Al-Andalus se insertó plenamente en el mundo económico del islam. Ello supuso que la economía de la España musulmana, a diferencia de lo que sucedía en los territorios cristianos del norte, fuera de un gran dinamismo. En dicha economía sobresalía, como rasgo más significativo, el trascendental papel que desempeñaban las ciudades, centros tanto de actividades artesanales como mercantiles. Al fin y al cabo, según lo puso de manifiesto, el historiador francés Máxime Rodinson, «tanto el Corán como la tradición consideran favorablemente la actividad económica, la búsqueda de ganancia, el comercio y por ende la producción para el mercado».
Agricultura
De todos modos era también de vital importancia la agricultura. A ello contribuían las condiciones climáticas de al-Anda-lus, lo que explica, según lo señaló el cronista al-Razi, que se recogieran frutos durante todo el año. De cualquier forma las zonas más fértiles se localizaban en los valles fluviales, en particular en el del Guadalquivir. No hay que olvidar, por otra parte, que la mayor parte de la población de al-Andalus (quizá un 75 por 100) se dedicaba a tareas agrícolas. Ciertamente, los principales cultivos de la España musulmana eran los cereales (en particular, el trigo y la cebada, pero también el centeno, el mijo o la avena), la vid (pese a la prohibición coránica del consumo del vino) y el olivo, es decir, los tradicionales de épocas anteriores. No es menos cierto que, en el terreno de los métodos y de los instrumentos de cultivo, seguía en pie la herencia romana, visible en la yunta de bueyes y la rotación bienal. Pero los árabes introdujeron importantes novedades, impulsando notablemente el regadío, sobre todo a base de la noria. Al mismo tiempo conoció una gran expansión la arboricultura, lo que explica el uso de la expresión «revolución verde» que se ha atribuido a al-Andalus. Pero quizá una de las novedades más significativas fue el desarrollo de cultivos como el arroz, los agrios, la caña de azúcar, la palmera, el algodón, la berenjena o el azafrán. Es preciso señalar, asimismo, el auge alcanzado por las plantas aromáticas y medicinales, así como la proliferación de las huertas y los vergeles. También adquirió gran importancia en al-Andalus la sericultura.
Ganadería
Desde el punto de vista de la ganadería los animales que más abundaban en al-Andalus eran la oveja y la cabra, sin olvidar a los caballos, imprescindibles para la guerra, y a las mulas, utilizadas para el acarreo de productos. En cambio retrocedió el cerdo, debido a motivos religiosos. Actividades relacionadas con la ganadería eran la caza y la pesca.
Minería
También fue una actividad de gran empuje la minería, destacando, como principales productos extraídos, el hierro, el plomo, el cinabrio, el cobre y el estaño. También se interesaron los árabes por el oro, que se obtenía del lavado de diversos cursos fluviales, como el Segre, el Tajo, el Genil o el Darro, y las piedras preciosas. Otros recursos naturales por los que mostraron un vivo interés los habitantes de al-Andalus fueron la madera, procedente ante todo de encinas, castaños y pinos, la sal, el mármol o la piedra de construcción.
La ciudad como centro de vida económica
Pero el centro de la vida económica de al-Andalus eran las ciudades. Muchas de ellas tenían raíces romanas, aunque hubo algunas de nueva creación, entre las que cabe mencionar a Almería, Madrid o Calatayud. Sin duda, la ciudad más próspera de al-An-dalus desde el siglo VIII al X fue Córdoba. La monja alemana Hroswitha la denominó «ornamento del mundo». Por de pronto, Córdoba era la ciudad más poblada de todo el Occidente, tanto musulmán como cristiano. Se calcula que, en el siglo X, tenía una población próxima a los 100.000 habitantes. Córdoba era, ante todo, el centro del poder musulmán de Hispania, pues allí residieron sus emires, primero, y sus califas, después, así como sus principales colaboradores en las tareas de gobierno. Córdoba contaba con un gran número de arrabales, pero el centro vital de la ciudad era, por supuesto, la medina. En ella se hallaban, como elementos básicos de la urbe, el alcázar, la mezquita mayor y el zoco. Pero aparte de las actividades artesanales y mercantiles que se localizaban en Córdoba, también se desarrollaban tertulias literarias y actividades lúdicas, como carreras de caballos y peleas de animales. Destacaban, por otra parte, algunos mercados especializados, como el de esclavos y el de libros. Pero Córdoba era asimismo una ciudad abierta, en la que convivían gentes de tres religiones, pues al lado de las mezquitas musulmanas había iglesias cristianas y sinagogas judías. En los alrededores de la urbe cordobesa había numerosas almunias, es decir, explotaciones agrarias con sus casas de campo.
Artesanía
El primer renglón de la producción artesanal de al-Andalus fue el del textil. En primera fila se encontraba el tiraz cordobés, nombre que se aplicaba a las manufacturas textiles controladas por el poder público. Como productos principales cabe señalar los tejidos de seda, de los cuales los más conocidos eran los brocados cordobeses, o los tejidos de lino, que se fabricaban en Zaragoza. Pero no fueron menos importantes actividades como el trabajo de las pieles y los cueros, la producción de vidrio, la fabricación de papel (localizada básicamente en Játiva), los objetos cerámicos, las armas (se fabricaban sobre todo en Córdoba, Málaga y Toledo) o el trabajo del oro, la plata, el marfil y las piedras preciosas.
El Comercio
El comercio era una actividad bien vista en el mundo islámico. El desarrollo de la actividad mercantil en al-Andalus contaba con la existencia de dos tipos de moneda: una de oro, el dinar, y otra de plata, el dirhem . En las ciudades el comercio se realizaba en el zoco, constituido por un laberinto de callejuelas, cada una de las cuales solía tener tiendas de un determinado producto. Dentro del zoco se hallaban las alcaicerías, zonas protegidas en donde se vendían los objetos de mayor calidad. También había alhóndigas, que servían para el almacenamiento de mercancías, así como para el alojamiento de los mercaderes. La actividad del zoco era inspeccionada por el almotacén, que se encargaba del estricto cumplimiento de la ley. Pero al-Andalus mantuvo, asimismo, un floreciente comercio exterior, ante todo con los restantes países islámicos, aunque también con la Europa cristiana. Al-Andalus importaba de África oro sudanés y esclavos negros, y del Próximo Oriente, especias y productos de lujo. Por lo que se refiere al comercio con el mundo cristiano, al-Andalus exportaba productos agrícolas, determinados minerales y tejidos, recibiendo, a cambio, pieles y metales, e incluso armas.
Población
La población de al-Andalus era muy heterogénea. La mayoría eran musulmanes, ya fueran los árabes y beréberes invasores o los muladíes, es decir, los habitantes de la España visigoda que aceptaron la religión islamita. Los musulmanes entregaban como limosna un diezmo de sus bienes muebles, el zacat. Los árabes, aunque minoritarios, fueron, sin duda, el sector dominante de al-Andalus, tanto desde el punto de vista político como económico. Los beréberes, que se arabizaron en el terreno lingüístico y cultural y que eran bastante más numerosos, ocuparon, en general, posiciones inferiores. Los invasores introdujeron en España sus estructuras sociales, de las que hay que destacar rasgos tan significativos como la fuerte cohesión tribal y la práctica de la endogamia. Por lo que se refiere a los hispanovisigodos que se convirtieron al islam, su número fue creciendo con el tiempo, llegando a alcanzar hacia el año 1000 cerca de un 75 por 100 de toda su población. También formaban parte del grupo musulmán los negros procedentes del Sudán, así como los esclavos originarios de la Europa oriental, los llamados saqaliba, los cuales lograron gran predicamento en tiempos de Abderramán III.
Fuera de los islamitas había en al-Andalus dimníes, es decir, tributarios, término que se utilizaba tanto para referirse a los mozárabes, esto es, los cristianos, como a los judíos. Su situación fiscal era mucho más dura que para los musulmanes, pues estaban obligados a abonar un tributo personal, la yizya, y otro territorial, el jarach. No hay que olvidar, por lo demás, la importancia que tuvo la esclavitud en al-Andalus. Su origen era muy diverso: desde prisioneros procedentes de los ejércitos cristianos o de las acciones piráticas desarrolladas en el Mediterráneo hasta negros de África o eslavos de la Europa oriental.
Jerarquía Social en el al-Andalus
Desde la perspectiva social estrictamente había en al-Andalus un agudo contraste entre la jassa, término que aludía a la aristocracia, en la cual coincidían la pertenencia a linajes brillantes, la posesión de grandes extensiones de tierra y su intervención en tareas políticas de alto rango, y la amma, es decir, los sectores populares, tanto rurales como urbanos. La jassa la integraban, básicamente, los linajes árabes dominantes. El famoso «motín del Arrabal», que tuvo lugar en Córdoba a comienzos del siglo IX, fue protagonizado por gentes pertenecientes al ámbito de la amma.
Este artículo Economía y Sociedad de al-Andalus aparecio primero en Historia de España.