El faro y los calzoncillos (II)

Por Arquitectamos
En la entrada anterior ya vimos el primer premio del concurso. Antes de seguir hablando vamos a ver el segundo premio:

Concurso "Faro de Colón". Segundo premio. Sres. Nelson y Lynch. (Chicago). Y el tercero:



Concurso "Faro de Colón". Tercer premio. Sres. Vaquero y Moya. (España). A Joaquín Vaquero Palacios y a Luis Moya Blanco les dieron el tercer premio. Qué bien, ¿no? Pues no. En un concurso tan importante ser los terceros era mucho, pero ser los primeros era mejor; sobre todo cuando, a su juicio, los dos que les habían adelantado no cumplían las bases y había que descalificarlos.
Veamos:
Los diez trabajos para esta segunda fase debían ser remitidos a Río de Janeiro. Para ello la organización iba a mandar unas etiquetas a cada equipo, que las tenía que pegar en las cajas de los planos y maquetas, para facilitar así el paso por las aduanas. Las etiquetas no llegaron a tiempo, así que Vaquero y Moya llevaron sus bártulos en persona. Un dineral. Una vez allí se les comunicó que Wright sustituiría a Hood, lo que a su juicio violaba las bases y los procedimientos establecidos. Protestaron. (Se fiaban mucho más de Hood).
Todos los envíos que vinieron por correo llegaron varios días tarde. El jurado lo toleró. (Otra bofetada a Vaquero y Moya, que llevaban ya muchas jornadas en Río y habían cumplido los plazos).
El presidente del Instituto Central de Arquitectos de Brasil (que no era miembro del jurado) se pasaba los días manifestando sus preferencias e intentando influir en todo lo que podía. Vaquero y Moya se subían por las paredes. Una embajada (no dicen de qué país) invitó a los jurados a almuerzos privados y agasajos varios día sí y día también.
Por todo ello el jurado empezó a examinar los proyectos muy tarde, pero además se adelantó la fecha del fallo, con lo que en definitiva tuvieron poquísimo tiempo para estudiar las propuestas.
Gente de vario pelaje entraba a ver los proyectos durante las deliberaciones del jurado. Opinaban. Presionaban. Se cometieron todo tipo de irregularidades.
Finalmente se anunció (se rumoreó) que el primer premio era para el proyecto de Nelson y Lynch, que incumplía meticulosamente las bases del concurso. Vaquero y Moya se fueron como dos fieras a por Mr. Kelsey, el paladín de las bases, y le dijeron que en ese proyecto:
1.- El faro no estaba ubicado donde señalaban las bases. 2.- El eje del Parque Panamericano tampoco las cumplía. 3.- La relación entre la ciudad y las nuevas construcciones no respetaba lo indicado. 4.- El presupuesto se disparaba respecto a lo previsto.(1)
Mr. Kelsey lo reconoció, les dio la razón y les prometió que el fallo sería corregido. Al salir del despacho del secretario del jurado se toparon con Frank Lloyd Wright, que subía muy ufano las escaleras con unas cuartillas en la mano: El dictamen del jurado.(2)
Los papeles que traía Wright fueron arrojados a la papelera. Y vuelta al debate, esta vez ya en secreto y en aislamiento, como debería haber sido desde el principio.
Finalmente, el día 17 de octubre (la primera idea había sido hacerlo el día 12, aniversario del descubrimiento de América y día de la Hispanidad) de 1931, el presidente del jurado, Sr. Acosta y Lara, leyó el resultado, pero no el dictamen. Es decir: solo dijo los nombres de los premiados, pero no los motivos ni las valoraciones ni juicios que se habían hecho sobre sus trabajos.
Primer premio: J. L. Gleave, de Nottingham, Inglaterra. Segundo premio: Donald Nelson y Edgard Lynch, Estados Unidos.(3) Tercer premio: J. Vaquero y L. Moya. España. Cuarto premio: Grupo Théo Lescher. Francia.
Concurso "Faro de Colón". Cuarto premio. Grupo Théo Lescher. Francia.
Nuestros amigos Vaquero y Moya se volvieron a mosquear y volvieron a acorralar a Kelsey, que ya a esas alturas debía de tenerles un cariño bárbaro. Kelsey les dijo que todo había sido por las prisas, porque el dictamen lo había escrito Wright en inglés y no había dado tiempo a traducirlo. Dos días después ya estaba traducido al portugués y se dio a conocer. Valoraba el uso de la luz y la composición sencilla y verdaderamente monumental del ganador. Valoraba la fuerza de la horizontalidad, en contraste con las propuestas verticales. (¿Quién había redactado eso? ¿Frank Lloyd Wright? ¿La fuerza de la horizontalidad? ¡Qué sorpresón!). Además, su forma resistiría bien los huracanes, y su costo era el menor de todos. El primer premio había sido acordado por unanimidad.
El dictamen se deshacía a continuación en elogios al segundo premio (Nelson y Lynch), que se veía que al jurado le había gustado bastante más, aunque terminaba diciendo que por no ubicar el faro en el sitio previsto debería haber sido eliminado, pero venga, coño, le damos el segundo premio y que traigan otra ronda de caipirinhas.
Y luego al tercer premio (el de nuestros amigos) le daba varios palos muy serios: Un enorme y abstracto mamotreto de tres masas aprisionaba una colosal escultura de Colón, tan exagerada que empequeñecía el propio monumento y quitaba al observador todo sentido de su grandeza. Vamos: una estatua pegada a un faro y todo ello en un parque desvinculado de todo. Además, la forma arquitectónica del monumento no expresaba claramente su función. Ah, y el coste sería, a estimación del jurado, aproximadamente el doble del fijado, por lo que en realidad les tendrían que haber eliminado. Una buena bofetada a nuestros amigos. Su proyecto no le gustaba nada al jurado y además no cumplía las bases en cuanto al presupuesto. ¡Hala! ¡Por chivatos! (Lo que no se puede entender es por qué les dieron entonces el tercer premio).
En los días siguientes estuvieron expuestos al público todos los anteproyectos, y los dos arquitectos españoles tuvieron ocasión de comentarlos largamente con Wright, cuyas opiniones les parecieron "muy divertidas y desconcertantes". Le hicieron ver que el ganador no cumplía lo de ser un faro, porque era muy bajo (30 m) y su ubicación, entre la selva tropical con árboles que lo superaban en altura, lo ocultaba completamente.
Wright: ¿De verdad los árboles en Santo Domingo miden más de treinta metros?
Vaquero y Moya: Claro. Además eso ya lo advertían las bases.
W: Qué curioso. Pues nada: Se talan y ya está.
V y M: ¿Pero cómo se va a talar la selva?
W: Pues talándola. Y luego que siembren palmeras enanas. Y, si no, que se construya el monumento con la altura doble a la propuesta.
V y M: ¿Qué? ¿Y el presupuesto? ¿Y las proporciones?
W: Se están poniendo ustedes muy pesaditos, ¿eh?
También le comentaron otros graves defectos del proyecto(4) y Wright improvisó respuestas que terminaban por modificarlo completamente planteando algo que ya no tenía apenas nada que ver con la propuesta ganadora.
Por otra parte, los planos presentados eran manchas a carboncillo, sin detalle, y sugerían más que definían, con lo que realmente se podía alterar casi todo.
Otra queja consistía en que en la primera fase el jurado había escogido "los anteproyectos que ofrecen la promesa y la posibilidad de desarrollarse brillantemente en la etapa final", pero los que habían resultado primero y segundo premios no habían desarrollado sus iniciales promesas, sino que habían presentado cosas muy diferentes a aquellas por las que habían sido seleccionados.
En definitiva, Wright les dijo que las bases no las había escrito ninguno de los miembros del jurado, sino el secretario técnico, Mr. Kelsey, y que él mismo no estaba de acuerdo con ellas. "No tengo, por tanto, que fundamentarme en las bases para calificar"(5)"Antes que nada, el concursante debe pensar, y si no le parecen bien las bases no debe cumplirlas"(6).
A partir de ahí ya no pudieron seguir discutiendo. (Eso que se ahorró Wright, porque qué cansinos). Ni que si las normas más elementales del derecho, ni que si las reglas del juego, ni que si los principios de igualdad para todos los competidores... Nada.
Le comentaron cosas de su propio proyecto que Wright ni había visto. No se había leído la memoria, no había estudiado los planos... Cuando le señalaron los planos pareció verlos por primera vez y les dijo que qué buen proyecto, y qué bello monumento. (Yo supongo que a esas alturas era ya un "venga, sí, majetes; para vosotros la perra gorda; dejadme en paz, por favor").
Los ya insoportables Vaquero y Moya fueron a chivarse (¡otra vez!) a Kelsey, que se había pateado Santo Domingo durante meses y había elegido cuidadosamente la ubicación, que había estudiado el clima (huracanes incluidos), la vegetación, todo, y había redactado meticulosamente las bases. Le dijeron que el jurado se las había pasado por ahí, y que Wright había reconocido que ni conocía la isla ni se había leído las explicaciones redactadas por Kelsey. Este, naturalmente, se enfadó.
Wright saludó a todos, dio unos consejos a los estudiantes de arquitectura de Río de Janeiro ("The Architecture..." "The Nature..."), que le aclamaron, fue muy feliz, tomó su avión y se volvió a su hogar con la satisfacción del deber cumplido.
Y con esto os he resumido lo mejor que he podido el que habría de haber sido uno de los más importantes concursos de arquitectura del siglo y se quedó como uno de los más ridículos.
-Vale. Pero ¿y los calzoncillos?
(1).- Como primer gasto, antes de empezar a construir el faro había que hacer un promontorio y modificar toda la topografía del lugar, cosa excesiva y desproporcionada respecto a la previsto.

(2).- Por cierto: Aunque en esta historia nuestros héroes sean Vaquero y Moya -al menos hasta este momento-, y seamos muy partidarios de sus reivindicaciones, cabe preguntarse cómo es que justo cuando iba a hacerse público el fallo ellos culebreaban libremente por los pasillos, tenían acceso al secretario, y le echaban un rapapolvo, y se topaban en la escalera con uno de los miembros cuando traía el veredicto. (3).- O sea, que la primera propuesta de Vaquero y Moya había surtido efecto. A los iniciales ganadores les habían quitado el primer premio.

(4).- El testimonio de Vaquero y Moya es muy interesante y les convierte en los protagonistas de esta historia, y verdaderamente (repetimos) estamos de su parte; pero hay que reconocer que eran unos chivatos y unos pesados, y no entendemos cómo tenían tan fácil acceso a Wright y cómo este se prestaba a atenderlos. ¿Los demás concursantes denunciaban a su vez los errores del proyecto de los españoles? ¿Se estaban acusando unos a otros todo el tiempo?

(5).- Yo fui testigo de cómo el ganador del segundo premio del concurso para el Monumento a la Constitución en Madrid abordó a Oiza, miembro del jurado, para pedirle explicaciones de por qué le habían dado el premio a un proyecto que no cumplía el emplazamiento. La respuesta de Oiza, en términos similares a las de Wright, tal vez la cuente algún día.

(6).- En esos momentos en la URSS estaban emplumando a Ivan Leonidov por "traidor" y "saboteador" (suelo exagerar, pero estos dos términos no me los invento) porque incumplía las bases de los concursos de arquitectura a los que se presentaba. (Próximamente en Cortadle las alas, la esperadísima novela de este, su seguro servidor). Ojalá sus enemigos hubieran pensado un poquito como Wright.