El «Cantar de mio Cid» y la pistola de Chejov

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

El Cantar de mio Cid muestra como el estudio de una obra literaria puede estar demasiado mediatizado por el enfoque crítico que, enzarzados en discusiones sobre determinados temas alrededor de la obra literaria, se olvidan otros así mismo muy importantes.

Me explicaré

Como es bien sabido, don Ramón Menéndez Pidal no solo dedicó buena parte de su vida al estudio del poema épico, sino que elaboró toda una teoría para explicar el origen de la épica medieval (cantares de gesta, romances) que interpretara a la vez la existencia y las características de este poema. Es la bien conocida teoría neotradicionalista, según la cual el poema épico nace como un intento de propagar las noticias de un hecho bélico. En su propagación (y en su recitado), el poema va creciendo a base de las aportaciones de los diferentes juglares que lo recitan ante el pueblo.

De este modo, la poesía épica presenta unas características específicas:

  • Nace al calor de unos hechos históricos.
  • Tiene un objetivo informativo.
  • Se re-crea en cada uno de los recitados.

Detrás de esta idea, creo que a don Ramón lo que le preocupaba era un objetivo bastante romántico, inscrito en lo que se conoce como el espíritu noventayochista: ver como en el poema se plasmaba el espíritu castellano, es decir, expresión de un pueblo, el volksgeist, siguiendo la idea del romanticismo alemán.

Sin embargo, esta teoría tuvo varias consecuencias. La primera fue que, al considerar que el poema tenía un objetivo informativo, se restaba su finalidad artística, y no se consideraba como un objeto estético.

Al ser una obra literaria escrita para informar, en este caso como propaganda de la figura del Cid, don Ramón invirtió buena parte de sus esfuerzos de investigación en demostrar el carácter historicista del poema. Partiendo de su realismo (que lo diferencia de la épica francesa), se empeñó en demostrar la veracidad de buena parte de la trama, sin darse cuenta de la importancia que tiene la ficción en la obra, ya desde los nombres de las hijas del Cid.

Además, se entendía el poema extenso como el resultado de una obra que ha ido creciendo por acumulación de improvisaciones y se va ampliando a medida que se recita ante el pueblo (vasallos, guerreros y señores), de manera que el poema mismo, que carece de autor entendido de manera contemporánea, es, en realidad, expresión del pueblo.

De nuevo, el poema épico no es, ni mucho menos, obra de un poeta, sino de un pueblo que lo mantiene vivo al recitarlo y recrearlo en su memoria colectiva. Por eso (y por otros motivos), ya al final de su vida, apostó por una doble autoría del Mio Cid: los dos primeros cantares, más próximos a la realidad histórica, eran de un juglar, cercano a la época del personaje histórico, y el tercer cantar, en el que se concentra la acción más novelesca, era obra de un segundo juglar, más alejado históricamente de la figura del protagonista, puesto que todo lo narrado es sencillamente inventado; o, en términos contemporáneos, ficción.

De este modo, se hipotetiza la fecha de creación: dado el mencionado carácter historicista del poema, debe ser próximo a la vida del Cid. Por tanto, si este muere en 1099 y al final del poema se alude a su muerte (vv. 3726-3727), no se pudo escribir mucho más tarde. Por ello, Menéndez Pidal (analizando rasgos históricos y lingüísticos) creyó que el poema en su conjunto y con su doble autoría fue escrito en 1140.

Estos tres aspectos, la historicidad del poema, la autoría y su datación son los motivos críticos que más ríos de tinta han hecho correr en la crítica literaria española. El problema es que de este modo se ha dejado de lado es estudio intrínseco de la obra en sí misma.

Buscar la veracidad de lo narrado en el poema resulta un esfuerzo interesante, pero no siempre necesario para el conocimiento y análisis de la obra literaria. Puede resultar pertinente para entender mejor ciertos pasajes de interpretación difícil, pues el contexto del siglo XII o XIII y el actual es bien distinto. Así, por ejemplo, saber qué era el principio de la ira regis nos ayuda a comprender el destierro del Cid y lo que supone la disposición real de que nadie ayude al guerrero en su viaje hacia el exilio. Sin embargo, constatar que lo narrado ocurrió realmente no ayuda a interpretar mejor el texto, como saber si Rodrigo Díaz produjo tal sentimiento en Alfonso VI o no. Es como comparar los hechos históricos de la batalla de Trafalgar con el Episodio nacional sobre el mismo acontecimiento. ¿Qué aporta a la obra galdosiana?

También se ha pretendido identificar al autor del poema. El gran medievalista Collin Smith interpretó de manera distinta a Menéndez Pidal (siguiendo estudios anteriores, como los de Ubieto Arteta), los versos bien conocidos que cierran el manuscrito. Cito por la edición modernizada de Alberto Montaner:

Al que escribió este libro Dios le dé el paraíso, ¡amén!
Pedro Abad lo escribió en el mes de mayo
en era de mil doscientos cuarenta y cinco años.

Mientras para Menéndez Pidal se trata de la anotación hecha por el copista, Smith y otros estudiosos han visto la firma del autor. De nuevo, las disputas críticas, a la que se han añadido numerosos especialistas, se han hecho ingentes y se han propuesto varios y posibles Pedro Abad (o Per Abat en el original) rescatados de antiguos documentos. El problema es que la identificación con este Pedro Abad se basa más en conjeturas que en datos objetivos, del mismo modo que lo hacía Menéndez Pidal con sus dos juglares y la doble redacción del poema. De este modo, la especulación -poco propicia para el conocimiento objetivo- campa por sus fueros. Sin embargo, lo que sí es importante es comprender el poema como la obra de un autor culto, porque se identifica con una intención estética. Y en ello insistiré después.

Finalmente, la fecha de la datación es lo que ha traído la tercera disputa. Como se ve en la cita, en el poema se afirma haberse escrito en 1245. La fecha sigue la era hispánica, usada ya desde los tiempos del Imperio Romano. En Castilla se utilizó hasta el siglo XV. Este cómputo cronológico lleva un desfase de 38 años respecto al calendario actual, de manera que la datación nos da la fecha de 1207. Aunque Menéndez Pidal consideró que era, como mucho, la fecha de la copia (y aún la pospuso cien años más), tras muchos debates, análisis lingüísticos y alusiones, etc., actualmente se cree que el poema debió escribirse sobre esa fecha o un poco antes, hacia 1200.

Estructura del Cantar de mio Cid

Pero volvamos con la teoría del autor único. Ya he dicho que resulta no solo arriesgado, sino, sobre todo, un tanto ingenuo querer localizar a un autor simplemente por un nombre. Lo importante no es dar con una persona, sino con un perfil del autor, pues nos permite comprender, de nuevo, el poema como una obra de arte unitaria, no como una acumulación de breves poemas noticieros. Y en esto, cada vez ha de haber menos dudas: el Cantar de mio Cid presenta una unidad indiscutible que se refleja de forma muy clara en su estructura, porque, en su creación hay en él una voluntad artística reconocible, no solo noticiera.

Por eso, no puede entenderse ni como obra de dos juglares ni como acumulación de motivos independientes unidos solo por el desarrollo de la biografía de su protagonista, por una sola razón: es una obra que presenta una estructura unitaria y bien trabada.

Veámoslo.

El poema se divide en tres partes o cantares. No existen tales separaciones en el manuscrito del poema, pero las alusiones internas, al principio y al final del cantar segundo permiten esta división. El primer verso advierte que hay un cambio respecto a lo anterior: "Aquí comienza la proeza de mio Cid el de Vivar". Al acabar esta segunda parte, el mensaje es explícito: "¡Las coplas de este cantar aquí se van acabando, / el Creador os proteja con todos sus santos!"

Esta división fue claramente señalada por Menéndez Pidal. Sin embargo, lo que no supo ver de forma tan clara fue la estructura interna del poema. Su articulación y su carácter unitario muestran de forma fehaciente que el poema tiene un solo autor.

El objetivo del poema no es hacer una biografía de Rodrigo Díaz de Bivar, sino que va más allá: el poema nos habla de la pérdida y la recuperación de la honra. No solo con ello se articula toda la trama, sino que se estructura alrededor, siguiendo unos patrones fijos que giran en torno a la oposición de la figura del rey. Cuando este entra en escena (casi siempre a través de una embajada de Álvar Fáñez en nombre del Cíd) ha sido precedido por unos hechos bélicos; tras su presencia, se generan otros hechos también bélicos cuya función es aumentar la honorabilidad y riqueza (a menudo igualadas) del Cid. En ocasiones, en vez de sucesos bélicos se narran otros relacionados con su familia, como las bodas de sus hijas o la afrenta de Corpes.

El primer cantar empieza con la partida de Rodrigo Díaz y sus hombres hacia el exilio. Tras el engaño a Raquel y Vidas como modo de lograr dinero para financiar su ejército y dejar a salvo a Jimena y sus hijas en San Pedro de Cardeña, el Cid cumple con el mandato real del destierro. Primeras acciones bélicas y primeras victorias, que representan importantes beneficios económicos. Por esto, parte de estos beneficios los presenta Álvar Fáñez ante el rey: como presente para aplacar su ira o enfado real. Las correrías llegan a oídos del conde de Barcelona, que pierde la batalla ante los hombres del Cid.

Una síntesis argumental permite realizar un análisis estructural que ilumina la función de cada una de las partes.

Infantes de Carrión como episodio final. No se trata de un episodio bélico, pero se ha generado como consecuencia de la visita al rey. De un modo esquemático, la síntesis del cantar queda como sigue:

afrenta de Corpes. Supone una recaída en lo más bajo en el proceso de recuperación de la honorabilidad. Dado que las bodas han sido realizadas a petición del rey, el Cid reclama a Alfonso la recuperación de este honor, lo que desemboca en las cortes de Toledo y el extenso juicio. El resultado de este juicio es el enfrentamiento en el campo de batalla (por tanto: un hecho bélico) entre los hombres del Cid y los Infantes de Carrión y sus aliados. El resultado es no solo la recuperación de la honra por parte del Cid, sino la culminación absoluta: su parentesco con los reyes de Navarra y de Aragón.

En síntesis, los sucesos se desarrollan del siguiente modo:

Otros aspectos que sirven a la unidad del poema

Una estructura unitaria, no cabe duda, apunta a un solo autor que, además, es plenamente consciente de la obra que está escribiendo. Prueba de ello es que a lo largo de la narración pueden encontrarse una serie de escenas, alusiones, anticipaciones, etc., que muestran el carácter unitario y de obra cerrada del poema. Es lo que se conoce como la pistola (o el clavo) de Chejov. Hay varias versiones sobre la frase, pero viene a decir que " si en el primer acto has colgado una pistola en la pared, en las siguientes debes disparar. De lo contrario, no la pongas ahí ".

Siguiendo esta idea (evidentemente, muy avant la lettre) aparecen una serie de elementos que marcan la unidad estructural del poema que, además de justificar la autoría única hacen muy difícil que el poema sea resultado de un recitado improvisado.

  1. Los epítetos épicos. El Cid recibe dos apelativos a lo largo del poema que se van repitiendo en diferentes lugares. Son los conocidos epítetos épicos: "en buena hora ceñiste espada" ("en buen ora cinxiste espada", v. 41) y "el que en buen hora nació" ("el que en buen ora nasco", v. 1195). Se van repitiendo a lo largo del poema con diferentes variaciones. Tradicionalmente, el epíteto destaca la cualidad más importante del personaje: "Aquiles el de los pies ligeros", "el ingenioso Ulises", "Roldán, el bien vasallo". En el Cantar, los epítetos del Cid tienen una clara voluntad sintetizadora: destacan por un lado, el elemento bélico ("ciñó espada"); por otro lado, "el que en buena hora nació" nos muestra la fortuna de quien, a pesar de iniciar de forma trágica el poema, con el destierro, está destinado a un final más glorioso. De este modo, los dos motivos se van recordando como auténtico leit motiv wagneriano a lo largo del cantar que anuncia su conclusión.
  2. El sueño premonitorio. Esta anticipación de un final feliz, como diríamos en la actualidad en términos cinematográficos, ya está predicho al principio del poema. El Cid acaba de iniciar su exilio y se le aparece el ángel Gabriel en sueños (por otra parte, el motivo del sueño premonitorio está directamente tomado del sueño de Carlomagno en la Chanson de Roland) y le vaticina este glorioso final:

¡Cabalgad, Cid, el buen Campeador,
pues nunca en tan buen momento cabalgó varón!
Mientras vivas, lo tuyo saldrá a la perfección.

(vv. 407-409)

    Los Infantes de Carrión. En tercer lugar, los antagonistas del Cid. Por un lado, los personajes de los Infantes de Carrión. Su figura está presente a lo largo del segundo cantar y preside el tercero. Pero su aparición es muy anterior, en la segunda embajada de Álvar Fáñez ante el rey. Se presentan como unos cortesanos codiciosos del favor del rey y de la fortuna que está acumulando el Cid:

Entonces entre sí hablaron los infantes de Carrión:

-Mucho crece la fama de mio Cid el Campeador,
bien casaríamos con sus hijas y sería a nuestro favor.

1375 No nos atreveremos a acometer lo de esta conversación,

mio Cid es de Vivar, nosotros de los condes de Carrión.-
No se lo dicen a nadie y ahí quedó la conversación.

(vv. 1372-1377)

No sé hasta qué punto puede criticarse a los infantes que quieran prosperar con el matrimonio de las hijas del Cid, pues en la época ese era uno de los objetivos de los casamientos entre casas nobles. Pero ya introduce a los personajes que serán centro de la acción a partir de la tercera embajada de Álvar Fáñez al rey, unos quinientos versos después. Si tenemos en cuenta que se trata de personajes completamente ficticios, resulta lógico suponer que todo es obra de un mismo autor. Además, con la introducción temprana de estos personajes, favorece el ritmo narrativo: los Infantes ya son conocidos para el público.

    García Ordóñez. Un personaje secundario, aunque de gran importancia para el desarrollo argumental (y que, por cierto, se desvía bastante de la verdad histórica) es el personaje de García Ordóñez. Éste cobra importancia en el cantar tercero: se convierte en uno de los antagonistas del Cid durante el juicio, defensor de los Infantes. Sin embargo, su aparición se produce ya en el segundo acto, v. 1345, como el cortesano que se opone a la inclinación que empieza a mostrarle el rey.

Aunque satisfizo al rey, mucho dolió a García Ordóñez:
"¡Parece que en tierra de moros no hay vivo ningún hombre
cuando así obra a su antojo el Cid Campeador!"

(vv. 1345-1347)

Se supone, además, que García Ordoñez es uno de los que provocaron el destierro del Cid, en el fragmento que falta al principio del cantar. De ser así, la aparición del personaje protagonista que en el juicio contra los Infantes los defiende y apoya (vv. 3270-3279), resulta más que significativa como índice de unidad global del texto: es el antagonista de principio a fin.

    Que llegue con mis manos a casar a mis hijas. Las bodas de doña Elvira y doña Sol representan uno de los momentos esenciales del poema. La boda con los Infantes acrecienta la honra de su padre, a pesar de que no sea un hecho de su agrado. El Cid accede a casarlas porque es el Rey quien lo ordena. Así se lo hace saber: "Vos casáis a mis hijas, pues no se las doy yo", en referencia a los Infantes. Quizá por eso, porque es voluntad del rey, y contra el parecer del Cid, las bodas resultan un fiasco. En cambio, los compromisos finales, con los reyes de Navarra y Aragón resultan todo lo contrario: un honor, y quien da el beneplácito es el propio Cid.

Por eso, Rodrigo Díaz ya ha anticipado al principio del cantar que él mismo casaría a sus hijas:

¡A Dios le plazca y a Santa María
que llegue con mis manos a casar a mis hijas
o que me dé fortuna y algún tiempo de vida,
y así vos, mujer honrada [Jimena], de mí seáis atendida!

(vv. 281-284)

Como puede verse, ya desde el principio se anticipan dos hechos fundamentales en el poema: en primer lugar, el deseo del Cid de atender a su esposa como se merece, deseo que logra cumplir cuando Jimena y sus hijas llegan a Valencia y el marido y padre las recibe y agasaja en la ciudad recién conquistada. En segundo lugar, el deseo de casar a las hijas se ve finalmente cumplido al acabar el cantar tercero.

El círculo ha quedado cerrado.

    Rahquel y Vidas. Por último, encontramos los episodios en los que aparecen estos dos personajes. Recordemos que el Cid les deja unas arcas supuestamente llenas de joyas y piezas de valor, pero que en realidad contienen solo arena para que los ricos comerciantes le presten dinero que le ayude a sostener su tropa en el destierro (vv. 78-212) En el cantar segundo, volviendo de la tercera embajada al rey, Alvar Fáñez topa con ellos (vv. 1429-1438) y le reclaman que les devuelva el dinero prestado. Álvar Fáñez promete que el Cid les devolverá el dinero, y se va, dejando en el aire si realmente los dos mercaderes reciben el dinero o no.

Se ha hablado mucho de este episodio, pues en ningún momento sabemos cómo concluye. Puede entenderse como un fragmento que muestra falta de unidad en la obra de dos autores distintos. Pero también puede entenderse como un descuido, un olvido de su autor. De lo contrario, ¿por qué un segundo autor iba a rescatar a unos personajes ficticios si no pensaba cerrar el episodio, mientras el resto está concluido?

Todo ello lleva a pensar que el Cantar de mio Cid es obra que presenta una estructura muy bien diseñada, con unos elementos que anticipan su desenlace, lo cual lleva a la conclusión de que se trata de la obra de un solo autor de carácter culto. Por otro lado, y creo que más importante, mediante estas anticipaciones que el autor va diseminando a lo largo del desarrollo de la trama, consigue mantener viva la atención del público, que espera ver cumplidas la expectativas que el narrador ha creado en él. Se trata, por tanto, de un hábil recurso narrativo: los elementos que aparecen al principio, a la mitad de la obra, tendrán un destacado papel en el desenlace. La pistola de Chejov avant la lettre.

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