Hace un puñado de días varios tiramillotes tuvimos la oportunidad de visitar uno de los rincones literarios más fascinantes de este terruño que es nuestra península. Fue un viaje a tierra de todos: los hermanos Grimm, Rowling, Gaiman, Meyer, el joven De Fombelle, Cabot, Perrault, Roald Dahl e incluso la distópica Collins. Un popurrí de autores de todos los tiempos representados en más de una decena de puestecillos.
Un poco más allá y bastante discreto aguardaba el stand de Meg Cabot. Corrí hacia él rauda y veloz para encontrarme con un pequeño rincón lector: páginas sueltas de Los Diarios de la princesa (entre otras obras) por todas partes y en todos los idiomas. Y, en fin, podría seguir y seguir, porque pasamos una jornada estupenda. Jugamos con libros, nos encontramos con unos cuantos de esos personajes que tanto nos han hecho soñar y comimos, detalle importante. No sólo llenamos el buche en la pared de La casita de chocolate de Hansel y Grëtel, sino que en la cafetería que había al fondo del recinto se servían comidas de lo más peculiares: cerveza de mantequilla, ramitas de árbol aliñadas (hechas con hortalizas, muy a lo Tobi Lolness), cecina y carnes fuertes como en Los Juegos del Hambre y un gran etcétera para todos los estómagos.
Al caer la tarde tocó despedirse, pero ahí no había acabado aún el día: saliendo por la puerta nos obsequiaron con unas bolsas de papel que contenían, atención… unos colmillos de galleta dignos del Edward Cullen menos sanguinario, una chocolatina de Willy Wonka (sin premio), un pin con un sinsajo en su interior y un vasito de aliento de dragón que sabía a menta dulce.
¿Nos quedamos con ganas de más? Sin duda. Pero hay un problema: el Salón, que sitúa sus puertas en el Parque del Retiro (precisamente donde en verano tiene lugar la Feria del Libro), abre y cierra sin orden ni concierto. Así que, tiramillote, si quieres pasar un día inolvidablemente literario y no te importa acudir al Retiro todas las mañanas para probar suerte, ya sabes qué hay que hacer. Nosotros confesamos haber pasado dos mañanas al fresco del parque hasta que, por fin, al tercer día, encontramos al caprichoso Salón abierto. Ni la Sala de los Menesteres, caray.
Por si acaso, aquí os dejamos el horario aproximado de visitas.