hablaría primero de mi pueblo
y de las calles de mi pueblo
angostas
y cortas
y mal iluminadas.De la iglesia
(del curita aquel que una mañana no dio misa
y de la muchacha que desapareció esa mañana)
del río
y la barranca y de las lápidas irlandesas del cementerio viejo que está sobre la barranca y del vecino loco que muere entre sus flores y de una puerta que a veces no existía.Después, padre, hablaría de un perro que se llamaba clavel.Todo en voz muy baja
como quien se confiesa.Me da un miedo espantoso morirme en esta ciudad sin haber hablado nunca de estas cosas.