A diferencia de las flores que necesitan de la llamada de la primavera para manifestar su presencia, nuestra sonrisa no es esclava de ninguna estación, está siempre disponible, sin límites a su florecimiento. No hay ninguna razón, pues, para ser avaro con ella, disponemos de su poder para cualquier situación. Sonreír, de corazón, nos pone en contacto con nuestra esencia, por eso precisamente nos sitúa por encima de nuestros problemas y enfermedades. Debido a su inocencia, a su transparencia, a su falta de ataduras, en definitiva, a su libertad e independencia de los personajes que solemos interpretar, el poder de la sonrisa nos suele pasar inadvertido.
A diferencia de las flores que necesitan de la llamada de la primavera para manifestar su presencia, nuestra sonrisa no es esclava de ninguna estación, está siempre disponible, sin límites a su florecimiento. No hay ninguna razón, pues, para ser avaro con ella, disponemos de su poder para cualquier situación. Sonreír, de corazón, nos pone en contacto con nuestra esencia, por eso precisamente nos sitúa por encima de nuestros problemas y enfermedades. Debido a su inocencia, a su transparencia, a su falta de ataduras, en definitiva, a su libertad e independencia de los personajes que solemos interpretar, el poder de la sonrisa nos suele pasar inadvertido.