El auge de los nanosatélites y la carrera por conquistar el espacio

Por Pallares

Las inversiones en el espacio crecen exponencialmente en los últimos años con cifras que alcanzan miles de millones de dólares. Lo que antes parecía un terreno exclusivo de gobiernos y grandes corporaciones, hoy se ha convertido en un mercado dinámico y competitivo, impulsado principalmente por empresas privadas.

Esta transformación tiene su punto de inflexión a principios de los 2000, cuando el multifacético Elon Musk fundó SpaceX y cambió para siempre las reglas de juego en la industria aeroespacial. Ahora el sector privado ha tomado las riendas de la mano de avances tecnológicos que permiten pensar en nuevas alternativas más innovadoras, económicas y democráticas.

En esta era y por primera vez en la historia, los satélites ya no son patrimonio exclusivo de las superpotencias económicas, sino un ejemplo más del poder que puede alcanzar la sinergia entre el abaratamiento tecnológico, la colaboración 2.0 y la revolución DIY (Do It Yourself).

Uno de los desarrollos más interesantes es la irrupción de los nanosatélites, pequeños dispositivos que han hecho posible que la exploración espacial, las comunicaciones y otros servicios relacionados estén al alcance de más actores, desde universidades hasta empresas emergentes. Además de reducir significativamente los costos de los lanzamientos al espacio, estos avances han facilitado el acceso al mismo, permitiendo que sectores antes excluidos participen en esta creciente revolución.

Hasta hace poco, los satélites eran gigantescas y costosas infraestructuras desarrolladas por gobiernos y grandes compañías privadas, con precios que podían alcanzar millones de dólares. Estas estructuras, a menudo de gran tamaño y complejidad, cumplían funciones de telecomunicaciones, observación terrestre y navegación, entre otras. Sin embargo, los costos asociados con su fabricación y lanzamiento limitaban su uso a un número reducido de actores globales.

El surgimiento de los nanosatélites ha cambiado el panorama. Con una masa de entre 1 y 10 kilogramos, son considerablemente más pequeños que los satélites convencionales, lo que les permite ser mucho más económicos de producir y lanzar. Un nanosatélite se puede desarrollar, fabricar y poner en órbita en cuestión de meses con una inversión que va de los 350.000 a los 600.000 dólares (frente a los 50-100 millones de dólares de costo de un dispositivo tradicional).

Empresas como Interorbital Systems han democratizado aún más el acceso al espacio, ofreciendo vuelos a un costo accesible para satélites pequeños de entre 13.000 y 38.000 dólares por unidad. Estas compañías también están creando nuevas oportunidades para universidades, gobiernos y actores privados, brindándoles acceso a recursos espaciales que antes estaban fuera de su alcance.

La flexibilidad y adaptabilidad de estos dispositivos también les otorgan grandes ventajas: una de sus características principales es la capacidad de operar en órbitas bajas, que se traduce en menores costos de lanzamiento y en un menor requerimiento de energía para posicionarse.  También utilizan transmisores de menos potencia para transferencia de datos, por lo que los costos operativos son más eficientes desde todo punto de vista.

El uso de nanosatélites no es reciente, pero sí viene experimentado un auge en los últimos años. Aparte de los bajos costos asociados, el éxito se debe a que pueden ser utilizados para todo tipo de aplicaciones como la toma de imágenes de la Tierra, y la recolección de datos meteorológicos. Incluso, compañías como SpaceX y Google han comenzado a crear constelaciones de satélites en órbita baja para ofrecer servicios de telecomunicaciones e internet a rincones remotos.

Tal es la tendencia que Uruguay ha comenzado a destacar como un actor emergente en la industria de los nanosatélites. En 2015, la empresa argentina Satellogic, dedicada a la fabricación de estos dispositivos, inauguró una planta de producción en Zonamerica, abriendo escenario a que otras como Epic Aerospace, apuesten al país como punto estratégico para sus operaciones. Recientemente, la empresa Tlon Space ha anunciado avances en su objetivo de llevar adelante una base de lanzamiento de nanosatélites en el balneario La Esmeralda, ubicado entre Aguas Dulces y Punta del Diablo en Rocha, despertando el malestar de vecinos y académicos preocupados por posibles daños ambientales.