Algunos ejemplos de comunidad en la sociedad actual son: la familia, el grupo de amigos, el club, el equipo deportivo, la escuela, la religión o el centro de actividades espirituales, así como cualquier medio de encuentro con personas que apreciamos o queremos apreciar, y que nos aprecian, y con la cuales nos sentimos identificados.
La relación entre estos grupos de apoyo en la sociedad y al salud y la longevidad ha sido sospechada desde hace mucho tiempo, sin embargo la, la comprobación del vínculo se dio a conocer sobre todo con los estudios de Leonard Syme, investigador (epidemiólogo) de la Universidad de California.
El Doctor Syme realizó un estudio que ha sido muy comentado, donde evaluó salud, mortalidad y otros parámetros, con un grupo de varios miles de personas por espacio de 10 años. Demostró que las personas que contaban con un grupo o “comunidad” de apoyo familiar, social o espiritual, eran más sanos y longevos.
Otros investigadores han confirmado sus hallazgos. A este aspecto se le ha llamado el “factor humano” y lo podemos considerar como el quinto elemento de la salud y bienestar, junto con la nutrición, ejercicio, mente (estrés) y herencia.
Este factor tiene la característica de ser un don de la naturaleza (la inclinación a buscar compañía) que todos podemos cultivar y hacer crecer. En toda sociedad humana está presente, es el “sistema invisible de salud”, como lo llamó el Doctor Tom Ferguson, del Centro de Estudios para el Autocuidado.
Dentro de este “factor humano” o quinto elemento del bienestar, en parte dependiente de la herencia cultural, podemos incluir el vínculo entre nuestras raíces y la salud.
Se ha observado en varios estudios bien controlados, que personas de una cultura bien definida, por ejemplo, japoneses viviendo en Estados Unidos, tienen perfiles de enfermedad muy similares a los estadounidenses.
Sin embargo, esto no ocurre en grupos de japoneses viviendo en EU pero que viven en un barrio nipón, frecuentan reuniones donde usan su idioma, viajan a Japón y en general mantienen un vínculo estrecho con su cultura.
Esta menor propensión a las enfermedades típicas del área donde se vive, se ha observado aún estando presentes los factores riesgo de la enfermedad, como pudieran ser tabaquismo y nutrición con altos niveles de grasa, en el caso de enfermedades del corazón.
Es muy probable, de acuerdo a los estudios, que si además de mantener un vínculo estrecho con nuestra cultura, adoptamos hábitos de nutrición y ejercicio saludable, el potencial de bienestar se fortalecerá considerablemente.
En este tiempo en el que vemos desintegración de la célula familiar y globalización económica, corremos el riesgo de una estandarización cultural y de costumbres, en el cual la riqueza y diversidad “étnica” se vaya perdiendo y con ella parte de nuestra identidad y herencia (patrimonio de la humanidad), de la cual depende en parte nuestro potencial de bienestar.
El fomentar la diversidad cultural en cuanto a idiomas, costumbres, artesanía, música, danza, religión y formas de concebir la vida, puede tener un efecto salutogénico más grande de lo que hoy pensamos.
Fuente: Mauricio Padilla