“demostrad a esos canallas que no tenéis miedo a la muerte…”
Segunda película que reseñamos del cineasta Roberto Rosellini, uno de los padres del Neorrealismo italiano; este hijo de la burguesía romana, cinéfilo e inquieto intelectual, no sólo fue un gran participe en ese cine de actores no profesionales, grabaciones en exteriores y técnicas documental; sino un personaje que a través del cine, construyó su propia conciencia sobre lo que estaba pasando en el mundo, o en este caso en la Italia de Benito Mussolini; el director italiano no sólo encontró en este medio un modo de expresión, sino un verdadero vínculo con el pueblo, además de una férrea amistad con Federico Fellini y Aldo Fabrizi colaboradores de su primer largometraje.
La cinefilia por parte de este director, no sólo fue un gusto adquirido sino fue todo un privilegio, al poder entrar de forma vitalicia al teatro de cine que construyó su padre, un importante y adinerado arquitecto; igualmente su afición por la mecánica, lo llevó en un inicio a trabajar con motores y demás aparatos, hasta entrar en contacto con el mundo del cine, primero con la parte sonora (técnico) y mas adelante como asistente de montaje, todos estos conocimientos y autoformación, se fueron traduciendo en lo que sería más adelante este movimiento (el neorrealismo), que inevitablemente influyó en los países latinoamericanos y demás periferias cinematográficas.
Con Rosellini, podemos hablar de un par de trilogías, la del fascismo - propagandas que realizó para el régimen, la del Neorrealismo, su periodo vital y fundamental y la de Ingrid, su parte más romántica, sin embargo, otras de sus obras escaparon de esa denominación, y hicieron eco a través de sus historias, ideas o personajes, como lo fue el General de la Rovere, considerada como una de sus mejores películas y la que vamos a reseñar en este momento.Con tintes nacionalistas pero absolutamente antibelicista, este drama histórico, que hace soltar una que otra risa por el estupendo papel de De Sica, no sólo es una muestra de esos cambios, transformaciones que se dieron en diversos personajes, como el mismo Rosellini, sino que es una analogía del apoderamiento de una idea, de la actuación y de la capacidad de apropiarse de la penuria de los demás, así sea con su mismo sacrificio.
La economía de los planos y a la vez el ritmo dado por los travelling, no sólo recuerdan las bases del neorrealismo sino ciertos aires al cine de guerra, supeditada por una cámara que pasa de los planos estáticos controlados a unos mucho más dinámicos y ejercidos por la parte mecánica de la operación, dando como resultado esa estupenda secuencia, cuando De Sica, alienta a los presos a no sentir temor, aunque el mismo está muerto del miedo, y de fondo las bombas cayendo cerca a esa cárcel.
Aunque la música de Renzo Rosellini, hermano de Roberto, tiene una carga dramática fuerte y toma elementos de guerra, ésta no es tan preponderante dentro de la narrativa, que le apuesta mucho más a los diálogos y acciones de los personajes.
Si bien es cierto, que la puesta en la escena de esta obra, o el diseño de producción, es sobrio y limitado, tampoco se puede negar, que cada elemento que aparece dentro de cuadro, tiene una relevancia no sólo decorativa sino como trasfondo ideológico o del pensamiento del propio director.