Cerramos los pies en estrechos zapatos, haciéndoles pasar calor y frío en ocasiones; los hacemos sudar y no es extraño que se revelen con rozaduras, callos y juanetes en los ancianos.
Todo lo que necesitan nuestros pies es un poco de libertad. Si le damos a un niño unos zapatos mal diseñados y unos calcetines que transpiran poco, le habremos condenado a tener los pies deformes durante toda la vida. Si le añadimos durante los siguientes veinte años los zapatos de moda, ya habremos doblado el tamaño de los juanetes que tendrá de mayor.
La gente mayor y los diabéticos deben tener un cuidado especial con los pies. A ellos, estos problemas muchas veces no les causan dolor, y la cura se retrasa.
La gente mayor debe escoger cuidadosamente los zapatos. Si duelen, no son los adecuados. Para ello debemos probar los dos zapatos, tenernos de puntillas y mover los dedos. Debe quedar como mínimo 1 cm y medio entre el extremo de nuestro dedo más largo y el del zapato. Si los zapatos son duros podemos dilatarlos con un tensor.
Nos debemos cambiar los zapatos como mínimo una vez al día. Así, los pies no se sentirán prensados siempre por los mismos costados.
Debemos lavarnos los pies diariamente con agua caliente y secar bien los dedos. También es bueno que los espolvoreemos con polvos de talco, es muy relajante. Siempre que podamos es bueno andar descalzos por casa y por el campo.
Debemos consultar al médico siempre que tengamos algún problema de pies (los hay que requieren tratamiento). Las pieles duras en la planta del pie se pueden rascar, con cuidado.
Si empiezan a dolernos los pies mejor que visitemos a un pedicuro. Las verrugas, callos, juanetes y uñeros también se beneficiarán si los ponemos en manos de un especialista.