Pa negre (2010) es un drama sólido que no pierde nunca de vista la historia que tiene entre manos, narrado con ritmo, sin recrearse en perplejidades ni en los elementos fantásticos, que son precisamente las principales víctimas en esta historia de descubrimientos. Si a eso añadimos el excelente nivel de interpretación del reparto (empezando por las colaboraciones de Eduard Fernández, Sergi López y, sobre todo, Laia Marull, y terminando con el propio protagonista, Francesc Colomer) y la dosificación del suspense, pues es poco probable que deje indiferente. El filme narra la historia de Andreu, un niño cuyo padre debe esconderse debido a sus ideas durante la contienda civil. A pesar de su corta edad, debe sobreponerse a su precipitada huida (aparentemente para siempre), detención, encarcelamiento y condena; y siempre, tras cada uno de esos momentos dolorosos, en lugar de ahondar en el drama lacrimógeno, nuevas revelaciones provocan un giro a la historia que incrementa la intriga acerca de los verdaderos motivos que se ocultan tras tanta crueldad... Una incertidumbre que no se resuelve hasta los devastadores 30 segundos finales. No hay que olvidar que está basada en la novela del mismo título de Emili Teixidor, un veterano narrador de dilatada trayectoria; y es precisamente esa sólida base literaria la que acrecienta los dos principales méritos del Agustí Villaronga (el director): la adaptación del guión y haber dado con el tono y el ritmo adecuados para su desarrollo.
Gracias a la candidatura española para los Oscar 2010, la película ha conseguido alargar su carrera comercial, con razonables opciones de alcanzar la nominación final, ya sea por argumento --completamente universal y homologable-- o por factura técnica y artística. Los profesionales de la Academia se felicitan porque --y es cierto-- en su elección ha brillado el criterio único que debe guiar toda candidatura: la calidad cinematográfica; los políticos y los medios catalanes, por su parte, se felicitan porque una película hablada en catalán y rodada en Catalunya se proyectará en Hollywood y obtendrá la posibilidad de una difusión más internacional. Eso sí, en caso de triunfo final deberemos asistir a la enésima exhibición de orgullo oficial de unas instituciones que no han tenido nada que ver con el éxito del filme (salvo su financiación) pero que se subrogan más mérito del que les corresponde, destacando --con su demagogia y ceguera habituales-- sus bondades como instrumento de normalización lingüística (como si su valor cinematográfico fuera secundario). En realidad, quien sale ganando son los profesionales del cine catalán (artistas y técnicos) y el público, que puede disfrutar de una película que debería marcar una senda para los nuevos (y no tan nuevos) creadores cinematográficos de Catalunya, y por sus alrededores también...