En mi etapa laboral anterior, aprendí de primera mano que hay una carencia principal en la Enseñanza; de la que no se habla ni se debate en las altas esferas: aquellos que deciden los contenidos que nuestros jóvenes deben aprender. Y estoy segura que no se habla de ello, pues estas personas (Ministros, asesores de Ministros y asesores de los asesores de los Ministros) tienen una percepción sesgada de la realidad social de la Escuela Pública. Pues ni sus hijos son usuarios de la misma, ni ellos han pisado jamás un aula como profesores. Ya que si así fuera, se preocuparían más en invertir en el sistema público (pilar básico de la cultura de un país).
Pero politiqueo barato aparte, quiero utilizar el espacio que me brinda el blog de Webpsicólogos para proclamar una mejora en la enseñanza de los valores. Ya sé que esta amplia área se trabaja (en teoría desde cada una de las asignaturas) y en la práctica desde el plan de acción tutorial (la tutoría, vamos), que consiste en diseñar actividades relacionadas con los temas transversales al currículo (educación en valores, convivencia, inteligencia emocional… etc). Pero el problema es que dicho plan, ni se aplica como debería, ni se realiza un seguimiento adecuado en muchos centros educativos (no en todos, por suerte), ni se le da la importancia que realmente tiene. ¿Por qué? Pues porque las actividades de tutoría, aunque son evaluables (también en teoría) no cuentan para nota. Así de simple. Y como no hay nota, parece que importa menos. La tutoría se convierte en una hora muerta, a merced de lo implicado que esté el tutor respecto a su puesta en marcha con su grupo de alumnos.
A ver, hablando en plata… En el currículo educativo hay dos escalones claramente diferenciados y jerarquizados: las asignaturas “importantes” y las denominadas “marías”. No voy a entrar en el debate de qué asignaturas corresponden a cada grupo, sólo muestro esta realidad que cualquiera que haya trabajado en educación conoce.
La tutoría no entra en ninguna de las 2 clasificaciones, pues ni siquiera se considera asignatura. Entonces, tenemos que lo que se está valorando en realidad, es que nuestros jóvenes aprendan Matemáticas, sean buenos en Física y Lengua, y hablen, por lo menos, 2 idiomas. Genial. Estoy de acuerdo que eso es importante. Pero ¿no es igualmente importante que además de saber mucho y llegar muy lejos en la vida, sean personas solidarias, justas y con valores?
Cuando entro en la consulta del médico, no sólo espero que sepa realizar un diagnóstico acertado y me ponga el tratamiento adecuado, sino que agradezco infinitamente que además tenga la suficiente sensibilidad como para hablarme con un lenguaje que entiendo y que me transmita amabilidad y comprensión.
Hoy se forman los futuros físicos, economistas, enfermeros, ingenieros… etc. ¿Qué queremos que incluya su formación? ¿Sólo conocimientos técnicos? Yo no.
Y voy un poco más allá. Hace un par de semanas me quedé horrorizada cuando un amigo me comentó que en el IES donde trabaja los chicos jugaban a ”las sentadillas”. Se colocan en círculo, se quitan los pantalones y una chica se va sentando encima de ellos hasta terminar una vuelta completa. Mi amigo se había enterado de esto porque una de las chicas se había quedado embarazada y no sabía quién era el padre.
No me escandalizo por el hecho de que los adolescentes experimenten con el sexo. Lo que me pone los pelos de punta es que una chica se preste de buen grado a jugar a esto. Pues me está indicando que tiene una carencia absoluta de asertividad (no creo que quisiera ser penetrada por todos y cada uno de los que formaban el círculo), una ausencia de conciencia asociada a los riesgos (enfermedades de transmisión sexual, embarazo no deseado… etc) y además una confusión total en lo que a valores personales respecta (pues seguro que esos chicos no la valoraron como mujer sino como un trozo de carne con el que jugar).
Hoy trabajo con adolescentes, pero de otra forma, en terapia, en su casa. Y sigo observando con tristeza que la cosa sigue igual que hace 30 años, cuando no existía ni la Reforma Educativa, ni la Educación en Valores desde la tutoría, ni ninguna de las propuestas que en este sentido impulsa nuestro denostado Sistema. Las chicas critican a la compañera que lleva la falda más corta. Los chicos siguen llamando “puta” a las chicas que mantienen relaciones sexuales con ellos, y además se discriminan unos a otros en función del sexo, raza, religión o cultura. Y a pesar que hay infinidad de programas que se aplican en los centros con el fin de que se inculquen valores entre nuestros hijos, que los ayuden a ser “mejores personas” en un futuro; en el presente, hay algo que sigue fallando. Y yo pienso que falla el sistema educativo en su base estructural. Pues se valora más el alumno que saca todo sobresaliente, que el que muestra conductas proactivas y solidarias. Al primero se le premia y al segundo se le ignora.
La Escuela no solo forma futuros profesionales sino futuros ciudadanos y, en consecuencia, SERES HUMANOS. En el más amplio sentido de la palabra.