Pasamos por una pastelería y vemos una deliciosa tarta de fresas; solo con el olor y la vista tan apetitosa que tiene,
El primer bocado también estimula hormonas encargadas de señalar a tu cerebro qué “combustible” está presente. El cerebro integra estos mensajes con información que encuentra en los alrededores y toma una decisión: seguir comiendo o parar.
Estudiar la respuesta a estas dulces tentaciones ha ofrecido algunas claves que pueden ser utilizadas para el tratamiento de la obesidad.
La respuesta está en la parte primitiva del cerebro llamada hipotálamo. Este monitorea las reservas de energía que nuestro cuerpo tiene disponibles. Si tenemos reservas a largo plazo guardadas en la grasa, esta es detectada por los niveles de una hormona llamada leptina. También controla los niveles de glucosa en sangre minuto a minuto, además de otros combustibles metabólicos y hormonas que influencian la saciedad.
Cuando comemos la tarta de fresas el hipotálamo manda una señal que hace que te encuentres con menos hambre. Por otro lado si la comida es escasa, el hipotálamo manda una señal que aumenta tu deseo de consumir comida.
Ahora, con técnicas de imagen, se puede observar la respuesta del cerebro a nutrientes específicos como por ejemplo la glucosa y estímulos ambientales como observar comida. Una investigación reciente estudia cómo se comporta el cerebro humano al ser expuesto a dos tipos de azúcares: glucosa y fructosa.
La glucosa es la forma en que nuestro cuerpo utiliza la energía, especialmente el cerebro. Pequeñísimos cambios en la concentración de glucosa en la sangre pueden ser detectados en el cerebro. La hipersensibilidad que tiene el hipotálamo para la glucosa es especialmente importante, porque el cerebro necesita el constante suministro de este nutriente.
La fructosa es muy parecida molecularmente a la glucosa; contiene el mismo número de calorías pero es más dulce. A diferencia de la glucosa, es removida de la sangre por el hígado, por lo tanto muy poca llega al cerebro.
Estudios en animales han demostrado que estos dos azúcares se comportan de manera distinta en el cerebro. Cuando la glucosa y la fructosa fueron inyectadas directamente en el cerebro de ratones, la glucosa inhibía las señales del hambre, mientras que la fructosa las estimulaba.
Con respecto a los cerebros de personas sanas, los dos tipos de azúcares actuaron exactamente igual que en los estudios conducidos en ratones. El riego sanguíneo y la actividad del cerebro que controla el apetito, las emociones y recompensas se vio disminuido después de que una persona tomara una bebida rica en glucosa; los participantes demostraron mayor sensación de llenura. En cambio, cuando bebieron bebidas ricas en fructosa, el centro de apetito y recompensa se mantenía activo y los participantes no reportaron saciedad.
Generalmente las personas no consumimos glucosa y fructosa por separado, generalmente se encuentran juntas en comidas y bebidas. Por ejemplo el azúcar de mesa es un 50% glucosa y 50% fructosa. Las bebidas que contienen jarabe de maíz rico en fructosa contienen un ratio de 45%de glucosa y 55% de fructosa, aunque no se sabe si el azúcar y el jarabe afectan al cerebro en maneras diferentes.
Vivimos en una sociedad donde solo el hecho de ver un anuncio o publicidad de comida pueden estimular que comamos incluso sin tener hambre. Estudios con imágenes del cerebro han demostrado que fotos donde la comida se ve apetitosa, activan la región de recompensa y estimulan a que comamos. Una respuesta que es contrarrestada por señales de supresión que vienen por otras partes del cerebro. En personas obesas la habilidad de suprimir esta señal inicial de recompensa se encuentra muchas veces dañada. Por lo tanto la habilidad de controlar el deseo de comer puede servir para perpetuar la obesidad.
Nuestros cerebros están diseñados para tiempos donde la comida y el hambre eran causas comunes de muerte. Mientras todavía existe mucha hambre en estos tiempos, la mayoría de las personas en países industrializados se enfrentan al desafío opuesto al de nuestros ancestros. La selección natural todavía no nos ha programado para el escenario donde la comida es abundante, y generalmente se encuentra comida alta en calorías a precios bajos.