El estrés encoge tu cerebro y reduce tus capacidades

Por Alberto Barbero @albarbero

Todo depende de cómo queramos enfocar las cosas. Así, podemos optar por ser “positivos” y quedarnos solo con la mejor parte de algo de tan mala fama como el estrés e incluso llegar verlo como una oportunidad de desarrollo. Al fin y al cabo el estrés es una evolución adaptativa que ayudó a nuestros más antiguos antepasados a sobrevivir  y que puede ser útil en momentos en que necesitamos un extra de energía o concentración. Un nivel óptimo de estrés te puede llevar a un juicio más fiable, una mayor claridad en la percepción,  una mayor flexibilidad, un mejor nivel de energía, una aptitud a “no perder la cabeza” en caso de crisis o a formular soluciones o ideas relevantes.

Sin embargo, además de ser positivos también deberíamos ser realistas: el estilo de vida actual y el exceso de trabajo y preocupaciones hacen más fácil que nunca caer en un estado continuo de estrés, un “estrés crónico”, y cuando esto es así nuestro cerebro se ve afectado tanto en su funcionamiento como incluso en su estructura y tamaño.

El estrés sostenido deteriora el cerebro y sus funciones

Según parece, el estrés sostenido es tan nefasto para tu cerebro como el colesterol malo para tus arterias y tu corazón. Lo que parece suceder fisiológicamente es que el sistema endocrino reacciona a ese estrés liberando grandes cantidades de cortisol durante un tiempo prologado.   Como consecuencia el cerebro encoge de tamaño, se pierdan conexiones sinápticas entre las neuronas y se daña el funcionamiento de estructuras cerebrales como la amígdala, el hipocampo y el neocórtex, lo que se traduce en:

  • Mayores dificultades para aprender
  • Mayor dificultad de recordar cosas
  • Menor control del estrés
  • Menor capacidad de concentración y sus implicaciones en la toma de decisiones, en el juicio y en la actividad de interacción social.

Algunas investigaciones van más allá y demuestran que es como si de alguna forma el estrés se filtrara hasta el ADN del cerebro ya que a un nivel epigenético puede llegar a “contagiarse” a las siguientes generaciones. Según Gabor Maté sucede como si desde antes de nacer nuestro cuerpo se fuera adaptando químicamente a lo que parece que le espera según el “cóctel” químico con el que nuestra propia madre gestiona su estrés…

Mayor consciencia para un menor estrés

Muchas personas aceptamos el estrés con cierta tolerancia. Entendemos que “es lo que hay” y hacemos lo que podemos. Me gustaría que te afectara la imagen de tu cerebro encogiéndose o que te tomaras en serio lo de poder dejar un legado de estrés a tus hijos… para hacer un ejercicio radical de búsqueda de reducción de tu estrés. Quizás con eso te valga o quizás te ayude tomar conciencia de cuál es tu situación de partida. A modo orientativo podrías “jugar” con este test y ver cuál es tu nivel de estrés y cuáles son sus desencadenantes principales. Puedes comentarlo con alguien o incluso hacerlo con las personas de tu entorno y tener una conversación sobre algunos puntos.

El siguiente paso, una vez identificadas las fuentes principales de tu estrés, podría ser cambiar algún hábito o poner en marcha alguno nuevo relacionado con lo que sugiere el video de más arriba: aprender y aplicar periódicamente alguna técnica de relajación o meditación o buscar algún espacio en el que parar (sobre todo mentalmente).

La cosa va de desarrollar alguna práctica de higiene mental y de focalización de la atención, algo que podrías ir ampliando con los hábitos básicos de GTD.