Cuando llegaba a casa el hombre no podía escuchar música o ver la televisión porque todo lo hacía a través del ordenador y no recordaba su clave. Tampoco podía leer porque no tenía libros, sólo una tableta en la que no conseguía entrar porque era incapaz de descifrar la clave de acceso. Hacía tiempo que estaba incomunicado porque no podía conectar su móvil. Y comía conservas porque no conseguía recordar el número secreto de su tarjeta.
Le daba vergüenza ir al médico y explicarle esta curiosa amnesia parcial que poco a poco estaba acabando con su vida. Sin las claves no era nadie. Al descubrir esto sintió un terror inusitado que le invadió por completo sumiéndole en una especie de estupor que le tuvo en cama varios días. Por primera vez se quedó en silencio sin interferencias, sin estímulos exteriores ni distracciones de ningún tipo. Se dio cuenta de quién era y de lo que estaba haciendo con su vida.
Por primera vez en mucho tiempo el hombre experimentó sensaciones reales. Descubrió la vida. Se enteró de que era un hombre y no una máquina usuaria de máquinas.