Todos estaban muy enfadados con el señor Etmoides.
Nadie recordaba bien cuánto tiempo llevaba el señor Etmoides viviendo en el penúltimo piso del edificio: nunca había salido demasiado y pocos le habían visto la cara. Pero desde hacía algún tiempo, la situación se había vuelto insostenible.
Todo comenzó cuando doña Boca y doña Garganta, dos viejas solteronas que vivían debajo del señor Etmoides, habían comenzado a sufrir las consecuencias de la basura que el señor Etmoides tiraba por el desagüe.
-¡Nuestro cuarto de baño huele fatal! -se quejaban con razón.
Doña Boca y doña Garganta eran muy conocidas en la Comunidad y no precisamente por su estricto sentido de la limpieza, por lo que su comentario comenzó a alarmar al resto de los vecinos.
Los señores Ojo, un matrimonio siempre muy bien coordinado y vecinos de piso del señor Etmoides, pronto advirtieron que desde hacía meses no se abría su puerta. Sin embargo, por la actividad que percibían a través de sus paredes, dedujeron que el señor Etmoides seguía viviendo allí y que por tanto debía estar acumulando todas las basuras que producía.
Así lo señaralon en la siguiente reunión de comunidad y, como no podía ser de otra forma, cundió el pánico entre los demás vecinos.
El señor Encéfalo, un viejo solitario con aires de grandeza que ocupaba el ático y con obsesiones casi patológicas por la dieta y la asepsia, pronto organizó a los vecinos para poner solución a tan indeseada situación.
Pronto los vecinos acordaron que la solución más acertada era abrir de algún modo la puerta y las ventanas de la casa del señor Etmoides, para al menos airearla. Probaron cientos de métodos y productos de efectividad probada sobre la problemática puerta, pero en esta ocasión ninguno de ellos consiguió hacer el efecto deseado.
Cuando todos los esfuerzos se vieron frustrados, apareció Otto. Otto Rhino era uno de los vecinos más silenciosos del bloque. Sólo en sus primeros años había dado algunos problemas de convivencia que, con el tiempo, se fueron minimizando hasta casi desaparecer.
Otto propuso derribar el muro que separaba la casa del señor Etmoides del descansillo.
-No es un muro de carga, se puede hacer -informó. Derribaremos todas las paredes de la casa del señor Etmoides, hasta crear una gran cavidad, un loft de fácil autolimpieza.
Tanto el señor Encéfalo como el matrimonio de los señores Ojo se mostraron recelosos respecto a la idea de Otto.
-¿Y si por error se derrumba la pared que no es y quedamos comunicados con el sucio señor Etmoides? -preguntaban mientras se llevaban las manos a la cabeza.
A pesar de las quejas, el resto de vecinos acordó que ésta era la mejor solución al problema y un par de días más tarde comenzó la ilegal demolición de la casa del señor Etmoides.
Seguramente ustedes quieran saber cómo acabó esta historia y yo les responderé que los cuentos tienen más tarde o más temprano un final feliz.
Pensado durante una reunión de comunidad.
Foto: 13 rue del Percebe.