Lo único molesto fue la toma de la vía, la aguja tiene que ser grande.Sentada en mi poltrona, con la laptop en las piernas, leo y releo nuevamente los correos de apoyo que me envían mis hermanos y mis amigas, que importante es saber que estoy en sus oraciones, recibir sus palabras, los amo. Las enfermera que me toma la vía es muy amable, la consigue a la primera, es un pinchazo fuerte y doloroso, pero rápido. Una tras otra me van colocando las medicinas, un total de 8 horas de quimio y hora y media de espera, total unas 8 horas allí, pero la pase bien. En un momento todas las poltronas estaban ocupadas con pacientes, el 70% mujeres; cuando me fui solo quedaba una paciente.Cada vez que me acordaba bendecía cada gota de medicina que entraba en mi cuerpo. Duermo mucho debido al antialérgico que me administran y en los momentos que estoy despabilada uso mi laptop, una buena idea de mi hijo Jesús.
Para paliar el hambre me permiten llevar comida de olores suaves: traje jugo de lechoza y piña, un puñado de nueces y pasas y dos pancitos integrales rellenos de yogurt que comí a trozos, espaciándolos lo mejor posible. Nada de malestar, me siento bien, un poco cansada. Mi mamá me llama cada rato, a veces preocupada y la tranquilizo. Mi esposo llega en la noche, viene de un viaje de trabajo de una semana, verlo me alivia y me hace sentir más tranquila. Nos acostamos a las 10 y pico, no he notado ningún malestar. Está claro que el miedo no es al tratamiento, es a no obtener buenos resultados aunque haga todo lo que esté a mi alcance.
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