En nuestro vocabulario existen muchas frases parecidas a “el dinero no es la felicidad, pero se le parece mucho”. Desde niños nos educamos para dar un valor supremo al dinero, hasta que se convierte en la causa de nuestra existencia.
Cuando alguien tiene más dinero y oportunidades que uno, es difícil no sentir resentimiento o envidia. ¿Por qué esa persona lo tiene todo y yo no? Eso es lo que pasa cuando tu papi te lo da todo y no te cuestan las cosas. Pero mira a ese ·$&/(!,¿cómo es posible que tenga tanto?
Pero una y otra vez, esta conducta compulsiva por el dinero ha demostrado que solo deja insatisfacción y, en muchos casos, infelicidad.
Es cierto que el dinero es muy importante. Es un excelente medio de intercambio para tener una vida cómoda en el mundo humano. Pero mucho dinero no significa mucha felicidad.
Hace algún tiempo tuve una charla con alguien que criticaba mucho a países como Tailandia, Camboya o Nepal. Decía que la gente ahí era muy pobre y que no podían salir adelante porque no querían. Que no eran pueblos prósperos como en occidente.
Sin embargo, estas naciones budistas, aunque no tienen infraestructura o comodidades como muchos países de occidente, son naciones donde la gente está más contenta y en paz. Con vidas simples y muchos menos problemas existenciales, a diferencia de nosotros. Por supuesto que también hay lujos, gente rica y problemas existenciales, pero mucho menos.
Y es que en los marcadores de prosperidad que nos hemos creado, olvidamos incluir cosas más vitales como el bienestar, la tranquilidad, la sencillez de la vida o solo sentarse en silencio por las mañanas. Son instancias que no se pueden cuantificar, porque hay que vivirlas para creerlas y apreciarlas.
El dinero puede construir o destruir culturas completas. Pero por suerte no hay que esperar a que sucedan cambios macroeconómicos para entender que hay una ruta alterna.
La práctica Zen nos da la capacidad de estudiar, trabajar y fijarnos metas; sin caer en la obsesión y siempre apreciando el dinamismo de la vida. Abrimos el corazón a la Señora Impermanencia y nos adaptamos al cambio.
Al mismo tiempo, solo tomamos lo que necesitamos para tener una vida cómoda. No cometemos excesos, porque entonces nos volvemos parte del problema.
El Buda no veía la fortuna económica como algo malo. Solo era necesaria, pero también lo era el entrenamiento de la mente para no caer en excesos y en la cancelación de la compasión. Nos dejó varias enseñanzas al respecto que explicaremos en los siguientes artículos de esta serie.