"La tierra, dijo él, tiene una piel; y esa piel tiene enfermedades
Una de ellas se llama por ejemplo: hombre"
Así habló Zaratustra. Friedrich Nietzche
Béla Tarr, es uno de los directores más personales y conocidos del cine húngaro, sus agudas percepciones de la vida se expresan en su cine pausado, lleno de filosofía y poética del desencanto. Este cineasta que ha realizado nueve largometrajes, todos en blanco y negro, donde los planos secuencia y pocos diálogos son protagonistas. Tarr heredero de la Escuela de Budapest, quien retrata al hombre en su esencia más profunda y despoja de toda convención, es un cineasta que imprime en sus películas tanto su origen de la clase trabajadora, sus ideales filosóficos y principalmente una mirada metafísica y absorta en un lirismo propio de directores como Andrei Tarkovsky o del cine silente.Un director que no parece tener influencias directas del cine, que trata abiertamente de alejarse de encasillamientos estéticos, y que toma de un lado y otro, elementos que alimenten su trabajo cinematográfico, provenientes tanto de la pintura, teatro, literatura y obviamente de directores a los que admira, pero todo con su particular visión y estilo. Es un cineasta, que se expresa desde lo visual y por lo tanto, desde las pinturas de Brueghel hasta los movimientos de cámara de un Tarkovsky o Dreyer, hacen parte de su obra, es en cierta forma un coleccionista de las más bellas percepciones del arte, y como otros filósofos/cineastas, los pone al servicio de su propia intelectualidad.
En un agreste y remoto paraje, vemos como un hombre y su caballo se desplazan penosamente; mientras un viento frío y desolar los acompaña de forma brutal en su recorrido de regreso; este plano secuencia, con la música de Mihaly Vig como tétrico guía,es el inicio de este relato donde Ohlsdorfe, el carretero (János Derzsi) y su hija (Erika Bók), se internarán en la oscuridad del mundo y de sus propias miserias.El pausado, repetitivo y contemplativo ambiente de este largometraje, se refleja tanto en los personajes, movimientos de cámara y principalmente en la composición de cada uno de los planos y secuencias, treinta en total, planificadas no sólo para mostrar la opresión y desgaste del tiempo sino de la la misma realidad fílmica del Caballo de Turín.Estructurada en seis capítulos, que corresponde a seis días, en las que padre e hija, y el caballo, irán apocando sus fuerzas, el hambre irá disminuyendo y el peso de la vida será más grande; como es habitual en el trabajo de húngaro, las ventanas, puertas y otros elementos se convertirán en objetivos contemplativos tanto para los personajes como para el espectador, espacios que se transmutan en espejos de las reflexiones o miserias de cada unos de los actores que Tarr, utiliza en sus producciones.
Que se puede escribir sobre la genial, tenebrista y teatral fotografía de Fred Kelemen que utiliza en esta película, -vanagloriado por Susan Sontag- y considerado como unos de los mejores en su campo, un verdadero artífice del expresionismo alemán contemporáneo, con sus altos contrastes, texturas y donde la imagen fotográfica tiene tanto un lenguaje como una reflexión y postura filosófica, que empata perfectamente con el cine del húngaro. Sin dejar de lado, el brutal trabajo de los camarógrafos (steadycams) de Tilman Buttner y Marcus Pohlus, quienes serán a fin de cuentas quienes ponene en práctica los que los ojos de Kelemen componen. La música, compuesta por Mihaly Vig, esa triste y apocalíptica melodía que inunda al filme de esa profunda y desasosegante sensación, que cada uno de los personajes, va similiando a medida que lo inexplicable se va cerrando en la casa y en el exterior en donde habitan el carretero y su hija. Otro de los elementos fundamentales y, que le dan esa densidad y espectral angustia es la magnífica, grave y potente voz de Mihály Ráday, narrador omnisciente, y que en gran parte del metraje actuará junto al música de Vig, como el vínculo que se va proyectando a la oscuridad.
Aunque la película pueda entenderse como una especie de Apocalipsis - casi bíblico-, es más una concepción del sinrazón de la vida, película nihilista y pesimista sobre el hombre y su naturaleza, que toma la figura de Nietzche, no sólo como excusa narrativa sino como elemento - sus ideas y filosofía- que permea tanto lo visual, argumental y filosófico del largometraje, como dice Tarr, la película posee una "especie de sombra Nietzscheriana".
Que se puede opinar frente a esta genial, desencatadora y lírica propuesta de uno de los cineastas más complejos, personales y reflexivos del cine actual, un director que ven en el fracaso, los perdedores y en la angustia humana, su gran y valioso motor de trabajo. Toda una obra, que bajo la maestría de Fred Keleman, las bellas y tristes notas de Vig, y demás personajes que componen el mundo o atemporal universo de Bélla Tarr, hacen de este director, el más importante de Hungría, y para las revistas, listas y demás artilugios cinematográficos, como uno de los mejores cineastas contemporáneos (vivos) y con una marca tan personal y compleja, como el tiempo y el espacio, en el que muchas veces Tarr, compone sus obras.
Zoom in: Aunque ya lo haya negado, última película y retiro del cine de Béla Tarr.
Rodada en 30 planos secuencias, o la mayor parte de ellos
Montaje Paralelo: Melancholia (2011) -Take Shelter (2011) - Sacrificio (1986) - El ángel exterminador (1962)