EL CONFLICTO INTERPROFESIONAL (y II)

Por Jagonzalez

En la entrada anterior esbozamos algunas de las ideas, que a la luz de la teoría de la identidad social (TIS), explican e interpretan los conflictos surgidos como consecuencia de los contactos entre grupos, y más concretamente entre grupos profesionales. Decíamos que estos conflictos aparecen tras un proceso de autocategorización  y comparación que nos lleva a mantener nuestra identidad positiva o a querer cambiarla si esta es negativa.

La Fisioterapia, como disciplina sanitaria, convive con otras profesiones y con ellas aparecen de hecho conflictos cuya dinámica puede entenderse en base a estas ideas, que pueden utilizarse para comprender la situación de la profesión. Es necesario tener en cuenta cuál ha sido la evolución de nuestra disciplina desde su creación hace ya más de 5o años, con la figura del ayudante de fisioterapia, hasta la actualidad, cuando se equipara académicamente con las demás profesiones gracias al título de Grado. Con ello, han de reconsiderarse en un nivel personal y grupal los prejuicios y posibles complejos del pasado.

Tener la titulación de fisioterapeuta no implica la identificación como tal. Como en cualquier profesión uno se siente más o memos integrante y participe de un grupo y de sus metas y actividades. Pero si nos identificamos, en mayor o menor medida, esto condiciona la manera de estar en sociedad. De nuestra identificación como fisioterapeutas se desprende la valoración, positiva o negativa, correspondiente a nuestro sentimiento de pertenencia a la profesión. En este proceso entra en juego la comparación con los otros grupos profesionales con los que interactuamos. Esos grupos son médicos, sobre todo los especialistas en rehabilitación; otros pertenecientes al mismo nivel académico en la anterior estructura de las titulaciones universitarias, como los terapeutas ocupacionales; y aquellos grupos de personas que optan por el estudio y ejercicio de prácticas para los que nos hay regulación o que entran en los quehaceres supuestos del fisioterapeuta, a los que se considera como intrusos.

Como decíamos en la anterior entrada ante una valoración negativa se reacciona de dos formas. En primer lugar, haciendo hincapié en mis posibilidades individuales, puedo intentar cambiar de grupo. Así, algunos fisioterapeutas abandonan la fisioterapia para estudiar otras carreras como medicina o psicología, en la pretensión de aumentar su estatus y consideración. Otros consideran que profundizar en campos de la fisioterapia como la terapia manual (o la osteopatía) les coloca en una situación más favorable, esquivando algunos de los inconvenientes de la fisioterapia “tradicional”, hasta el punto de pretender ser otra cosa (a pesar de carecer de carácter oficial). Otros se acercan a terapias “alternativas” con el mismo afán de distanciarse de todo lo negativo de la fisioterapia.

En segundo lugar, manteniéndose en su identidad de fisioterapeuta, recurrimos a la creatividad o a la competición con otros grupos. En cuanto a la creatividad tenderemos a valorar más y mejor aquello que nos identifica, a compararnos con esas cualidades o a compararnos con grupos que sepamos “inferiores“. Así, ensalzamos nuestra capacidad de escucha, nuestro enfoque holístico, nuestra aproximación manual al paciente o destacamos nuestra condición de universitarios con reconocimiento oficial y reservado de nuestra actividad. En cuanto a la competición, tratamos de superar a otros grupos, a los que podemos considerar además culpables de la situación. Tal es el caso, en nuestra opinión, del conflicto “histórico” entre fisioterapeutas y médicos rehabilitadores. Este enfrentamiento, latente o manifiesto, no puede enfocarse sino se considera desde un contexto amplio que tenga en cuenta el recorrido de la fisioterapia en los últimos decenios y su consideración en otros paises. Nosotros ya hicimos alusión a la relación entre las dos disciplinas (1) dejando clara su compatibilidad conceptual. Pero no podemos abstraernos de la realidad y ver como este conflicto se hace beligerante en bitácoras, foros, libros, y que en ocasiones se ejerce una minusvaloración explícita o sutil. Más interesante nos parece para la fisioterapia una competición productiva mediante la calidad del trabajo, la difusión de nuestra actividad, la producción científica o la influencia en los proveedores y gestores de la sanidad.

Todos los casos de conflicto aludidos tienen en última instancia una causa sobre las competencias. Así se nos niegan en algunos ámbitos competencias para las que se nos ha preparado. O se trata de ocupar y practicar técnicas consuetudinariamente fisioterápicas por parte de otros profesionales. O se trata de practicar fisioterapia (masaje, drenaje linfático o electroterapia) con un curso sin validez alguna. La fuerza de la razón y el convencimiento se hacen imprecidibles para afrontar el conflicto. Se precisa además sentirse identificado, sentirse fisioterapeuta como algo importante en nuestras vidas, compatible con familia y aficiones. Porque, como dice Gallego “el reconocimiento histórico pasa por el conocimiento y reconocimiento propios como profesionales fisioterapeutas, con una tradición histórica y un papel social de servicio de salud, atención y tratamiento” (2).

Referencias

1. González García, JA. Fisioterapia o Rehabilitación ¿es posible la diferenciación? En Fisioterapia http://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2009/02/27/fisioterapia-o-rehabilitacion-%C2%BFes-precisa-la-diferenciacion/. Acceso 22 de junio de 2011.

2. Gallego Izquierdo,T. Antecedentes históricos de la fisioterapia. En Gallego, T. Bases teóricas y fundamentos de fisioterapia, pag. 47. Ed. Médica Panamenricana, Madrid, 2007.