El amor en los tiempos del covid

Por Deandarporcasas

Como esos pequeños brotes de hierba que ves nacer del asfalto o entre los ladrillos de una pared, el amor también se abre paso en terrenos difíciles. Guerra, hambruna, o pandemia…Incluso en los peores escenarios, como la naturaleza, el amor encuentra sus formas para crecer.

Hoy les voy a contar una historia de amor, o más bien de su nacimiento.

Ella pasó varias veces por delante de su restaurante en la calle General Mas de Gaminde. Siempre se detenía a mirar, pero nunca se animaba a entrar. Al final un día fue a cenar, convencida por un amigo. George les atendió y comenzaron a hablar, en inglés, algo que siguen haciendo hoy en día. Comió cordero y baba ganoush, ella que hasta ese día aseguraba que no le gustaba el cordero y que odiaba las berenjenas. Resultó que en El Coto le encantó. Él cada vez iba más a su mesa (algo que su amigo se encargó de aclarar que nunca solía hacer). Ella (ah, por cierto, se llama Celina, Anna Celina para mí, creo que soy de las pocas personas que la llaman por su nombre compuesto) no podía dejar de mirarle, le observaba trabajando (algo que incomodaba un poco al amigo que la acompañaba, pero es que no podía parar).

Un tiempo más tarde, justo tres días antes de su cumpleaños, acudió por segunda vez al restaurante de George. Esta vez con otro amigo y esta vez fue ella la que propuso el sitio. Solo había visto sus ojos (cosas de la pandemia y las mascarillas), aún no conocía su cara y ya deseaba tocarle. Ese día no ocurrió, pero tres días más tarde le llegó un mensaje suyo felicitándola por su cumpleaños. Un mensaje que Celina recibió como cuando tienes 16 años y vives tu primer amor.

Afirma que estaba en un buen momento a solas, que no esperaba ni buscaba nada, pero apareció él y se enamoró como una adolescente. Un cortejo en tiempos de poco contacto y muchos WhatsApp, un amor en tiempos modernos para alguien que se siente de alguna forma un alma antigua. Luego llegaron las llamadas, las largas llamadas, se pasaban horas y horas hablando por teléfono. Un día quedaron para un café y fue con la segunda quedada y el segundo café cuando llegó el primer beso. Cuando ella te habla de ese momento, realmente parece que te lo cuenta alguien que hubiera recibido un beso por primera vez. Te describe a la perfección cómo él se quitó la mascarilla, retiró la de ella, y se acercó a sus labios.

Ella nació en Guatemala y ha vivido en Estados Unidos, Francia e Italia. Él nació en el Líbano y ha vivido en Estados Unidos y Nigeria, pero se han venido a encontrar en una pequeña isla del Atlántico llamada Gran Canaria, y más en concreto en su capital, Las Palmas de Gran Canaria. Aquí coincidieron pero ya les unía un viaje gastronómico de olores y sabores. Los dos conservan recuerdos de su estancia en Estados Unidos, y hay más. Una infancia en dos puntos tan distantes como Guatemala y Nigeria pero tan unidos por el gusto. Ambos recuerdan unos primeros años de vida en calles de tierra, grandes mercados y paladares que disfrutaban de plátanos machos fritos, aguacates y mangas. Memorias comunes de dos niños, adolescentes y adultos que nunca se habían visto.

El café y la cultura de la comida es algo que les une. Ambos regentan un restaurante -Celina, Zoe, y él, El Coto-, pero ella nunca se había metido en los fogones. Fue al descubrir la cocina libanesa de George cuando se enamoró de la gastronomía de otro modo. Seguro que muy pronto harán algo juntos. Aseguran que les une su ética de trabajo, su amor por los productos frescos y por la atención al cliente. Así que nos toca esperar a ver con qué nos sorprenden estos dos enamorados. Si entre ellos saltan chispas, seguro que también en sus cocinas.