Para entender lo que es el Arte qué mejor muestra que estas obras maestras para reflexionar sobre la implicación de lo representado (valor explícito) frente al sentido de lo estético por antonomasia (valor implícito). No es el Arte el mural historiográfico para ver lo que se muestra desde un título explicativo, sino el lienzo equilibrado y armonioso para sentir la fiel combinación sutil de una belleza expresiva y un mensaje sublimado. La leyenda o la historia siempre motivarán una parcial visión ideológica desde la hábil trama de un avezado autor. La poesía y el Arte pictórico lo utilizarán luego para, sin finalidad útil alguna material ni ideológica, elaborar la imparcial creación artística que consiga motivar emoción, armonía, belleza y sentido estético. Sin estas premisas básicas sobre el Arte es imposible llegar a comprender para qué existe o cuál es su sentido más íntimo. Y la confusión y la manipulación llevarán a distorsionar o desestimar la verdad más primorosa que encierra el Arte: una representación de belleza donde lo que se ve no es lo que se mira.
Los grandes pintores de la historia han buscado expresar la armonía y su sentido más estético desde los fenómenos grandiosos de la cultura en la que sus cimientos basaron la civilización en que vivían. Cuando el pintor Jacques Louis David quiso plasmar en un lienzo el sentimiento que le embargara, después de ser apresado en París por los conflictos de la Revolución, llevaría entonces su emoción a sublimarla tanto con su Arte clásico para así componer La intervención de las Sabinas en el año 1799. ¿Hemos de ver en su obra la desnudez como un alarde estético innecesario? ¿Hemos de ver en la utilización de un bebé alzado como la afrenta insensible a una infancia desamparada? ¿Hemos de ver la representación de un enfrentamiento legendario como el agravio misógino de una cultura machista? ¿Hemos de criticar la osadía artística como la celebración inveterada de una violencia remarcada? En absoluto. No es eso el Arte. El pintor francés quiso expresar la incongruencia del enfrentamiento entre dos pueblos que ya estaban unidos por su sangre (las mujeres sabinas habían tenido hijos con los romanos y ya no distinguían sus antiguos parientes de los nuevos). Y David además lo hace con su maravilloso Arte clásico, donde el equilibrio, la belleza, los planos distintos, la perspectiva y los ángulos de los perfiles humanos de sus cuerpos retratan cabales la grandeza de una estética sublime y agradable.
La formación estética es fundamental para discernir la diferencia de las cosas, por eso el Arte precisa educación cultural y sentido ético estético para no confundir propaganda con belleza o representación estética con panfletos de mera ideología o parcialidad interesada. Cuando el pintor barroco Poussin quiso expresar la belleza de su Arte clásico, encontró en la leyenda del rapto de las Sabinas una posibilidad de poder combinar armonía geométrica con los colores vivos que de su paleta pudiera llevar a un maravilloso efecto plástico de aquel suceso. Y lo consiguió gracias a su virtualidad artística sin igual. No es posible la vinculación realista o el sentido documentalista en la representación artística. Porque entonces ya no es Arte, es otra cosa. Si las emociones que el creador consigue plasmar llegan a unos ojos que admiran la belleza a la vez que subliman el mensaje estético, la obra obtiene su sentido implícito más armonioso. Y el mensaje estético, que encierra además un mensaje ético universal, nos llevará a comprender el inhumano e irracional sentido de obtener por la fuerza lo que se puede conseguir por la belleza. Pero esto no critica nada ni elogia nada ni favorece nada. Solo educa, en Arte, en sentido y en belleza.
(Cuadro del pintor barroco Nicolas Poussin, El rapto de las Sabinas, 1637, Museo Metropolitan, Nueva York; Óleo neoclásico del pintor David, La intervención de las Sabinas, 1799, Museo del Louvre.)