Abastecimiento de agua durante el asedio de Dubrovnik
Fotografía: Peter Denton - Fuente
La imagen calculada, manipulada y meditada puede causar un mayor estrago en la opinión pública y en la toma de decisiones de la agenda internacional que cualquier otro dato fehaciente respecto a la clara violación del más elemental de los derechos humanos: el de la vida. En el complicado laberinto balcánico surgido a raíz de la desaparición del carismático líder, Josep Broz “Tito”, verdadero y exclusivo engranaje de unión de aquella amalgama artificial llamada Yugoslavia, en la que la crisis económica de una modernidad liberal y capitalista mal entendida empezaba a hacer mella en los ánimos de todos los eslavos del sur (fuesen estos croatas, serbios y el largo etcétera de minorías que habitaban el país), la cuestión de la imagen se resolvió como arma de primera magnitud capaz de despertar por si misma las iras de una comunidad internacional escandalizada por la barbaridad de una guerra demasiado cercana.
Calle principal de Dubrovnik
Fotografía: Peter Denton - Fuente
En octubre del año 1991 tropas del antigua ejército federal yugoslavo (JNA) ponían la ciudad de Dubrovnik bajo asedio. Los combates se desarrollaban en las colinas que rodean la ciudad y que descienden bruscamente sobre la costa. Dentro del contexto general de ambiente bélico en el que se desenvolvió la independencia de la república croata, a su vez dentro del argumento más amplio que componía la desintegración yugoslava, la ciudad dálmata se iba a convertir en importante escenario de confrontación, armada y propagandística, que pondría en tela de juicio los resortes que articulan las decisiones en el panorama internacional.Dubrovnik, la antigua Ragusa, es una ciudad orgullosa de su independencia y de su larga historia. Su espectacular patrimonio cultural, simbolizado por la majestuosa silueta de sus poderosas murallas, ha convertido a la ciudad, junto a otros factores como la costa y las bondades del clima, en uno de los principales focos de atracción del turismo internacional. Las calles de la ciudad antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1979, son un hervidero de turismo de crucero, sol y playa, que encuentra en la ciudad croata alguna manera de justificar ansias culturales y, sobre todo, desembolsar importantes cantidades de dinero en las tiendas de suvenires y los más variados locales de hostelería que pueblan los bajos de los históricos edificios. Esta ciudad, hoy en el punto de mira de los turoperadores y las grandes compañías de cruceros, fue brutal escenario de batalla en la guerra que hizo sucumbir a la antigua Yugoslavia.
Hotel Imperial de Dubrovnik en 1999
Fotografía: AlMare - Fuente
Todavía no se han dilucidado las claves que podrían explicar el asedio de la ciudad. No existía una minoría serbia en la región a la que defender y la ciudad había sido desmilitarizada tiempo atrás. La población civil, junto a los miles de refugiados procedentes de la región devastada por la guerra, vivió el asedio por tierra, mar y aire del antiguo ejército bajo las órdenes de Belgradosin posibilidad ninguna de defensa. En los muchos combates y escaramuzas, las tropas serbias hicieron blanco en objetivos civiles, incluyendo el hospital de Medarevo. Pronto llegaron a los medios occidentales las imágenes y las instantáneas de la ciudad antigua en llamas y sus monumentos históricos bajo la mira del ejército yugoslavo, que a su vez acusaba a los croatas de orquestar toda una escenografía de violencia y dolor dentro de la ciudad sitiada. Y fue precisamente la destrucción de Dubrovnik el que envalentonó los ánimos de la opinión internacional que alzó su voz contra el enorme crimen patrimonial que se estaba cometiendo.
Mirjiana Tomic, relatora de los acontecimientos de la ciudad sitiada para el diario El País durante esos trágicos meses, recogía en uno de sus artículos del 16 de marzo de 1992, cuando se cumplían cinco meses de asedio, la sensación que vivía la población de Dubrovnik: la ciudad vivía un “simulacro de vida”. Esa extraña sensación de abandono ante la inminencia del peligro de un ejército voraz e imparable y la desidia fríamente premeditada del Estado Mayor del entonces presidente croata Franjo Tudjman. Las autoridades de Zagreb sabían del impacto internacional de las secuencias de la destrucción de la ciudad. De hecho, habían permitido la evacuación de todas las mujeres y niños de la ciudad mientras que impedían la salida de los hombres con edad militar. A ellos se les encomendó la imposible defensa de la ciudad sin apenas armas ni equipamiento. Era un suicidio que debía interpretarse como la ciudad ofrecida en sacrificio a las fauces del ejército federal yugoslavo como mal menor en el camino de la independencia croata y su reconocimiento internacional. La población de Dubrovnik no comprendía su trágico destino que incluía un final agónico a fuego y sangre facilitado por Zagreb.
Memorial de la guerra en Dubrovnik
Fotografía: Luis Pérez Armiño
Las autoridades croatas sopesaron los beneficios de entregar Dubrovnik a su destrucción, incluyendo la numerosa población civil que buscó refugio entre sus murallas. Desde octubre de 1991 a mayo de 1992 la ciudad sufrió un terrible asedio en el que su único papel consistió en ser simple víctima propiciatoria de los intereses políticos y estratégicos de las autoridades serbias y las croatas. En la actualidad, la ciudad renace gracias al lucrativo negocio del turismo internacional, mientras que la Filarmónica de Belgrado el pasado agosto de 2011 actuaba en el festival de música de cámara Julian Rachlin & Friends, en un gesto de conciliación que trataba de poner fin a uno de los episodios más oscuros de la historia reciente de Dubrovnik.
Luis Pérez Armiño