Cuando ya llevaba medio recuento de mis parroquianos favoritos, un chico se acercó a mí:
-Perdona, tu sueles venir mucho por aquí, ¿verdad? Me suenas mucho.
Y así, es como me convertí en parte de la lista de habituales de ese chico.
Los más romanticoides pensaréis que, quizás a raíz de este hecho, nació una bonita historia de amor entre dos tontos que tienen en común la afición de recontar y clasificar al personal. Pues siento cominicaros que no fue así. Que en cuánto vi que ese chico no me podía gustar de ninguna de las formas, pues pobrecico mio muy agraciado no era, le contesté:
-Ah, pues no, no. Es la primera vez que venimos.
En estos casos lo mejor es mentir, sonreír y retirarse a tiempo.
Pero no pude evitar pensar que quizás lo de hacer censos de nuestros reductos sociales es más normal de lo que pensaba.