El efecto Pigmalión en las aulas: cómo motivar correctamente a un niño

Por Centro Psiconet

Hace unos días comprobamos con varios ejemplos que la premisa “Si me lo dicen es que será verdad” no es solo cosa de niños, nos afecta a todos en según qué momento.

La importancia de dedicar específicamente este post  a los peques es el alcance y consecuencias que nuestras expectativas pueden tener en quienes están en pleno proceso de formar su identidad y descubrir lo que quieren y lo que no.

Volvamos a Bart Simpson para recordar en qué consiste el efecto Pigmalión: la asimilación progresiva de mensajes tan firmes y constantes que acaban incitándonos a actuar según lo que se espera de nosotros, sin escapatoria.

A Bart no le encanta estudiar, eso está claro, pero ha crecido escuchando que no estudia porque no quiere, que es una mala influencia, que solo se le da bien hacer comentarios ocurrentes o molestar a sus compis, que sería un milagro aprobar un examen… Un adulto podría llegar a rebelarse contra estos mensajes y resurgir cual ave fénix de sus cenizas y destinar toda su motivación y esfuerzo en demostrar que no es esclavo de su pasado, pero ¿y un niño?

Algunas claves para frenar el efecto Pigmalión negativo:

  • Explorar sus puntos fuertes y reforzarlos:

Se atribuye a Albert Einstein la frase “Si evalúas a un pez por su habilidad para trepar a los árboles, crecerá toda su vida creyendo que es un inútil”, utilizada con frecuencia como crítica al sistema educativo basado en exámenes estandarizados para medir el rendimiento de los alumnos.

Es costumbre que los padres apunten a sus hijos a clases de refuerzo de matemáticas o inglés cuando no se les dan bien, o que al recibir las notas se centren en los suspensos pasando por alto o minimizando aquellas materias que sí han aprobado.

Esto no quiere decir que no se deba dar importancia a las malas notas. Se trata de sacar el máximo partido a sus habilidades y gustos para motivarles a seguir avanzando.

Si destaca en dibujo, en idiomas, en educación física (donde sea) lo ideal es fomentar este gusto para que amplíe su rendimiento y sobre todo, se sienta bien consigo mismo y lo valore.

  • Cuidado con las palabras:

Pretender que un niño se ponga las pilas lanzándole mensajes del tipo “Si sigues así no llegarás a nada en la vida” o “Eres un inútil” es una batalla perdida. Lo que conseguiremos es minar su autoestima, haciéndole creer que lo que está haciendo es tan horrible y carece de tanto sentido que para qué esforzarse por cambiarlo.

Si le mostramos comprensión y empatía verá en nosotros un referente de seguridad al que acudir cuando tenga algún problema, se sentirá valioso y será entonces cuando será posible enfrentarse a sus puntos débiles con una actitud positiva.

Cuando hay exámenes Bart suele tirar la toalla, más centrado en falsificar sus notas que en demostrarse a sí mismo que es capaz de retener información, hasta que un día (gracias, guionistas) comprueba que la Historia no se le da nada mal.

Busquemos en nuestros pequeños su talento oculto, es el mejor regalo que podemos hacerles.