El efecto mariposa de las relaciones impensables (Para todos los gustos)

Publicado el 18 marzo 2014 por Sesiondiscontinua
Para todos los gustos (1999) supuso el debut en la dirección de la actriz Agnès Jaoui y, como suele suceder en los primeros títulos, se hace palpable el superávit creativo temático y estilístico, ese que todo cineasta novato ha ido acumulando durante años y que finalmente encuentra su expresión en un estilo y un argumento concretos. Jaoui (que además ejerce de coguionista y coprotagonista) se atreve con un género tan complicado como la comedia coral de sonrisa agridulce. El resultado es un filme que tarda en alzar el vuelo, que quema con aplomo el desarrollo de personajes y de situaciones y que consigue culminar habiendo logrado la mayoría de sus objetivos. El principal, mostrar cómo la vida toma a veces la forma de una cadena de pequeños encuentros y desencuentros que desembocan en la felicidad inesperada (no olvidemos que estamos ante una comedia).
No se trata del clásico enredo incremental que avanza a base de desafíos a la corrección política o gags visuales, tampoco es una variante sobre la guerra de los sexos planteada a través de paradojas o situaciones plausibles aunque inverosímiles; en Para todos los gustos destaca, por encima de todo, un argumento elegante y cuidado en el que las escenas van desplegando las diferentes historias, que no es que acaben convergiendo (porque desde el principio están directamente relacionadas), sino desplazando la posición que cada personaje ocupa respecto al resto al comienzo de la película. Tampoco el recorrido que hace cada personaje es moral, sino de actitud respecto a los imprevistos del día a día: dar por acabada una relación, aceptar los defectos de la persona amada, admitir determinadas carencias propias y, sobre todo, acabar enamorada de la persona que nunca, nunca dirías que te atraería. El mérito de Jaoui es haber escrito un guión que, sin salir de lo cotidiano, logra destilar las gotas justas de novedad para que las conversaciones y las situaciones parezcan divertidas y nuevas.

Dos guardaespaldas que parecen cualquier cosa menos guardaespaldas (sin duda los mejores personajes del filme), una actriz que no acabe de ver colmadas sus aspiraciones profesionales y sentimentales, un pintor borde y su novio gay arribista, una camarera que trafica con droga y un empresario ignorante en todo lo que no sea su trabajo y su mujer. Todos ellos forman el microcosmos en el que se despliegua la película, aunque es el empresario (interpretado por Jean-Pierre Bacri, casado en la vida real con Jaoui y también coguionista del filme) el que acaba imponiéndose al resto: suyos son los mejores momentos y también la interpretación. Su historia demuestra cómo hay personas capaces de hacer los más grandes cambios sin estridencias, y que la motivación en estos casos suele ser estar íntimamente con el deseo de una nueva persona.
En Para todos los gustos cada personaje persigue un objetivo y a una persona del reparto; pero mientras lo hace, sin darse cuenta, modificar al resto, influye en sus decisiones. Poco a poco el espectador se acostumbra a los contrastes que van proporcionando los cortocircuitos entre el trabajo y los deseos íntimos: a veces cómicos, otras veces tristes, en diversos matices y para todos los gustos, como debe ser. Y que nuestros prejuicios son el principal freno en nuestras relaciones, no sólo las románticas (aunque éstas especialmente).
Para todos los gustos es cine francés de antes del euro, de ese tiempo tan raro y breve en el que internet apenas se dejaba notar en la vida cotidiana y las cosas eran algo esencialmente analógico y exigían de nuestra presencia para funcionar; en los bares se podía fumar y los móviles todavía no habían modificado para siempre nuestros protocolos de flirteo. Optimista, bienintencionada, un tanto ingenua, indudablemente coral.