Por suerte las cosas han cambiado. Fui a ver a un dentista amigo. Me dijo que iba a ponerme anestesia local y a ver qué se podía hacer. No noté el pinchazo, ni dolor cuando me sacó la mitad del diente, ni apenas molestia por la reconstrucción dental que me hizo a continuación. Lo más incómodo fue estar con la boca abierta casi una hora pero tuve tiempo de recordar mi experiencia infantil y la importancia que para todos tiene no sentir dolor, aun cuando sea en intervenciones menores. Cuando me levanté del sillón me sentí contento y me pareció que eso sí era un avance real de la medicina, un verdadero indicador de progreso.
Marañón decía que quitar un dolor puede justificar la vida profesional de un médico. También evitarlo añadiría yo. A mucha gente los médicos les damos miedo porque nos tienen asociados al dolor, a las intervenciones molestas y desagradables, a los tratamientos demasiado invasivos y no siempre eficaces. Por eso a veces huyen a la medicinas alternativas aparentemente más blandas.
Tengo pacientes a los que les cuesta acudir al hospital porque recuerdan con pavor el daño que les hicieron al reducirles una fractura o al hacerles una colonoscopia sin sedación ninguna. Otros me cuentan como les drenaron un abceso perianal o les redujeron una luxación de hombro con una anestesia a todas luces insuficiente o tuvieron un parto horrible. La medicina actual cuenta con conocimientos que podrían limitar al máximo esas molestias . ¿Por qué no ocurre así de manera generalizada?.
Una buena pregunta para la que convendría obtener respuestas que permitieran avanzar. Habrá gente que se quede fascinada por los avances tecnológicos que se han producido en los últimos años, que reclame resonancias magnéticas y pruebas de todo tipo que veo publicitar, sin descanso, en los monitores que han puesto en las salas de espera de los centros de salud. Pero yo, y creo que muchas personas, lo que queremos es que no nos hagan daño, que se limite al máximo el dolor y la molestia por cualquier tipo de prueba o intervención. Y esto me temo que no siempre está garantizado, ni le importa demasiado a casi nadie. Lo que supone un exceso de dolor que a mi juicio es intolerable, mina el prestigio de los médicos porque pone de manifiesto nuestra actitud (a veces despersonalizada) e impugna los evidentes avances de nuestro sistema sanitario.