¿Quién no se ha recostado nunca sobre el césped para seguir el contorno de las nubes en un relajado ejercicio de imaginación y creatividad? Sin embargo, son muy pocos los que se han atrevido a sacarle tanto partido a un proceso perceptivo aparentemente trivial, tal y como lo hizo Hermann Rorschach (1884-1922) al publicar su Psychodiagnostik (1921) y enseñarnos el Test de Rorschach (el test de las manchas, como suelen decir los pacientes).
Al recordar el pésame que le dio por carta Eugen Bleuler ("Su marido era genial."), Olga Rorschach cita lo que escribía Hermann acerca de los grandes genios: "Genio = hombre normal" y de este modo concluye que "en este sentido, Hermann Rorschach era un hombre normal". Un hombre normal cuyo legado dejó descolocadas a la psicología y psiquiatría de la época, disciplinas que aún lloran su muerte prematura. Un adiós apresurado y bastante amargo, teniendo en cuenta que el psiquiatra suizo es el Van Gogh de las ciencias del comportamiento: fracaso económico y sin grandes reconocimientos en vida. Pero eso no es lo más inquietante de su pronto deceso.
Se dice que en abril de 1955 un paciente moribundo llamó a su enfermera para exhalar sus últimas palabras, ¡las últimas palabras de Albert Einstein! Ésta se acercó apresurada y... no se enteró de nada porque aquella mujer sabía de alemán lo que yo sé de mandarín. La muerte de Rorschach dejó a sus colegas como a la enfermera de Princeton: con muchas preguntas y pocas respuestas.
Diez láminas manchadas y un manual de instruccionesHablar del Psicodiagnóstico como un mero manual de instrucciones para aplicar el test de Rorschach sería desechar la obra de toda una vida. Tenemos que recordar que se trata de una monografía, casi inacabada, en la que Rorschach plantea varias de las grandes cuestiones que empezaba a dilucidar con respecto a la evaluación psicológica. Él mismo es consciente de todo ello y por tanto, no debería extrañarnos que se refiera a su obra como la descripción de "los métodos y los resultados obtenidos hasta el presente con un experimento psicológico" y que sus fundamentos teóricos eran "en su mayor parte, harto imperfectos."
A pesar de todo ello, y aún en su origen imperfecto, el psicodiagnóstico de Rorschach es tan brillante como complejo y aunque a lo largo de su historia algunos lo conciban más como un test (Beck, 1930) y otros como un método (Klopfer, 1954; Weiner, 1995), puede que la definición más corta y acertada del Psychodiagnostik sea la dada por Irving B. Weiner (2003): la evaluación de Rorschach es un procedimiento tanto objetivo como subjetivo. Como un instrumento de medición, el Rorschach se presenta como una tarea de resolución de problemas que provee una evaluación objetiva de estilo estructuro-cognitivo. También se presenta en parte como un estímulo para la fantasía que provee una evaluación subjetiva de imágenes temáticas; suele sugerir proyecciones pero puede funcionar independiente de éstas [...] se le considera de carácter inestructurado dentro de las técnicas de evaluación de la personalidad.
Llegados a este punto, es fácil deducir que el test de Rorschach es mucho más que un manual y un test de diez láminas con manchas simétricas. Su campo de aplicación abarca desde la psicología clínica, pasando por la psicología del trabajo o el peritaje judicial, hasta el consejo prematrimonial (Bohm, 1988). Con experiencia y entrenamiento adecuado, el Rorschach sigue siendo hoy en día un instrumento bastante potente para descifrar la dinámica y estructura psicológica del ser humano...
Pero, ¿Cómo es posible que un psiquiatra (¡no era psicólogo!) de principios del siglo XX, afincado en un despacho, fuese capaz de crear en solitario una obra con tal repercusión, en tan sólo tres años? Citando textualmente a Kuhn: "el psicodiagnóstico se yergue como un monolito entre una literatura psiquiátrica que nada tiene que ver con él." Y ya lo decía claramente Ellenberg (1954) en la magnífica reseña biográfica que hacía del médico suizo: "el origen del Psicodiagnóstico constituye un enigma".
Descifrando el enigmaExplicar el Psicodiagnóstico es hablar de la vida de un autor que además de ser posible candidato para protagonizar un anuncio de calzoncillos o fragancias masculinas, también era un espíritu inquieto, culto, capaz de sintetizar y unir diversidad de conocimientos para dar a luz grandes ideas:
Hermann Rorschach nace en Zurich el 8 de noviembre de 1884, hijo de Ulrich Rorschach y Philippine Wiedenkeller. Ulrich es pintor y decorador pero muestra tanto entusiasmo por el dibujo y la pintura que deja su trabajo e ingresa en la Escuela de Artes. Este hecho despertaría en el pequeño Hermann un acusado interés por el dibujo, desarrollando en él una habilidad extraordinaria por dicho arte (aún se conservan excelentes trabajos artísticos de Rorschach, dado más al dibujo que a la pintura).
Imaginad que acabáis el bachillerato y no sabéis qué hacer. De pronto, alguien os sugiere que le escribáis a Stephen Hawking para que os dé algún consejo. Eso fue lo que hizo Rorschach: le escribió a Ernst Haeckel (sí, el mismo que inventó aquello de la filogenia recapitula la ontogenia) y éste, como era de esperar, le contestó que se decantara por las ciencias (¡Gracias Haeckel!). Una vez en la universidad y como parte de la hermandad Scaphusia, Hermann Rorschach recibe el inquietante apodo de Klex (algo así como el manchas o el borrones). A mi también me entró repelús cuando leí dicha premonición. No se sabe si el mote se debía a su pasión por la klecksografía* o al protagonista de una de sus historietas favoritas**. Fuese como fuese, está claro que el arte formó parte fundamental de la vida de Rorschach desde muy temprana edad.
De 1914 a 1915, Rorschach trabaja en una clínica de Waldau e invierte gran parte de su tiempo libre en el estudio de las sectas religiosas, en especial la liderada por Johannes Binggeli, quien predicaba con entusiasmo sobre la divinidad de sus genitales, el "rocío celestial" de su orina y el exorcismo de mujeres jóvenes a base de relaciones sexuales con su persona. Aunque pueda parecernos anecdótico, lo cierto es que Hermann creyó en su momento que dicha investigación suponía la "obra cumbre de su vida". Un año después de haber sido trasladado como jefe clínico en Herisau (1916), Rorschach comienza a ordenar y analizar los datos recopilados en torno a dicha temática y en 1919, con mucho orgullo, presenta el caso Binggeli al primer grupo psicoanalítico de Zurich, donde parecen mostrar más interés por sus investigaciones que en la esfera psiquiátrica de entonces. Esta simpatía con el círculo freudiano suizo sería esencial por dos razones: en primer lugar, el conocimiento sobre psicología del médico suizo se vería bastante enriquecido gracias a dichas amistades y por otro lado, dicho círculo sería una pieza clave para la tardía aceptación del test de Rorschach tras su muerte, siendo los integrantes de este grupo los que eviten que el Psicodiagnóstico caiga en el olvido.
Antes de pasar por Waldau o Herisau, como todo buen becario, Hermann tuvo que elegir entre un trabajo bien remunerado y... la investigación científica. Con vistas a su futuro matrimonial, decide trabajar alejado de la universidad en una clínica psiquiátrica de Münsterlingen (1909-1913). A pesar de ello, el recién doctorado (¡con sólo 28 años!) llevaba a cabo experimentos caseros donde observaba la reacción de los pacientes ante distintos estímulos: dibujos, pinturas, objetos, etc. Esta obsesión por la reacción se vio aún más patente cuando Rorschach tuvo la idea de llevar consigo un mono para entretener a los pacientes en la clínica, lo cual fue un éxito rotundo. En seguida, Hermann comenzó a interesarse por las reacciones ante dicho animal, y más que un psiquiatra parecía un antropólogo. Estas observaciones sentarían las bases de lo que realizaría durante su última etapa en Herisau.
El 12 de noviembre de 1912, Rorschach presenta la tesis doctoral tutorizada por Bleuler: Sobre las alucinaciones reflejas y otras manifestaciones análogas. Sólo el título sugiere ya la repercusión que dicha investigación tendría años más tarde. Sin embargo, lo que cabe destacar de este estudio es su origen.
Durante la carrera de medicina, el joven Hermann presenció por primera vez la autopsia de un cuerpo humano y el momento que más captó su atención fue la sección por cortes transversales del cerebro. La experiencia fue tan sobrecogedora para el estudiante que a la noche siguiente, Rorschach soñó que su propio cerebro era seccionado de la misma manera y las sensaciones que dicha imagen produjeron fueron tan impactantes, que después de ocho años, las narraba así en su tesis doctoral: "Estas sensaciones corporales (no puedo designarlas de un modo más preciso) fueron muy claras y la imagen que mi memoria conserva de este sueño es aún hoy bastante viva, ya que posee todavía, si bien debilitado, aquel claro aspecto sensorial propio de las percepciones vividas."
"¿Cómo son posibles en el sueño percepciones de hechos fisiológicos? ¿Cómo una serie de imágenes ópticas podía traducirse en otra de imágenes cinestésicas y ser revivenciadas como tales?" En un intento por responder a dichas cuestiones, Hermann Rorschach comenzaría la travesía hacia el Psicodiagnóstico. Una década más tarde, tras descubrir los experimentos de Szymon Hens realizados entre 1912 y 1917, Rorschach deja aparcado su estudio sobre las sectas religiosas y empieza a realizar experimentos con sus pacientes en los que compara los resultados entre interpretaciones de manchas de tinta (imitando a los estudios de Hens) y las pruebas de asociación de palabras de Jung. El sueño, sus observaciones en Münsterlingen, los estudios de Alfred Binet (1895) con manchas de tinta, su afición al Libro de la pintura de Leonardo Da Vinci (publicado en alemán en 1882), las reflexiones sobre los tétricos versos de Justinus Kerner en torno a manchas de tinta... todo, absolutamente todo comienza a encajar para Rorschach. En junio de 1921 la obra es publicada y nueve meses después, una peritonitis acaba con la vida de un médico suizo de 37 años.
¿De la teoría a la práctica?Rorschach hacía juguetes de madera para sus hijos, podía hablar con fluidez en cuatro idiomas y poseía un autógrafo de Tolstoi. Pero en esta vida no se puede ser bueno en todo y la tara de Hermann residía en su incapacidad para transformar el conocimiento en riqueza.
Seis editoriales rechazaron el Psicodiagnóstico. La Sociedad Suiza de Psiquiatría, liderada por William Stern, criticó duramente el método de Rorschach y se mofaba de éste declarando que ningún test podía ser capaz de captar la personalidad humana. Mientras tanto, la Sociedad Suiza de Psicoanálisis afirmaba de forma escueta que sólo podía servir como medida auxiliar en algunos casos. Tendrían que pasar más de veinte años para que el test de Rorschach fuera aceptado de manera universal y Stern le pidiera a un discípulo suyo que realizara una plagio barato del Psicodiagnóstico. La mujer de Rorschach reconocería más tarde que Hermann sólo ganó 25 francos con su test, uno de los instrumentos más vendidos a lo largo de la historia de la psicología.
Sin embargo, lo más trágico de todo fue la posición obstinada de la academia: el trabajo de Rorschach fue desechado en gran parte por no haber sido creado dentro de la universidad. "¿Qué innovaciones podía aportar un joven médico encerrado en una clínica?" pensarían los miembros de la Sociedad Suiza de Medicina.
Hoy, más que nunca, en psicología se precisa de la experiencia práctica de la que se nutrió Hermann Rorschach para elaborar su teoría, un trato cercano con los sujetos para poder verlos como personas y así comprender la naturaleza global de su comportamiento. La era de los criterios diagnóstico parece acercarse a su fin y es inevitable mirar hacia atrás y no sentir nostalgia por aquella época en la que las teorías derivaban de la práctica y no al contrario. Mientras nos acercamos cada vez más hacia una perspectiva fenomenológica (volviendo a las raíces de la psicología), dicho proceder también se hará cada vez más necesario, y en caso de que se nos olvide, ahí estará el relato biográfico de un "hombre normal" para recordárnoslo.
Daniel Sazo* Juego que por entonces era muy popular entre los niños y consistía en emborronar un pliego de papel, doblarlo y obtener así formas diversas.
** Aquel protagonista era el pintor Kecksel en la historieta de Wilhelm Busch.
Referencias bibliográficas más relevantesBash, K.W., Rorschach, H. (1967). Obras menores e inéditas. Madrid, España: Morata.
Bohm, E. (1988). Manual del psicodiagnóstico de Rorschach. (9ª Ed.). Madrid, España: Morata.
Rorschach, H. (1969). (Ludovico Rosenthal, trad.). Psicodiagnóstico. (5ª Ed.) Argentina: Paidós.
Weiner, I. (2003). Principles of Rorschach Interpretation. (2ª Ed.). New York: Routledge.