El embudo hacia el Artículo 155

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

  Las circunstancias de intolerancia y  vulneración de leyes por parte de la Generalidad, conducen a la vía estrecha de un Artículo 155 como embudo inevitable para salvaguardar el Estado de Derecho.

La expectación sumada a la incertidumbre incrementa la tensión para estos días en que nadie sabe realmente a qué nos enfrentamos, dada la carga de insensatez que bulle en las calles con vibraciones de conflicto civil. No entre españoles que están espabilados por el pulso de las minorías y manifiestan la disconformidad con pacifismo, sino por la intencionalidad de una insurgencia poco significante pero muy experta en crear discordias sociales, con la manipulación consolidada tras el esperpéntico referéndum del 1 de octubre.

  Estos tiempos no son para enfrentar las sanas ideologías que cada uno desde la integridad pueda profesar. Son momentos históricos para unificarse tras un pensamiento de concordia universal, asumiendo la gravedad del díscolo separatismo que poco puede hacer ante la voluntad inequívoca del consenso y la reivindicación democrática. Pase lo que pase se debe entender que el único rédito político, lejos de la especulación parasitaria que algunos pretenden aprovechando la ola de la conmoción, es el del pueblo unido y protegido por el imperio de la ley,  árbitro firme de la convivencia y el progreso.

  La aplicación del Artículo 155  previsto en la Constitución parece inevitable, después de ponderarse durante meses hasta dejar que la situación traspase los peligrosos límites de una rebelión con la sedición ya apuntalada. Son muchos los dirigentes de anteriores gobiernos en España que han alzado unísona voz de advertencia para delimitar la soberbia catalanista y reducirla a la asimilación de responsabilidades por el respeto a la Justicia y al orden constitucional. Los tiempos parecen tomar importancias mayores que el problema concreto de la sublevación. Tiempos al límite cuya influencia en las decisiones prontas o tardías pueden generar perjuicios de mayor calado imbricando la seguridad del país.

  Lo cierto es que la única referencia socio política que determina los momentos actuales, es el parecido a los prolegómenos guerra civilistas de 1934, con factores parejos pero con una España antitética respecto a aquellos tumultuosos tiempos; inversamente proporcional en los planteamientos y el fondo de su identidad afirmada durante cuarenta años constitucionalistas, Transición desde una dictadura incluida. Un bagaje que demuestra la calidad de los empeños por superar las adversidades que es en España impulso irrefrenable de una voluntad soberana y popular.

Los bandazos de oportunismo rastrero que protagoniza el adorador de egos, principalmente el suyo, Pedro Sánchez, reconvenido con sentido común, de Estado, y severamente  por la vieja guardia socialista; la no menos alineación rastrera de Pablo Iglesias simpatizante del terrorismo, de la disgregación, del cambalache autonómico, federal, bolivariano y constituyente, no deben ser frenos para la determinación que requiere someter la indisciplina con un correctivo acorde al daño procurado.

 Mariano Rajoy desde su irritante templanza para muchos, pide que se confíe en él del mismo modo en que se le confió una España a punto de un rescate económico que no se produjo. Pero a nadie se le escapa que el tamaño del conflicto catalán se debe a su inexistente decisión por procurar  solventarlo antes de que tomara dimensiones de emergencia nacional. Lo que todo el mundo parece dar por hecho es que el Artículo 155 es una realidad en una agenda gubernamental que no puede eludir más sus obligaciones como estabilizador institucional.

 Antes o después de que Carlos Puigdemont declare la independencia; ese es el busilis que mantiene  la expectativa tensa a la espera de que se pronuncie con los tambores de guerra con pleno redoble en Cataluña y el Artículo 155 planeando por los altaneros techos secesionistas… Aunque siempre queda la esperanza, escasa, de que la Generalidad deje de hacer el indio.

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