El arte de pasarse de rosca (Infiltrados en la universidad)

Publicado el 14 septiembre 2014 por Sesiondiscontinua
El otro día di con un reportaje sobre Aterriza como puedas (1980) en el que mencionaron dos detalles que me han ayudado a resituar buena parte del cine ultracomercial que solemos evitar por predecible y zafio: esta película se convirtió, por un curioso azar, en la burla definitiva que dinamitaba un género (el de las catástrofes aéreas setenteras), pero a la vez inauguraba otro (el de las parodias populares con un punto de humor absurdo).
Desde Loquilandia (1941), continuando por el esplendor inigualado de los hermanos Marx, el humor absurdo tiene una larga y exitosa tradición en el cine de Hollywood que desemboca en un enorme delta: uno de sus brazos corresponde al cine de los hermanos Zucker; otro a los buddy films en los que muchos grandes actores --Eddie Murphy, Will Smith, Jim Carrey o Martin Lawrence-- han acabado aterrizando o estancándose (por comodidad o afinidad). De esta rama hollywoodiense surgió otra variante europea de efímero éxito, las comedias de Terence Hill y Bud Spencer (en la que sigue atrapada el cine español, aprovechando el tirón de los humoristas televisivos: desde los hermanos Calatrava, Martes y Trece o Torrente). Y finalmente otro brazo o canal en este delta imaginario, creciente en importancia y caudal, son las comedias adolescentes o de personajes adultos que se comportan como tales; un cine hecho de humor gamberro, hortera, exagerado, paródico, histriónico y altamente testosterónico (sus creativos son todo hombres). Aquí entran las comedias Apatow --Supersalidos (2007)--, las películas de Evan Goldberg y Seth Rogen --Juerga hasta el fin (2013)-- y, por supuesto, el cine de Phil Lord y Christopher Miller. La sombra de Superdetective en Hollywood (1984) es muy, muy alargada.

¿Por qué he tenido la necesidad de resituar el cine ultracomercial, estadounidense para más señas, que no suelo seguir? Pues porque fui a ver Infiltrados en la universidad (2014), la segunda entrega de lo que sin duda será la saga Jump Street, y que combina y parodia ambientes universitarios, policiales y pandilleros sin complejo y con desparpajo. Sinceramente, esperaba encontrar un guión medianamente coherente que sirviera de contrapeso a las gansadas de sus protagonistas, un poco en la línea de Resacón en Las Vegas (2009), pero no todos los días es Navidad. Aun así, confieso que salí parcial y agradablemente sorprendido por lo elaborado de algunos gags y la forma de justificar las vueltas del guión como si se tratara precisamente de eso, del guión de una secuela. Esta clase de humor resulta muy atractivo por su transgresión de las convenciones del cine adulto). Los jóvenes que adoran estos filmes están más que acostumbrados a semejante multiplicidad de significados (resulta llamativo cómo un conjunto tan limitado de películas ha conseguido engendrar un público joven tan competente desde el punto de vista narrativo). La película es todo lo garrula que promete, pero por lo menos no lo fía todo a la vis cómica de la pareja Tatum-Hill. Algo es algo.
Infiltrados en la universidad demuestra que el género está embarcado en una carrera suicida por elevar, en cada nuevo título, el listón de la osadía en cuanto a incorrección política y sexual; visto lo visto, una vez agotadas las bromas a costa de referencias a otras películas, personajes y claves propias del género, hay poco margen para avanzar. Cuando eso suceda, sólo quedará la acción y la espectacularidad, el posible tirón de personajes femeninos (hasta ahora claramente secundarios y funcionales, dada la autoría y el punto de vista testosterónico de estas historias) o guiones que se sostengan por sí solos, cosa que de momento no sucede demasiado.
La historia es un calco e su predecesora --Infiltrados en clase (2012)-- y no se molesta lo más mínimo en disimularlo, al contrario. Lo que sí hay es una intención de encajar los momentos idiotas en gags más amplios, en los que la reacción y los imprevistos aportan una comicidad más intelectual. Hay un par ciertamente meritorios, aunque el mejor se echa a perder por un exceso de histrionismo. Y como remate, fin de fiesta en ambiente desmadrado, con chicas en biquini y persecuciones alocadas... todo bien mezclado para lograr que hasta los escépticos como yo pasen un rato distraído.