Dmitri Mendeléyev nació en Tobolsk, histórica capital de Siberia, en el año 1834 y tuvo que sobrevivir en una gran familia con escasos recursos económicos. Era el menor de, al menos, 17 hermanos. Su padre quedó ciego en el mismo año en el que su último vástago vino al mundo, perdiendo así su trabajo y falleciendo años más tarde; mientras que su madre regentaba una fábrica de vidrios, hasta que un incendio acabó con el negocio. En lugar de por una reconstrucción, decidió apostar todos sus ahorros a la educación de su hijo Dmitri, que ya desde muy pequeño apuntaba maneras, y se trasladaron a Moscú para que siguiese progresando en los estudios.
No todo fue fácil. A pesar de su pericia e inteligencia, Dmitri Mendeléyev fue rechazado por la Universidad de Moscú, debido a la política que seguía el centro de no admitir a nadie que no hubiera nacido en la propia ciudad. Este reto que se le presentó en el camino fue superado. El padre de la tabla periódica se volvió a trasladar hasta San Petesburgo donde finalmente pudo cursar los estudios para los que estaba destinado. La suerte nunca le acompañó, y tras terminar sus estudios volvió a toparse con otra piedra en su camino. Mendeléyev fue diagnosticado de tuberculosis e inmediatamente enviado hasta la península de Crimea para curarse de sus dolencias. Mientras se recuperaba, decidió seguir formándose por su cuenta y trabajó como profesor de ciencias.
Dmitri Mendeléyev estuvo a punto de conseguir un Premio Nobel, una circunstancia que finalmente se le resistió. El Comité Nobel de Química recomendó a la Academia Sueca de Ciencias que el máximo galardón se le concediera al creador de la tabla periódica y, a pesar de que son muy pocas las ocasiones en las que la Academia ignora las recomendaciones del Comité, desafortunadamente esta fue una de ellas. Las malas lenguas aseguran que el culpable tiene nombre y apellidos. Svante Arrhenius, un científico sueco que ya había ganado el galardón de física en el año 1903, que tenía una gran influencia sobre los encargados de decidir el vencedor y que guardaba gran rencor hacia Mendelèyev. Un año después de que se truncara ese reconocimiento a su labor, el científico murió.
A pesar de ello, Dmitri Mendeléyev figura en los libros de Historia como el gran creador de la tabla periódica, uno de los principales culpables de que el profesor de Química -el mismo que te enseñó que cuando el oso tocaba el pito, era Perico el que hacía sonar su silbato- repitiera con insistencia símbolos y valencias. Todos aquellos que en su día no optaron por seguir su carrera profesional con una bata y dentro de un laboratorio quizá tengan la sensación de que haber aprendido a formular y nombrar apenas les sirvió para superar aquel curso de la ESO o la EGB. Sin embargo, con el paso de los años, y ya con una mejor perspectiva de la vida, resultaría casi imposible olvidar que Ag es el símbolo de la plata, algo que también es de gran ayuda para rellenar las esquinas de los crucigramas.
Pero Mendeleiev también tuvo mucho que ver con la historia del vodka. La emblemática bebida rusa se destilaba de forma casera y se producía con una acumulación alcohólica que iba de los 10 a los 50 grados, sin ningún tipo de estandarización. Los estudios del químico ruso le permitieron llegar a la conclusión de que 40 era la cifra ideal: hacía que el calor producido en su consumo fuera el mínimo y, por tanto, se mantuviera al máximo su sabor. Desde ese momento, el vodka ruso tiene, oficialmente, una graduación obligatoria de 40 grados. Cuando la graduación es mayor, el calor producido en la boca mezclado con la humedad se percibe como sequedad.
El legado de Mendeleiev
El pasado 30 de diciembre, cuatro nuevos elementos químicos se incorporaron a la tabla periódica de Dmitri Mendeléyev, rellenando así su séptima fila. Aún no han sido bautizado, pero los superpesados 113, 115, 117 y 118, descubiertos por científicos japoneses, rusos y estadounidenses, ya han sido verificados por la Iupac (Unión Internacional de Química Pura y Aplicada). Estas incorporaciones de la tabla periódica han sido las primeras desde que en el 2011 se incorporaron otros dos nuevos componentes: el 114 y el 116. Y es que, desde que Dmitri Mendeléyev presentó en 1869 su primera versión del tablero, integrado por 63 elementos, la clasificación ha ido sufriendo múltiples variaciones. El ruso intuyó que la Ciencia todavía no había logrado descubrir todos. Dejó varios huecos vacíos para que sus contemporáneos fueran completándola.