Una de esas cosas pequeñas se nos descubre cuando el maestro de ceremonias, antes de entrar, dice: Dejemos los metales a la puerta del Templo y que nuestros corazones se unan en fraternidad. La costumbre nos puede hacer perder el sentido profundo de la frase pero su importancia es altísima. Dejar los metales, dejar nuestros prejuicios y cambiar nuestra forma de actuar. Fuera somos seres sociales, tenemos nuestra forma de viajar y nuestras mañas en el carrusel de la Vida. Cuando pasamos al Templo, allí la fraternidad, la razón y el amor han de guiar nuestro trabajo, mover nuestras herramientas. Debemos comprometernos a funcionar de otra forma, debemos convertirnos en constructores anónimos de la Gran Obra.
Una de esas cosas pequeñas se nos descubre cuando el maestro de ceremonias, antes de entrar, dice: Dejemos los metales a la puerta del Templo y que nuestros corazones se unan en fraternidad. La costumbre nos puede hacer perder el sentido profundo de la frase pero su importancia es altísima. Dejar los metales, dejar nuestros prejuicios y cambiar nuestra forma de actuar. Fuera somos seres sociales, tenemos nuestra forma de viajar y nuestras mañas en el carrusel de la Vida. Cuando pasamos al Templo, allí la fraternidad, la razón y el amor han de guiar nuestro trabajo, mover nuestras herramientas. Debemos comprometernos a funcionar de otra forma, debemos convertirnos en constructores anónimos de la Gran Obra.