No quiso morir un domingo por no hacerle un feo a su nombre. Así que, nada más asomaron los primeros rayos de sol del lunes, respiró aliviado y se dejó ir. Dio unas bocanadas al aire y abrió los ojos, por última vez, para guardar en la retina el rostro de la que había sido su compañera durante los últimos cuarenta años. Luego, los elevó al cielo y dejó de respirar. No oyó el "noooo" de ella, que no podía creer que en dos meses la vida pudiera cambiar tanto.- ¿Está dormido? ¡Tiene que estar dormido! - preguntó, sabiendo la respuesta, pero aún así aferrándose a la última esperanza.Lentamente, negué con la cabeza, mientras mi propio dolor se desaguaba por mis mejillas. Fuera, en la calle, empezó a caer una fina llovizna que, paulatinamente, se convirtió en aguacero. Cuando alguien querido muere, la lluvia es un consuelo. Parece que la tierra llora contigo.
No quiso morir un domingo por no hacerle un feo a su nombre. Así que, nada más asomaron los primeros rayos de sol del lunes, respiró aliviado y se dejó ir. Dio unas bocanadas al aire y abrió los ojos, por última vez, para guardar en la retina el rostro de la que había sido su compañera durante los últimos cuarenta años. Luego, los elevó al cielo y dejó de respirar. No oyó el "noooo" de ella, que no podía creer que en dos meses la vida pudiera cambiar tanto.- ¿Está dormido? ¡Tiene que estar dormido! - preguntó, sabiendo la respuesta, pero aún así aferrándose a la última esperanza.Lentamente, negué con la cabeza, mientras mi propio dolor se desaguaba por mis mejillas. Fuera, en la calle, empezó a caer una fina llovizna que, paulatinamente, se convirtió en aguacero. Cuando alguien querido muere, la lluvia es un consuelo. Parece que la tierra llora contigo.