Los huertos urbanos se han puesto de moda, y yo la recomiendo vivamente. Barbara Kingsolver hace un estudio sobre la importancia ecológica de no comprar una docena de tomates al año (y que me perdonen los agricultores) porque hayamos sido capaces de producirla en casa. Además del valor que muchas personan descubren consumiendo algo producido por ellos mismos, sin hablar del sabor, y de la constancia de que no lleva químicos. Montar un huerto en casa, grande o pequeño sólo requiere comprar algunas macetas y semillas, guardar algo de resíduo orgánico que sirva de abono como café, periódicos, peladuras de frutas, cáscaras de huevos y poco mas. Las plantas mas fáciles, para empezar, serán los tomates, lechugas, judias verdes, calabacines, además de ser decorativas por ser bastante frondosas. Y como elemento pedagógico tiene valor incalculable. Nadie mejor que los niños cogiendo sus propios tomates para comerlos en ensalada. Hay improntas que los niños no merecen perderse por el hecho de vivir en ciudad. Ah, y relaja mucho dedicar todos los días cinco minutos a mirar las plantas, aunque sólo sea para buscar algún caracol intruso. En sucesivas entradas iremos facilitando ideas y orientación para que alguna ensalada pueda ser de elaboración propia.
Los huertos urbanos se han puesto de moda, y yo la recomiendo vivamente. Barbara Kingsolver hace un estudio sobre la importancia ecológica de no comprar una docena de tomates al año (y que me perdonen los agricultores) porque hayamos sido capaces de producirla en casa. Además del valor que muchas personan descubren consumiendo algo producido por ellos mismos, sin hablar del sabor, y de la constancia de que no lleva químicos. Montar un huerto en casa, grande o pequeño sólo requiere comprar algunas macetas y semillas, guardar algo de resíduo orgánico que sirva de abono como café, periódicos, peladuras de frutas, cáscaras de huevos y poco mas. Las plantas mas fáciles, para empezar, serán los tomates, lechugas, judias verdes, calabacines, además de ser decorativas por ser bastante frondosas. Y como elemento pedagógico tiene valor incalculable. Nadie mejor que los niños cogiendo sus propios tomates para comerlos en ensalada. Hay improntas que los niños no merecen perderse por el hecho de vivir en ciudad. Ah, y relaja mucho dedicar todos los días cinco minutos a mirar las plantas, aunque sólo sea para buscar algún caracol intruso. En sucesivas entradas iremos facilitando ideas y orientación para que alguna ensalada pueda ser de elaboración propia.