Se llaman medicamentos anticolinérgicos y están destinados a actuar sobre el sistema nervioso. Un uso puntual puede ser beneficioso pero tomados de manera continuada pueden producir graves daños como atrofia del cerebro.
En su libro Anatomía de una epidemia el periodista de investigación Robert Whitaker cuenta en un capítulo llamado La trampa benzo cómo se popularizó el Valium y otras benzodiacepinas cuando al principio de la década de 1960 se puso en el mercado. Era la píldora contra la ansiedad, la dificultad de vivir. También cuenta cómo era esa enfermedad antes de llegar el citado fármaco y cómo se adaptó, como ocurre con tantas dolencias, la enfermedad al tratamiento.
La literatura científica no tardó mucho en contradecir al fabricante del Valium, el laboratorio Hoffmann-La Roche y demostró que la eficacia del preparado no era más que a corto plazo. Apenas una semana, luego su efecto disminuye.
No tardaron tampoco en documentar graves daños, tanto el funcionamiento psicomotor como el cognitivo quedaban “tocados”. Y aparecían síndromes como el de abstinencia muy fuertes. El periodista lo documenta con casos concretos que conmueven.
Los enfermos (o no) a los que se retiraba la medicación experimentaban una ansiedad todavía mayor que la que pretendían superar con el medicamento. El uso prolongado de este grupo de fármacos causa terribles efectos secundarios, del posible estrés del vivir una persona puede pasar literalmente a la locura por su consumo.
En el libro se muestran trabajos científicos que advierten que el consumo de benzodiacepinas causa el deterioro del cerebro y cambios en sus funciones. Estos medicamentos son muy populares aún hoy y han dejado un reguero de personas discapacitadas. Ahora un estudio publicado en Journal of American Medical Association (JAMA) Neurology analiza los denominados fármacos anticolinérgicos y cómo actúan sobre el cerebro de personas ancianas. De nuevo advierte sobre su uso generalizado entre esta población:
El uso de medicación CA [anticolinérgicos] se asoció con un aumento de la atrofia cerebral y la disfunción y deterioro clínico. Por lo tanto, el uso de tratamientos CA entre los adultos ancianos debe ser desalentado si hay terapias alternativas disponibles”.
¿Dónde está la novedad? En que
investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, han mostrado por primera vez qué pasa en el cerebro de personas ancianas que toman estos medicamentos. Y lo han hecho realizando pruebas de imagen (PET y resonancias magnéticas) a 451 participantes, de los que 60 habían tomado estos medicamentos.
Lo que observaron fue que las personas que habían consumido los fármacos anticolinérgicos tenían un metabolismo de la glucosa reducido y un tamaño cerebral menor. Además, según los test neurológicos que les realizaron se comprobó que estas personas tenían peor memoria a corto plazo y su función ejecutora era peor por lo que actividades como la resolución o planificación de problemas”.
Esto me recuerda a lo que escribí ayer sobre omeprazol, que se receta para “proteger el estómago” cuando no es para eso sino que ese fármaco es un antiácido, que es muy diferente.
Como escribe Whitaker:
La evidencia científica no parece sencillamente influir en los hábitos de prescripción de muchos médicos”.
Aparte de eso, como pacientes impacientes por estar mejor cuando tenemos un problema debemos responsabilizarnos de nuestra salud e informaciones científicas como estas han de marcarnos el camino a seguir o al menos el que NO continuar.