-Estoy teniendo problemas con algunos pacientes y necesito que me ayudéis.
Así de sincero se mostró el viernes pasado un otorrinolaringólogo que se sentaba un par de filas más atrás que yo en un curso de Oncología de cabeza y cuello.
-¿Debemos consentir que haya pacientes que no quieran ponerse quimioterapia?
Planteada así, la pregunta parece terriblemente paternalista; pero, dentro de su contexto, es muy interesante. Este contexto es el carcinoma epidermoide de laringe localmente avanzado; es decir, el cáncer de garganta más frecuente cuando es de tamaño grande y no se ha extendido aún por el resto del organismo.
Para muchos pacientes, esta enfermedad tiene dos tratamientos posibles:
1. Cirugía. La operación se llama laringuectomía (la expliqué hace unos meses aquí). Actualmente no supone un gran riesgo quirúrgico, pero es muy mutilante: implica la amputación de la laringe y la consecuente pérdida de la voz, quedándose con un agujero en la parte anterior del cuello que ya no se podrá cerrar.
2. Quimiorradioterapia. Esta opción consiste en olvidar la cirugía y probar con quimioterapia y radioterapia y, si todo va bien, no hará falta realizar ninguna cirugía. En el caso de que no vaya tan bien como se esperaba, se operará.
A muchos pacientes se les ofrece que elijan lo que prefieren. Muchos preguntan que qué es lo mejor y se les responde la verdad: la supervivencia a la enfermedad al cabo de cinco años es prácticamente la misma eligiendo cualquiera de las dos opciones. Entonces, la mayoría de los enfermos eligen la quimiorradioterapia, dado que supone una posibilidad de conservar sus cuerdas vocales "sin agujeros".
En estos casos, se envía al paciente a los oncólogos para que realicen el tratamiento. Y es aquí donde se presenta el problema que comentaba mi compañero de curso.
Al parecer hay pacientes que, tras haber elegido quimiorradioterapia, deciden que la radioterapia se la darán sin problemas; pero que la quimioterapia, por sus efectos secundarios, prefieren no recibirla.
La radioterapia sola puede curar un cáncer de laringe; de hecho, se usa para tumores pequeños. Pero en el caso de grandes cánceres, la supervivencia con radioterapia sola es menor que con cirugía o con quimiorradioterapia.
El conflicto es el siguiente: por un lado, todo enfermo tiene derecho a decidir qué tratamiento quiere recibir y qué tratamiento no, según su principio de autonomía. Por otro lado, recibir un tratamiento incompleto aumentará las complicaciones y la mortalidad de la enfermedad e, inevitablemente, los gastos sanitarios de los pacientes que se nieguen a una quimioterapia que deberían recibir, serán mayores.
Ahora entenderéis la pregunta de ese curso: ¿Debemos consentir que haya pacientes que no quieran ponerse quimioterapia? Debate abierto.
Foto: Armarios de colores plantean diversas opciones en Leroy Merlin.