Una
investigación, realizada por el Instituto Oncológico Dana-Farber en Boston,
dependiente de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, ayuda a explicar
la capacidad que el ejercicio físico tiene para mejorar la función cognitiva,
particularmente en personas de edad avanzada. En el estudio utilizaron una proteína cuya producción se incrementa
mediante el ejercicio físico de resistencia, como correr, nadar o pedalear en
una bicicleta, esta fue administrada a ratones que no hacían ejercicio físico,
y el resultado ha sido la activación de genes que promueven la salud cerebral y
estimulan el crecimiento de nuevas sinapsis, necesarias para el aprendizaje y
la memoria. Si la proteína puede ser obtenida en una forma estable e incluirse
en un medicamento que resulte seguro y práctico de administrar a pacientes
humanos, ello podría permitir la aplicación de mejores terapias contra la
degeneración cognitiva en las personas ancianas y frenar los daños causados por
enfermedades neurodegenerativas como la de Alzheimer y la de Parkinson. Lo más
notable es, sin duda, el hecho de que esta sustancia natural pueda ser
administrada en el torrente sanguíneo y con ello se logren los mismos efectos
sobre el cerebro que se consiguen mediante los ejercicios físicos de resistencia.