En dos años el trabajo profesional de los arquitectos en España se ha encogido en más de un 80%. Toda aquella forma tradicional de acometer las tareas de la construcción, a la que estábamos acostumbrados en este país, está en un proceso de transformación acelerada.
Ello ha ocurrido y sigue todavía ocurriendo en un momento en el que las Escuelas de Arquitectura se han multiplicado exponencialmente a lo largo y a lo ancho de la geografía española. En consecuencia, las cifras de profesionales jóvenes que se incorporan cada año al mundo profesional son cada vez más abultadas y el conjunto de la profesión tiene que acostumbrarse a una situación de enorme escasez de trabajo. Tomando como referencia lo que existe en la periferia remota de este archipiélago, el espectro sociológico de la profesión en España se podría caracterizar por una presencia todavía masiva de equipos pequeños, aquellos formados por menos de 5 personas, en los que uno o varios arquitectos se apoyan en algunos otros técnicos, ayudantes y colaboradores en una especie de diminutos talleres artesanos. Muchos de estos equipos han sido los cómplices técnicos necesarios para llevar a cabo el negativo proceso inmobiliario ocurrido. Ese que ha significado la dañina transformación de nuestros cascos tradicionales, la ocupación salvaje de los espacios costeros y la privatización masiva de los paisajes más representativos de muchos territorios. Aquellos valores que constituían una parte intangible de nuestro patrimonio colectivo han desaparecido con la ayuda de muchos arquitectos.Junto a este conjunto más extenso de profesionales de la construcción, en años más recientes, se ha iniciado también una práctica más compleja, caracterizada por el liderazgo de figuras prominentes a nivel de este país concreto: arquitectos multipremiados y con encargos cada vez más suculentos que han sido catapultados por los medios profesionales en una suerte de retroalimentación constante. Esta especie de las estrellas de la arquitectura local, ligadas a veces a la docencia y a veces a las instituciones públicas, ha estado apoyada por numerosos estudiantes y titulados jóvenes que han aportado una gran ilusión, a los que se les ha exigido una dedicación de alta intensidad y a los que se les ha solido retribuir paupérrimamente, cuando se les pagaba. Las marcas de arquitectura reconocidas se han caracterizado una intensa dedicación a la forma espectacular y una escasa disposición ética, junto con una baja habilidad empresarial más allá del acceso al reconocimiento mediático local; algo que, en su conjunto, les ha impedido consolidarse realmente.
Hace unos años descubría en el blog austriaco Anarchitecture un gráfico inspirador que relacionaba el número de personas con el número de arquitectos en varios países de la Unión Europea. Ese gráfico reflejaba claramente aquellos lugares en los que el exceso de profesionales se correspondía con un claro deterioro de la arquitectura. Italia y Grecia encabezaban la lista de países con mayor proporción de arquitectos y la Republica Checa y Polonia, el extremo opuesto.