El cuerpo y el universo participan del mismo campo de energía, información y conciencia y a través del cuerpo nos conectamos con el cosmos, que es el que organiza todos los sucesos.
Escuchar al cuerpo y obedecerle conscientemente es la forma de acceder al campo de las posibilidades infinitas, donde se puede experimentar paz, armonía y alegría en forma natural.
El cuerpo es el que nos guía mejor hacia la felicidad cuando está unido al alma.
Frente a la duda sobre qué es lo que tenemos que hacer, hay que preguntarle al cuerpo. Si se perturba física o emocionalmente será mejor pensar en otra cosa; si en cambio responde con una señal de entusiasmo y bienestar hay que actuar.
Cuerpo y alma es una unidad, porque cualquier experiencia espiritual puede perturbar nuestros órganos y cualquier trastorno del cuerpo puede afectarnos el alma.
A mayor conciencia del cuerpo mayor será la conexión con el campo de las posibilidades infinitas.
La conciencia es muy poderosa, regula todas las interacciones del cuerpo y está sintonizada con todas las células.
La conciencia es el testigo silencioso e invisible que le informa al cuerpo lo que piensa la mente y que a la vez comunica a la mente la respuesta del cuerpo.
Cada experiencia feliz será comprendida por la mente, nutrirá todas las células del cuerpo y alegrará el alma.
La armonía del cuerpo, la mente y el espíritu produce felicidad y la falta de armonía crea infelicidad, malestar, dolores, depresión, ansiedad y enfermedades, porque no hay conexión con la conciencia.
Los conflictos están en cada célula del cuerpo y es el cerebro el que lleva la ira, la depresión, la neurosis, la hostilidad y la ansiedad generalizada a cada una de ellas.
La conciencia no es lo mismo que el pensamiento, porque es intuitiva y sólo se accede a ella prestándole atención.
Si nos conectamos con la conciencia también nos conectamos con el campo infinito, que es el que organiza la totalidad y también lo más pequeño de la creación.
Si no le prestamos atención a la conciencia ocurren trastornos en la persona a todo nivel al mismo tiempo.
El camino hacia el crecimiento, desarrollo y evolución; o el inverso, hacia la decadencia, el deterioro y el desorden, depende de cómo le prestemos atención a la conciencia.
El campo tiene inteligencia, creatividad y poder. Cuando escuchamos al cuerpo captamos la inteligencia del universo y tomamos decisiones correctas en favor de nuestra realización personal.
La realización es el resultado de pensamientos correctos, sentimientos correctos y acciones correctas.
Cuando tenemos conciencia del cuerpo, adquirimos las cualidades del campo infinito; nuestra inteligencia se hace infinita, nuestro ritmo biológico se mantiene en sintonía con el universo, nos transformamos en seres más creativos con todo el poder de la naturaleza.
Tomar conciencia del cuerpo libera inteligencia, creatividad y poder y cuando dejamos de prestar atención por estar deprimidos, ansiosos o por sentirnos infelices se interrumpe el flujo de inteligencia, creatividad y poder.
La decadencia y la enfermedad en la vejez es el resultado anormal de la disminución de la conciencia del cuerpo que todas las células padecen.
Cuando tenemos un problema la tendencia es evadirnos de él y tratar de distraernos, sin embargo, lo que hay que hacer es volcarse al interior de uno mismo y percibir las sensaciones del cuerpo. Respirar hondo es una manera de recuperar la conciencia del cuerpo.
La conciencia sana el cuerpo y el alma y nos permite volver a disfrutar de la plenitud.
La enfermedad aparece cuando el cuerpo olvida cómo autorregularse y se cura cuando lo recuerda.
La sanación debe ser permanente así como es la respiración, o sea la comunicación constante con el campo tomando conciencia de las sensaciones del cuerpo.
Cuando el cuerpo está en estado natural se experimenta felicidad, la persona recuerda quién es en realidad y la conciencia alcanza la realización, porque cada célula tiene un estado de conocimiento y de alegría y la certeza de la inmortalidad.
En este estado de ser, el cuerpo se sana a través del conocimiento de sí mismo.
Fuente: “La receta de la felicidad”; Deepak Chopra.