Don Ignacio Tarazona, el gran astrónomo valenciano

Publicado el 10 junio 2015 por Astronomy

Parte del texto esta extraído de un libro que conservo con mucho cariño: Anales de la Universidad de Valencia, Año V (1924-1925) – Don Ignacio Tarazona y el Observatorio astronómico de la Universidad de Valencia. Espero transmitir con esta entrada el entusiasmo que tenía Don Igncio Tarazona por su trabajo y por la divulgación astronómica.

 Don Ignacio Tarazona y Blanch, astrónomo español, nacido en Sedaví, Valencia (1854 – 1924).

Catedrático de cosmografía y física del Globo, y hermano del también astrónomo Antonio Tarazona. Don Ignacio Tarazona se doctoró en ciencias exactas por la Universidad de Valencia y sentía una enorme pasión por la astronomía, por su investigación y por su divulgación. En 1898 obtuvo la cátedra de cosmografía y física del Globo de la Universidad de Barcelona. En 1906 regresó a valencia para tomar nuevamente posesión de una cátedra de cosmografía y física del Globo, esta vez en la Universidad de Valencia. Su interés por la investigación astronómica le llevó a fundar sendos observatorios universitarios en las universidades de Barcelona (1905) y Valencia (1909). Éste último, el Observatorio Astronómico de la Universidad de Valencia, todavía está en activo y es el observatorio astronómico universitario más antiguo de España y declarado de utilidad pública en 1919.

De pocos hombres podrá decirse que vivieron y murie­ron para la Ciencia, con la verdad con que se puede decir de Don Ignacio Tarazona. Acaso influyó en su constante e intensa inclinación al estudio, el ambiente familiar en que se educó: uno de sus hermanos, Antonio Tarazona, fué astróno­mo del Observatorio de Madrid y excelente profesor de As­tronomía, y calculó los elementos del eclipse de Sol de 1905, que fue visible como total en España; y otro hermano de Tarazona, Benito Tarazona, Coronel del Cuerpo de Artillería, es recordado como autor de interesantes publica­ciones sobre Mecánica.

Su vocación al estudio de las matemáticas, se manifestó pronto; y, adolescente todavía, comenzó a cursar en Valen­cia las disciplinas universitarias propias de la Facultad de Ciencias, en la cual obtuvo el título de Licenciado y, des­pués, el de Doctor en Ciencias Exactas.

El 20 de Enero de 1887 obtuvo el nombramiento de Profesor auxiliar interino de la Facultad valenciana de Ciencias. Desde aquella fecha, la consagración de Tarazona a la Universidad y, en ella, a la enseñanza, fue absoluta, constante y cada vez más espléndida. En el año siguiente, el 23 de Febrero de 1888, ganó en concurso de méritos el cargo de Profesor auxiliar numerario de la misma Facultad.

Ya entonces sus asiduos trabajos universitarios dejaban claramente presumir todo el fruto de la labor que la Facul­tad de Ciencias podía esperar de su nuevo profesor. Encar­gado de la Estación Meteorológica de la Universidad de Valencia, en 5 de Octubre de 1893, prestó valiosos servicios con su constante observación de datos meteoro­lógicos. Tenia ya entonces, y la tuvo siempre Don Ignacio Tarazona, la condición, en él más sobresaliente que en otras personas, de encariñarse tremendamente con su trabajo. Esta condi­ción, tal vez más que otra ninguna de su carácter, fue en él típica y le condujo siempre a no contentarse con el cumpli­miento reglamentario del deber.

Hemos de ver ese rasgo saliente de Tarazona, distinguirle a través de toda, absolutamente toda, su vida universitaria. Y en aquellos primeros años ya advertimos cómo se destacaba. No se limitó Tarazona a servir con exactitud la Estación Meteoro­lógica. A costa de no pocos esfuerzos, y probablemente de algún sinsabor, editó un modesto boletín que enviaba a los  distintos centros análogos españoles y extranjeros, consi­guiendo con ello afinar el examen de los fenómenos meteo­rológicos y logrando, de paso, el cambio con revistas y pu­blicaciones científicas de gran interés. De aquella época data el comienzo de su admirable estudio de las observaciones de treinta años, trabajo de gran constancia, de difícil síntesis y de depuración muy escrupu­losa. El resumen de este trabajo se dio a conocer en 1911, en el Congreso celebrado en Granada por la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias y fue muy bien acogido por su enorme rigor, y porque fue un precioso documento de indis­pensable necesidad para conocer el clima de la ciudad de Valencia.

Absorbido por estas tareas, no escatimó, sin embargo, las que hubo de ejercitar, por motivos de ausencias, enfer­medades y vacantes, en todas las cátedras de Matemáticas que en aquel tiempo existían en la Facultad valenciana de Ciencias. No le asustó el tener, en ocasiones, que desem­peñar hasta tres clases diarias. Antes bien, ello sirvió para conso­lidar más su amor a la enseñanza y para perfeccionar su vocación docente.

Algunos años después en febrero de 1898 tomaba posesión de la cátedra de Cosmografía y Física del Globo de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona, después de lograr una oposición. Poco después, por consecuencia de una reforma del plan de estudios, hubo de acumular a su cátedra la de Astronomía esférica y Geodesia. Fundando también en esa época el Observatorio Astronómico de la Universidad de Barcelona.

Fue aquél, sin duda, un dichoso y ansiado momento para Tarazona que, en la plenitud de su vida, veía reconocidos y galardonados sus méritos. Pero fue una desgracia para la Universidad de Valencia que se veía privada de un gran maestro por una temporada… pero en 1906 volvió a Valencia.

Bastaría la incesante, prolongada y profunda labor realizada en su cátedra de Cosmografía y Física del Globo y en la acumulada de Cálculo infinitesimal de la Facultad de Ciencias, para que la Universidad de Valencia se sintiese envanecida de contar entre sus profesores con un maestro tan espectacular. Si hubiese querido pedirle más, habría la Universidad quedado muy complacida y satisfecha con su asiduidad a Juntas de Facultad y a Claustros ordina­rios, en cuyos libros de actas se perpetúan tantas interven­ciones acertadas y tantas iniciativas brillantes. En momen­tos solemnes para la vida oficial universitaria, cuando la Universidad de Valencia hubo de redactar el estatuto de su autonomía en el cual habían de cristalizar sus aspiraciones y había de tomar cuerpo su espíritu corporativo, Don Ignacio Tarazona, en aquellos días de revisión de todos los proble­mas docentes, desplegó una actividad que difícilmente será olvidada y se distinguió, entre los que más, en proponer, en aquilatar, en perfeccionar y en fundar el Observatorio astronómico de la Universidad de Valencia.

Fue construido en la calle de la Nave en la ciudad de Valencia, en ese lugar empezó a realizar ciencia Don Igancio Tarazona. Bajo su cúpula giratoria, un telescopio ecua­torial apuntaba constantemente al cielo. Ese Observatorio, que fue legitimo orgullo de la Facultad valenciana de Ciencias, fue todo él obra de Tarazona. El lo soñó, él lo pidió, él lo gestionó, él lo proyectó, él lo ins­taló, él lo dirigió… Y, ese Observatorio fue su verdadera cátedra, su verdadero hogar, su verdadero templo. Dentro de su severo recinto es donde mejor enseñó, donde mejor gozó. Si el Observatorio no fue más grande, más suntuoso, más abundante en instrumentos científicos, fue porque ni le pudieron conceder más espacio ni le pudieron otorgar más recursos; no porque no supiese concebirlo tan grande como fuera preciso.

Este primer observatorio estuvo situado en la calle de la nave pero un incendio  en 1932 terminó con la mayoría de las instalaciones, Don Ignacio de Tarazona falleció unos años antes (en 1924) con lo que no pudo pasar el terrible momento de ver como uno de sus sueños se desvanecía, pues se quemó la cúpula y muchos de sus instrumentos, pero se pudo salvar bastantes cosas y fue trasladado el observatorio finalmente al edificio del rectorado en la avenida Blasco Ibañez de Valencia (antigua facultad de medicina).

Desde el momento mismo en que tomó posesión de su cátedra en la Facultad valenciana compren­dió que, si el telescopio es el brazo derecho de la astrono­mía, era urgente que la enseñanza de su asignatura contara con instrumentos e instalación adecuada para ellos y en este sentido se expresó Tarazona en sus conversaciones con sus compañeros y en las primeras juntas de Facultad a que asistió. Amoldándose a las deficiencias del edificio universi­tario y sacando de ellas el mejor partido posible, solicitó proyectos arquitectónicos, estudió planos, formalizó presu­puestos, formuló demandas y, con la ayuda de la Facultad, pidió consignaciones. Contaba, es verdad, con el apoyo y con el estimulo de sus compañeros y del Claustro, bien compenetrados de la necesidad del Observatorio y llevados, también, de la noble vanidad de que la Universidad pudiese un día jactarse de poseer una institución científica de la importancia de la que constituía el deseo y hasta la obse­sión de Tarazona. Pero, los que conocen la historia íntima del Observatorio, saben muy bien que para verlo erigido tuvo el ilustre profesor que poner a prueba no sólo su constancia y su entusiasmo sino la influencia valiosa y decisiva que le daba su personal prestigio y hasta su desaho­gada posición económica, porque llegó a ade­lantar dinero de su bolsillo, anticipando y su­pliendo lo que de momento no alcanzaban los créditos concedidos por el Estado de esa época.

En él pasó largas horas de su vida, en él hizo gala, como en lugar alguno, de la precisión que le caracterizaba en las observaciones, de la delicadeza en el manejo de los instrumentos y de la seguridad y rapidez en los cálculos numéri­cos; y el telescopio ecuatorial que en él colocara, fue para el maestro el más íntimo de sus amigos y el más fiel de sus confidentes así como el discreto mobiliario del despacho del Observatorio , un cronómetro Pérez-Sechel de tiempo medio, un buen sextante y varios libros científicos de auto­res escogidos. Y no hubo trabajo de cuantos en aquel austero recinto de la cien­cia sideral se realizaron, observaciones de astros, de oculta­ciones y de eclipses y estadísticas de manchas solares, que no fuesen dirigidos, inspeccionados, si no del todo hechos, por Don Ignacio Tarazona. Para él la ciencia astronómica era un sacerdocio y como tal exigía un proselitismo; de modo que Tarazona no reservó el Observatorio a los consagrados, sino que también le abrió a los adeptos, a los iniciados y con cortesía exquisita, a cuantos deseaban observar el cielo, los simplemente curiosos, y no vaciló en sacrificar muchas veces la comodidad y el descanso para atender a todos ellos.

PRIMER INSTRUMENTAL DEL OBSERVATORIO

Algunos apara­tos fueron adquiridos con fondos provenientes de las cátedras prácticas de la Facultad. Y hay también algunos instrumentos que fueron donados generosamente por «un amante del Observatorio», según dice una memoria de la época. Ese amigo era el propio Sr. Tarazona.  He aquí ahora los instrumentos del Observatorio histórico de la Universidad de Valencia en la época de Don Ignacio Tarazona:

  1. Un Telescopio astronómico, con montura ecuatorial, provisto de un objetivo visual eficaz de 6 pulgadas inglesas (152 mm), círculo de posición, caja de oculares y prisma de reflexión total para observaciones cenitales, construido por la casa Grubb, de Dublin. Fue adquirido en Abril de 1907.

  1. Una cámara fotográfica con lentes amplificadora y correctora, construida por la Casa Grubb, de Dublin, especialmente para su adaptación al ecuatorial y fabricada de un modo expreso para la obtención de fotografías solares. Fue adquirido en Junio de 1914.
  1. Un circulo meridiano semifijo del constructor F. Mou-ronval, sucesor de Mailhat, de París; ejemplar premiado en la Exposición Universal de Bruselas de 1910.

Este instrumento fué recibido en Junio de 1914, en ple­na  primera guerra mundial, gracias a las amables gestiones de Mr. G. Bigourdan, astrónomo del Observatorio de París. Mr. Bigourdan, un año antes, cediendo a los ruegos del se­ñor Tarazona, con quien le unía estrecha amistad, acompa­ñó a éste a los talleres Mailhat para examinar detenidamente las condiciones del aparato en el cual introdujo Mr. Mou-ronval algunas modificaciones que le indicó el Sr. Tarazona y que encontró muy interesantes y útiles el constructor.

  1. Un teodolito del constructor Salmoiraghi, de la Casa de Optica «La Filotécnica», de Milán. Fue adquirido en Julio de 1907.
  1. Un cronómetro de tiempo sidéreo, de  Casa constructora Dentele. Fue adquirido en Abril de 1909.

   6. Un péndulo astronómico de tiempo medio, de los constructores Reifler y Strasser & Rohde, adquirido en la casa E. Max Schabel, de Madrid. Fue adquirido en Diciembre de 1911.
7. Un micrómetro unifilar.
8. Un fotómetro de cuña.
9. Un espectroscopio para el estudio de las protuberancias solares.

   10. Un estereoscopio.
11. Un estereomicrómetro. Este aparato y el anterior son de la Casa Zeiss de Yena, y fueron adquiridos en Enero de 1908.
12. Un aparato receptor de Telegrafía sin hilos, de la Casa constructora Ducretet et Roger, de París. Fue adquirido a finales de 1912.
13. Un aparato receptor de T. S. H. de la Casa constructora Ducretet, de Paris. Fue adquirido poco tiempo después del anterior.
14. Un barotermógrafo del constructor Richard, de París.
15. El reíais pendular de la instalación horaria.
16. Tres relojes eléctricos contadores de segundos, aparato para señales horarias y reíais de gota de mercurio, de la Casa constructora Faberyer et Cia. de Neuchatel (Suiza).
17. Dos baterías de acumuladores para T. S. H. de 4 y 80 voltios respectivamente, de la Casa Tudor, de Madrid.
18. Un dipleidoscopio.
19. Un sextante.
20. Un pie de Pistor para el sextante.
21. Un horizonte artificial para el sextante.
Los cuatro anteriores instrumentos y accesorios empezaron a formar parte del material del Observatorio en Junio de 1910.
22. Un cronómetro de tiempo medio de la Casa constructora Pérez-Seckel, de Altona.

Muchos de estos instrumentos se pueden ver en el museo del Observatorio astronómico de la Universidad de Valencia.

La Biblioteca particular del Observatorio, que empezó siendo modesta, es ya una nutrida biblioteca de la que for­man parte libros, folletos, revistas, atlas y mapas de muy diversas procedencias, mientras que fue Director del Observatorio que él había fundado, donó diversos libros de su pro­piedad, entregó, también, los restos de las ediciones de sus trabajos propios y de la traducción libre en español, magistralmente hecha por su hermano Don Antonio, astrónomo del Observatorio de Madrid, de la excelente y sugestiva Aritmética decimal de Cauchy. Pero, además, el señor Tarazona, al morir, legó en su admirable testamento toda su biblioteca personal al Observatorio Astronómico de la Universidad de Valencia. Este valioso y sentimental legado enriqueció notablemente el caudal bibliográfico del Observatorio de esa época. En la biblioteca particular del Sr. Tarazona abundan, como es natural, los tratados y monografías de asunto astronómico y los libros de matemáticas. En estas secciones figuran obras reputadas como clásicas en esas ciencias. Pero, no faltan, además, libros que versan sobre distintas disciplinas afines. Y, figura, en fin, una se­lecta representación de buenos autores de Historia, Litera­tura y hasta Agricultura, que muestran la variada cultura que poseía el Sr. Tarazona. Incluso donó todo el mobiliario de su humilde despacho.

Fue un gran astrónomo y su legado sigue hasta la actualidad. Como hemos dicho el observatorio de la Universidad de Valencia es el observatorio universitario en activo más antiguo de España.  Entre las medidas para su mejora promovidas desde 2000 por el rectorado, del que depende directamente, se construyó el Observatorio de Aras de los Olmos, inaugurado en 2009. En que se hace una gran labor científica y divulgativa como siempre quiso el gran Ignacio Tarazona.

Para saber más:

Observatori astronòmic de la Universitat de Valéncia

Museo Observatori Astronòmic.