El hijo de Marta en el Gran Teatro

Por Isa @ISA_Universidad

Por Angel Marqués Dolz
Colaborador de la Página Web

-”Kcho es probablemente el joven artista cubano
de mayor proyección mundial que vive en Cuba”,
estiman los expertos.

Kcho-Alexis Leyva Machado- quiere dejar de ser un eco. “Las personas no conocen verdaderamente mi trabajo. Solamente se dicen cosas de él”, asegura el artista nacido en Nueva Gerona en 1970.

Para mostrarse tal cual es, Leyva Machado ideó hacerlo en grande, desmontándose en piezas, como un rompecabezas que cobra sentido en la dispersión del conjunto y no al revés. Eso es Sacrificio en la encrucijada, la megaexposición abierta hasta el once de abril en los salones del Gran Teatro de La Habana.
Lejos de ser una galería, tal como reconoce el propio autor-“ no es un sitio habitual para mostrar arte”, los fastos del antiguo teatro Tacón cobijan por contraste a instalaciones pantagruélicas que relatan las obsesiones del creador.

“Es la exposición que nunca he hecho. La intención que tengo es que ese eco que soy se convierta en otra cosa, y que las personas puedan ver de dónde salen mis ideas, cómo las concibo”.

Kcho es una de las firmas plásticas cubanas más perseguidas por los expertos desde que saltó a la fama con La Regata, una gran instalación que montó en 1994 en la Fortaleza del Morro. Entonces el artista era un veintiañero con ganas de provocar, como todo joven que se respete, y lo logró, consagrándose como una estrella naciente en la V Bienal de La Habana.

“Nunca había pensado que era algo importante de hacer”, dice al referirse a Sacrificio…porque el pintor estaba bien ocupado en varios proyectos, entre ellos extender los servicios culturales en su natal Isla de la Juventud y reducir allí las desventajas en este campo con respecto a otras regiones del país.

En Sacrificio…hay de todo. Tanto que alguien que se muestre interesado en hojear los dibujos y bocetos de Kcho puede hacerlo solo con ponerse un par de guantes de látex. Es una medida para conservar los originales que aparecen en sus cuadernos que abarcan su labor desde 1989 a 2002 y que él llama La memoria construida.

Con ellos se localiza el chasquido del alma del creador, el primer pálpito de alguien que no tiene un estudio, porque trabaja todo el tiempo “cuando estoy acostado, cuando estoy en un avión, ahí están mis ideas de forma esencial, no son dibujos de dos metros, sino pequeñas páginas de un libro en las cuales yo voy desarrollando mis ideas paso a paso”.

Del papel, a veces en servilletas, han surgido instalaciones grandilocuentes como Vive y deja vivir, La Historia como un carrusel que aparece desde la oscuridad y El David, todas con discursos diferenciados.

Tal parece que el artista nació con un lápiz sobre un papel blanco. Así lo ha descrito: “Dibujaba en clases de Educación Física hasta Matemáticas, dibujaba para aprender, para soñar, para enamorarme y para pelear”.

Kcho comenzó en 1986 sus estudios de pintura en la Escuela Nacional de Arte-ENA- de La Habana, en el mismo año que protagonizó su primera exposición personal, Favelas, en la galería de Nueva Gerona. Sólo tres años después de haberse graduado en pintura y dibujo, ya fue el artista del mes en el Museo Nacional de Bellas Artes y un año después, en 1994, ubica su primera instalación en la Galería de Arte Contemporáneo de la capital mexicana.

Con cerca de un centenar de exposiciones personales y doscientas colectivas en 35 países, la obra de Kcho ha sido exhibida en los principales museos y galerías de América del Norte, América Latina, Europa, Asia y Africa.

En 1995 la UNESCO, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, le confirió su premio para la promoción de las artes y en 2001, el ISA, Instituto Superior de Arte, de La Habana, le otorgó el Diploma al Mérito Artístico.

Con sensibilidad para el jazz- compartía en su casa materna grabaciones de Fitzgerald y Armstrong- Alexis Leyva Machado debe su iniciación en las artes plásticas a su madre Marta, ya fallecida, quien trabajó como promotora cultural en Isla de la Juventud.

A los trece años, Marta condujo su mano sobre el papel y trazó una figura. Luego la rompió e invitó a su hijo a que tomara la iniciativa y lo hiciera por sí mismo. “Yo dibujo hoy gracias a esa clase”, reconoce Kcho, cuya alabanza de la madre lo hace repetir una y otra que vez que él es solo el hijo de Marta, aún cuando un par de piezas suyas- A los ojos de la historia y Columna infinita número uno- comparten espacio con La Jungla, de Lam, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

La Habana (24-febrero-2012)

Advertisement