El camellito emplumado

Por Erasmo
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Por: Héctor Medina Varalta
Dedico este cuento a todos los niños del mundo, muy en especial a mi pequeña amiga Kitty Solano Vidal y a tod@s los niñ@s que padecen Mucopolisacaridosis (MPS).
Al oasis de un desierto de Arabia llegó un camellito de aspecto desaliñado. El animalito ignoraba su nombre y quiénes eran sus padres. Tal vez todo se debía a que había recibido un golpe en la cabeza- pues ésta sangraba- que le había hecho olvidar hasta su lugar de origen.
Los camellos que ahí se encontraban lo vieron con burla. En realidad, la apariencia del recién llegado era muy extraña, pues tenía la joroba cubierta de plumas. Los de su especie pertenecían a una caravana de beduinos, éstos al notar la presencia del nuevo miembro decidieron utilizarlo como medio de transporte, no sin antes reírse de aquella protuberancia emplumada. Como esos hombres iban de un lugar a otro muy seguido, una mañana decidieron trasladarse a la Meca, pues dicha ciudad pronto sería concurrida de peregrinos que visitarían Kaaba (Piedra Negra). Ahí, los beduinos ofrecerían su mercancía: incienso y otras esencias aromáticas.
Días después, la caravana llegó a su destino. El camellito emplumado se entretenía viendo el trajinar de los hombres. Una tarde, al pasar por un corral descubrió a unos potrillos que estaban jugando; y como el camellito emplumado quería divertirse se acercó. Pero, los potrillos al ver su joroba cubierta de plumas lo rechazaron. Como ni los suyos ni ninguna otra especie quiso jugar con el camellito, éste se dio a la tarea de contemplar, desde considerable distancia el vuelo de unas aves, que desde el primer día que llegó había llamado su atención. Era un espectáculo verlas volar sobre la cima de una montaña.
Una noche, el camellito emplumado se sintió más triste y solo que de costumbre. Al dirigir su mirada hacia la montaña, suspiró al ver cómo volaban unas aves. Un grillo que lo había escuchado se conmovió.
- ¿Por qué suspiras?- preguntó el insecto.
- Es que me siento muy triste.
- Pero, ¿por qué?
- Todos me rechazan a causa de mi joroba emplumada y ningún camello de mi edad quiere jugar conmigo. Y para serte sincero también suspiro porque me gustaría ser pájaro. Ah, si al menos supiese de donde vengo, creo que mi suerte sería otra.
- Si te dijese- expresó el grillo- que este no es tu país, y que además puedes volar, ¿lo creerías?
- ¿Te estás burlando de mi?
- No, amiguito; tu país es Grecia, y esas aves que tanto han llamado tu atención son tus padres que te están buscando.
- Lo primero puedo aceptarlo porque no recuerdo mi lugar de origen. Pero, lo último es imposible, pues soy camello, no ave.
- Ni lo uno ni lo otro. Sin embargo, puedes volar; lo que consideras joroba, en realidad son alas. Ellas formaron una protuberancia emplumada porque se han atrofiado por falta de uso. Pero con un poco de voluntad y otro tanto de perseverancia, podrás surcar los aires de nuevo.
El que se consideraba camello siguió escuchando al grillo que lo invitaba a desplegar las alas. Poco después, quien había seguido el consejo surcaba los aires. Desde la altura se escuchó un relincho de júbilo, y mientras se dirigía hacia donde sus padres se encontraban, exclamó:
- Ahora lo recuerdo... ¡soy un Pegaso! Gracias, muchas gracias, hermano grillo.
Desde entonces, el pequeño Pegaso visita al grillo de vez en cuando; y cuando llega la primavera se lo lleva a Grecia, donde es recibido con una diminuta corona de laurel por los padres de su amigo.
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