Como habréis visto, las cajas de fruta antiguas están de moda. Desde estanterías hasta baúles para guardar todo tipo de cosas, estas reliquias se reutilizan para darles una nueva vida.
Y digo reliquias porque las cajas de fruta actuales son prácticamente de usar y tirar y están hechas de una lamina tan fina de madera que no transmiten lo mismo que las antiguas. Las mías las compre en Sant Sadurní, un pueblo cercano a Barcelona, directamente a un granjero que antes cultivaba arboles frutales. Las más antiguas tendrán más de cincuenta años y las otras unos treinta. Cada caja me costó cuatro euros. A mi novia le parecían caras, pero si os fijáis en las tiendas de jardinería y decoración donde fácilmente alcanzan los veinte euros, veréis que hice un buen negocio.
Bueno éstas son las cajas en cuestión:
Es un trabajo sencillo y muy productivo, así que ¡vamos allá!
Lo primero que tienes que hacer es lijar la caja entera, porque como supondréis están astillosas y eso no nos interesa. Con un cepillo metálico o papel de lija grueso podréis hacerlo sin problemas. Como opcional, podéis quitar los listones de madera superiores para que quede más amplia a la vista. Después de esto, solo queda elegir el color y pintarlo; yo decidí para las exteriores darle una capa de lasur oscuro para que quedaran más envejecidas y aguantaran mejor las inclemencias del tiempo. Con las de dentro opté por una pintura acrílica azul claro con un posterior repaso ligero con betún de judea para darle el toque envejecido al mueble. Con estas últimas, además decidí darle mi toque personal añadiendo unos listones que tenia de un viejo palé para hacer una repisa estable y para darle un contraste de color.Las cajas no tienen que ser iguales y no hace falta pintarlas a conciencia, lo que queremos es que se distinga un poco de su historia sin dejar de adaptarla a nuestras necesidades y estilos. Una vez explicado esto, vamos a ver los resultados:
Y aquí otros ejemplos: