El hilo invisiblenaufraga en su propia suntuosidad, porque no sale de su propio castillo por mucho que éste se nos muestre como algo único. La falta de diálogo entre la película y el espectador es tal que muchas personas no paran de mirar sus relojes o de atender a sus teléfonos móviles a lo largo de las más de dos horas que dura la cinta, en la que parece ser que asistimos a la última interpretación de un Daniel Day-Lewis que, en esta ocasión, vuelve a estar a gran altura en su histrionismo, aunque sea expresando el anodino universo de un modisto cruel y nada interesante. Quizá alguien debería decirles más veces a los que se consideran como grandes genios que, ni sus propuestas dan para tanto, ni su vida para ser filmada en una película, por lo pedante y cursi que resultan.
Lo mejor del film, sin duda es ese juego de miradas que nos proporciona Vichy Krieps en cada una de las fases de este amor gótico perdido entre agujas y la flema inglesa de Lesley Manville.
Ángel Silvelo Gabriel.