La Economía no es una ciencia lógica porque, como muy bien señalan los manuales, es una ciencia humana y, en consecuencia, ligada a la necesidad más que a la precisión y exactitud de principios y paradigmas. Pero si esto puede ser relativamente polémico en el plano teórico, en la vida real resulta simplemente indiscutible. Se trata de ganar, no de contemporizar. Producir, no elucubrar. Seducir, pocas veces atraer. Ser mejor que el otro, rara vez colaborar. Sobrevivir antes que triunfar. Resistir antes que cambiar. En fin, naturaleza humana cien por cien. Sin embargo, estos tiempos de mudanza que nos tocan vivir, ponen en entredicho hasta el más divino paradigma. Hoy por hoy, la lógica es pura superchería, pero incluso la necesidad ha dejado de ser una razón de peso para reaccionar. Si además introducimos en la ecuación los factores “personas” – “talento” – “creatividad” – “conocimiento”- “emprendimiento interno” o “inteligencia”, las alarmas se disparan automáticamente y el rechazo resulta casi instantáneo. Lo realmente curioso es que hablamos de factores de primera necesidad, supervivencia si se quiere. Pero todo resulta inútil. Los recortes – eufemísticamente llamados “ajustes”- siempre comienzan por el mismo rincón: personas y otras cosas prescindibles. Hoy voy a hablarles del factor 70/30, una curiosidad real como la vida misma, pero tristemente olvidada en ese rincón de lo políticamente incorrecto en los tiempos que corren. El factor 70/30 no es otra cosa que la distribución de beneficios netos de una empresa en relación con el trabajo de sus personas. El setenta por ciento corresponde al indicador máximo logrado para empresas superlativamente excelentes en lo que a ejecución de sus rutinas se refiere. En otras palabras, empresas que supuestamente gestionan de forma excelente sus procesos a partir de las habilidades de sus personas. Por supuesto, es una frontera teórica ya que la mayoría de las organizaciones se sitúa en una horquilla entre el cuarenta y el sesenta por ciento de eficacia y eficiencia. Por debajo de esta franja, apenas ya existen empresas que subsistan a estas alturas a no ser que correspondan al sector público o que, aún siendo entes privados, sus dimensiones impiden su desaparición en aras del bien común. Léase Bankia, por ejemplo. ¿Pero y el otro treinta por ciento? Este porcentaje corresponde al margen de beneficio oculto que es necesario descubrir, aunque el término más exacto sería “admitir” y es que aquí la soberbia en la gestión multinivel supera a la cándida ignorancia. El treinta por ciento restante corresponde a problemas y oportunidades derivadas de la mejora de procesos, innovación de los mismos debido a su lógica saturación operativa, incrementos de la productividad derivados de la potenciación emocional de la organización, osadía y curiosidad individual, responsabilidad compartida derivada de una concepción trascendental del liderazgo y la gestión, sinceridad y empatía, credibilidad y coherencia, cohesión y autogestión y, sobre todo, un firme convencimiento en el potencial de las personas. Si el setenta por ciento lógico formal constituía una frontera de difícil consecución, este treinta por ciento resulta prácticamente inalcanzable. De hecho, todos los estudios señalan que las empresas de este país apenas llegan al cinco por ciento en sus cuentas de resultados. Cifra que curiosamente encaja con los índices de innovación, emprendimiento interno, gestión del conocimiento y otras maravillas de la modernidad. Y ahora hagamos cuentas… En la actualidad, la tendencia generalizada a la baja en las cuentas de resultados de las empresas de este país es una constante. Por término medio, una empresa tipo ha perdido entre quince y veinte puntos en sus resultados anuales. Esto quiere decir que si conseguía cincuenta de los setenta posibles en esa franja de eficiencia en procesos rutinarios, ahora se encuentra por debajo de la línea media. Pero lo realmente preocupante es la tendencia de futuro que augura un estancamiento de resultados en el mejor de los casos, cuando no un goteo indefinido. Todo ello, sin entrar en probables medidas de choque como expedientes de regulación de empleo que, necesarios o no, provocan un daño irreparable no sólo a los que se van, sino también a los que se quedan, sumidos en la desconfianza que tira por tierra cualquier avance registrado en términos de “valor de las personas”, generando un retroceso difícil de recuperar y que supondrá una de las principales barreras para ganar en productividad y competitividad. Si la cuenta de resultados a partir del 70% posible se ha visto reducida a logros en torno al 35%, la pregunta que surge de forma inmediata es ¿cómo conseguimos retornar a niveles del 50%? Hay quienes confían en una reactivación del crédito que arrastraría progresivamente a la demanda. Algunos esperan una oportunidad en forma de contrato del siglo. También se tiende a alianzas imposibles, intentando aunar el pepino con la mostaza. Los hay que siguen elucubrando sobre cómo continuar recortando en el vacío más absoluto. Y la mayoría simplemente espera mientras desespera. Sin embargo, existe una estrategia al alcance de todos, caracterizada por su bajo nivel de riesgo. Una estrategia fácil de implementar a partir de inversiones mínimas que, en todo caso, cuentan con un retorno inmediato asegurado. Una estrategia que no supondrá un take- off milagroso pero que si contribuirá a una reducción de costes significativa con un seguro incremento de la competitividad. Siempre ha estado ahí aunque casi nunca se ha percibido su presencia. Hablamos del 30% ridículamente llamado “marginal” aunque ahora se torna crucial. Hablamos de activar a las personas alineándolas más allá de los procesos rutinarios que, por cierto, se encuentran ralentizados y sin garantizar full time en su ejecución. Hablamos de centrar a las personas en los problemas y oportunidades, así como en la detección de procesos obsoletos o innecesarios, hablamos de repensar la organización, la producción, el diseño y todas esas cosas que pueden verse, hacerse y venderse de otra manera, eso que comúnmente se llama innovación, reingeniería, conocimiento práctico aplicado para la generación de valor añadido. Son tiempos en los que la mayoría de las empresas se encuentran en un largo puente vacacional obligado. Días en los que sobran horas, pero no necesariamente las personas. Momentos en los que convendría dar un repaso a la casa, arreglando la vieja cerradura, cargándose el incomodo tocón del jardín, poniendo remedio a la gotera, modificando la disposición del mobiliario, anulando esa puerta, abriendo aquella ventana y muchas cosas más que lejos de suponer una perdida de tiempo, no hacen otra cosa que revalorizar la propiedad. La auténtica perdida de tiempo es sentarse a contemplar el futuro sin darse cuenta de que ya ha pasado a tu lado. Las cuentas dicen que poniéndose a ello de forma inmediata, el primer año se alcanza un 10% de incremento al que añadiríamos un 5% sostenible en años sucesivos. Suficiente para amortiguar las perdidas sufridas en el campo del 70%, retornar a resultados casi olvidados y, sobre todo, sentirse parte del futuro. No es una cuestión de lógica económica, si quieren, olvídense de la necesidad, pero, al menos, no pierdan el sentido común.
La Economía no es una ciencia lógica porque, como muy bien señalan los manuales, es una ciencia humana y, en consecuencia, ligada a la necesidad más que a la precisión y exactitud de principios y paradigmas. Pero si esto puede ser relativamente polémico en el plano teórico, en la vida real resulta simplemente indiscutible. Se trata de ganar, no de contemporizar. Producir, no elucubrar. Seducir, pocas veces atraer. Ser mejor que el otro, rara vez colaborar. Sobrevivir antes que triunfar. Resistir antes que cambiar. En fin, naturaleza humana cien por cien. Sin embargo, estos tiempos de mudanza que nos tocan vivir, ponen en entredicho hasta el más divino paradigma. Hoy por hoy, la lógica es pura superchería, pero incluso la necesidad ha dejado de ser una razón de peso para reaccionar. Si además introducimos en la ecuación los factores “personas” – “talento” – “creatividad” – “conocimiento”- “emprendimiento interno” o “inteligencia”, las alarmas se disparan automáticamente y el rechazo resulta casi instantáneo. Lo realmente curioso es que hablamos de factores de primera necesidad, supervivencia si se quiere. Pero todo resulta inútil. Los recortes – eufemísticamente llamados “ajustes”- siempre comienzan por el mismo rincón: personas y otras cosas prescindibles. Hoy voy a hablarles del factor 70/30, una curiosidad real como la vida misma, pero tristemente olvidada en ese rincón de lo políticamente incorrecto en los tiempos que corren. El factor 70/30 no es otra cosa que la distribución de beneficios netos de una empresa en relación con el trabajo de sus personas. El setenta por ciento corresponde al indicador máximo logrado para empresas superlativamente excelentes en lo que a ejecución de sus rutinas se refiere. En otras palabras, empresas que supuestamente gestionan de forma excelente sus procesos a partir de las habilidades de sus personas. Por supuesto, es una frontera teórica ya que la mayoría de las organizaciones se sitúa en una horquilla entre el cuarenta y el sesenta por ciento de eficacia y eficiencia. Por debajo de esta franja, apenas ya existen empresas que subsistan a estas alturas a no ser que correspondan al sector público o que, aún siendo entes privados, sus dimensiones impiden su desaparición en aras del bien común. Léase Bankia, por ejemplo. ¿Pero y el otro treinta por ciento? Este porcentaje corresponde al margen de beneficio oculto que es necesario descubrir, aunque el término más exacto sería “admitir” y es que aquí la soberbia en la gestión multinivel supera a la cándida ignorancia. El treinta por ciento restante corresponde a problemas y oportunidades derivadas de la mejora de procesos, innovación de los mismos debido a su lógica saturación operativa, incrementos de la productividad derivados de la potenciación emocional de la organización, osadía y curiosidad individual, responsabilidad compartida derivada de una concepción trascendental del liderazgo y la gestión, sinceridad y empatía, credibilidad y coherencia, cohesión y autogestión y, sobre todo, un firme convencimiento en el potencial de las personas. Si el setenta por ciento lógico formal constituía una frontera de difícil consecución, este treinta por ciento resulta prácticamente inalcanzable. De hecho, todos los estudios señalan que las empresas de este país apenas llegan al cinco por ciento en sus cuentas de resultados. Cifra que curiosamente encaja con los índices de innovación, emprendimiento interno, gestión del conocimiento y otras maravillas de la modernidad. Y ahora hagamos cuentas… En la actualidad, la tendencia generalizada a la baja en las cuentas de resultados de las empresas de este país es una constante. Por término medio, una empresa tipo ha perdido entre quince y veinte puntos en sus resultados anuales. Esto quiere decir que si conseguía cincuenta de los setenta posibles en esa franja de eficiencia en procesos rutinarios, ahora se encuentra por debajo de la línea media. Pero lo realmente preocupante es la tendencia de futuro que augura un estancamiento de resultados en el mejor de los casos, cuando no un goteo indefinido. Todo ello, sin entrar en probables medidas de choque como expedientes de regulación de empleo que, necesarios o no, provocan un daño irreparable no sólo a los que se van, sino también a los que se quedan, sumidos en la desconfianza que tira por tierra cualquier avance registrado en términos de “valor de las personas”, generando un retroceso difícil de recuperar y que supondrá una de las principales barreras para ganar en productividad y competitividad. Si la cuenta de resultados a partir del 70% posible se ha visto reducida a logros en torno al 35%, la pregunta que surge de forma inmediata es ¿cómo conseguimos retornar a niveles del 50%? Hay quienes confían en una reactivación del crédito que arrastraría progresivamente a la demanda. Algunos esperan una oportunidad en forma de contrato del siglo. También se tiende a alianzas imposibles, intentando aunar el pepino con la mostaza. Los hay que siguen elucubrando sobre cómo continuar recortando en el vacío más absoluto. Y la mayoría simplemente espera mientras desespera. Sin embargo, existe una estrategia al alcance de todos, caracterizada por su bajo nivel de riesgo. Una estrategia fácil de implementar a partir de inversiones mínimas que, en todo caso, cuentan con un retorno inmediato asegurado. Una estrategia que no supondrá un take- off milagroso pero que si contribuirá a una reducción de costes significativa con un seguro incremento de la competitividad. Siempre ha estado ahí aunque casi nunca se ha percibido su presencia. Hablamos del 30% ridículamente llamado “marginal” aunque ahora se torna crucial. Hablamos de activar a las personas alineándolas más allá de los procesos rutinarios que, por cierto, se encuentran ralentizados y sin garantizar full time en su ejecución. Hablamos de centrar a las personas en los problemas y oportunidades, así como en la detección de procesos obsoletos o innecesarios, hablamos de repensar la organización, la producción, el diseño y todas esas cosas que pueden verse, hacerse y venderse de otra manera, eso que comúnmente se llama innovación, reingeniería, conocimiento práctico aplicado para la generación de valor añadido. Son tiempos en los que la mayoría de las empresas se encuentran en un largo puente vacacional obligado. Días en los que sobran horas, pero no necesariamente las personas. Momentos en los que convendría dar un repaso a la casa, arreglando la vieja cerradura, cargándose el incomodo tocón del jardín, poniendo remedio a la gotera, modificando la disposición del mobiliario, anulando esa puerta, abriendo aquella ventana y muchas cosas más que lejos de suponer una perdida de tiempo, no hacen otra cosa que revalorizar la propiedad. La auténtica perdida de tiempo es sentarse a contemplar el futuro sin darse cuenta de que ya ha pasado a tu lado. Las cuentas dicen que poniéndose a ello de forma inmediata, el primer año se alcanza un 10% de incremento al que añadiríamos un 5% sostenible en años sucesivos. Suficiente para amortiguar las perdidas sufridas en el campo del 70%, retornar a resultados casi olvidados y, sobre todo, sentirse parte del futuro. No es una cuestión de lógica económica, si quieren, olvídense de la necesidad, pero, al menos, no pierdan el sentido común.