenario de la teoría de la relatividad general, concretamente el 14 de septiembre de 2015, un grupo de científicos ha logrado observar directamente estas ondas, descubrimiento que acaba de ser confirmado en las últimas semanas. Pero, más allá de la alegría de los astrónomos, muchos se preguntan ¿qué son, en realidad, las "ondas gravitacionales"?
Para entenderlas, tendremos que hacer un esfuerzo: imaginémonos el universo como la superficie de un inmenso lago que se ve alterada por diferentes elementos, tales como una piedra arrojada al agua o un pez saliendo a la superficie.
Cada vez que algo se mueve o atraviesa la superficie, genera ondas que se dispersan alrededor y pueden llegar muy lejos. Esas ondas dependen del tamaño y del movimiento, de forma que un pato nadando crearía muchas más ondas que una simple piedra, y estas llegarían más lejos.
De la misma forma, todos los grandes cuerpos celestes generan ondas en el universo en función de su masa que se comportan de una forma parecida a las ondas del lago. Los más grandes, tales como agujeros negros y galaxias, son los que generan ondas gravitacionales más grandes, que pueden llegar a alcanzar la velocidad de la luz y cuyas distorsiones generan una especie de eco en el universo que hemos sido capaces de detectar, de la misma forma que podríamos saber que algo se mueve en el centro del lago observando únicamente las ondas que llegan a la orilla.
El hallazgo de estas ondas es tan importante porque, aunque no lo parezca, nos ayudan a viajar en el tiempo... En el sentido astronómico, claro.
Por ejemplo, de la misma forma que si vemos un relámpago a lo lejos y después escuchamos el trueno sabemos que el sonido nos ha llegado tarde y lo ha producido un relámpago que ya no existía en el momento de oírlo, las ondas gravitacionales tienen que recorrer distancias tan gigantescas que, cuando nos llegan, pueden estar reflejando objetos que desaparecieron hace millones de años, de forma que podamos estudiar cómo era el universo antes de que viviéramos en él, como una especie de "arqueólogos espaciales".
Sin embargo, no hace falta irnos tan lejos para encontrar ondas gravitacionales, pues cualquier objeto, por pequeño que sea, las está generando continuamente. La Tierra, un avión o incluso dos personas bailando están distorsionando la tranquilidad de la superficie del lago gravitacional, solo que, en su caso, las ondas que generan son tan pequeñas que resultan insignificantes (y, para nosotros, indetectables) al lado de las generadas por los grandes cuerpos estelares y que han sido, por primera vez en la historia, observadas por el ser humano... Cien años antes de que nos hablaran de ellas.
Einstein, tenías razón.
Rocío D.C.R.